Primero roban, después incendian

La pregunta de Marcial es frontal, pero el tono es cuidadosamente suave, muy en su estilo:

—¿Se puede saber por qué el compañero De Vido no estuvo presente en la sesión prevista para discutir la cuestión energética?

—Tal vez estuvo enfermo -dice Abel al pasar.

—Enfermo está, es evidente -replica Marcial-, pero el diagnóstico unánime de los médicos no deja lugar a dudas: cleptomanía.

José, que no escuchó las últimas palabras, responde algo incómodo con un murmullo del que con libertad de traducción podría sacarse en limpio la siguiente frase:

—El compañero consideró que no era prudente estar allí, porque el gobierno se iba a valer de su presencia para eludir el tema principal.

—¿Y se puede saber cuál es el tema principal que impide que el presidente de la Comisión de Energía no esté presente en el lugar donde se va a discutir, precisamente, su tema?

—A lo que agrego, por si no quedó claro -observa Abel- que estamos hablando del señor responsable de la cuestión energética en los últimos doce años; el señor que entre otras hazañas montó esa monstruosa red de subsidios que él mismo intentó en su momento desactivar y no pudo hacerlo.

—¿Se dan cuenta? -exclama José-, ya están hablando del pasado y eluden la responsabilidad del tarifazo. Como en los tiempos de la Libertadora, mientras proscribían al peronismo entregaban el país al Fondo Monetario Internacional.

—Unos meses antes -digo-, Perón entregaba la Patagonia a la Standard Oil, pero ésa no era una conducta entreguista, sino un acto de realismo político y liberación nacional.

—En esos temas los peronistas son coherentes: un juez o un fiscal piden investigar a la Señora y en el acto son acusados de golpistas, fascistas o vendepatrias, pero cuando un juez falla en contra de los aumentos energéticos, es un salvador de la Nación.

—El tarifazo existe y el pueblo lo está resistiendo.

—¿De qué tarifazo hablan? -pregunta Abel-, según las cifras reales, el ochenta por ciento de los usuarios no paga más de 500 pesos, y más de un tercio de ellos están acogidos a la tarifa social. ¿De qué tarifazo están hablando?

—Según el compañero Gioja… -empieza a responder José, pero es interrumpido por Marcial.

—Tu compañero Gioja tiene la cara más dura que las piedras de las minas que permitió explotar a las empresas extranjeras… No tiene cara tu compañero y flamante presidente del pejota… Habla en contra de las regulaciones y en San Juan le entrega todo a las empresas mineras extranjeras.

—Digan lo que digan -responde José-, lo cierto es que le están metiendo la mano en el bolsillo a la gente.

—Los que le han metido la mano en el bolsillo a la gente, a la pobre gente, son tus compañeritos Néstor, Cristina, Báez, De Vido, el Morsa…

—Yo estoy esperando ansioso el momento -dice Marcial- en el que se den a conocer los negocios energéticos impulsados por De Vido con los venezolanos y algunas empresas europeas. Según los trascendidos, comparados con lo ocurrido los negociados en Santa Cruz son limosnas.

—Digan lo que digan -se defiende José- no pueden desconocer que la situación económica y social está cada vez más difícil, cuando el señor Macri llegó al gobierno diciendo que iba a resolver todo en tiempo récord.

—Yo no voy a disimular los errores y torpezas de Macri -digo-, pero tampoco voy a comprar el verso peronista de que vivíamos en un paraíso hasta que llegaron los millonarios insensibles y nos metieron de la mañana a la noche en el infierno.

—El infierno es donde vamos a regresar si los peronistas se salen con la suya -susurra Marcial.

—A mí lo que me preocupa -observa Abel- son las señales inequívocas de violencia que se están registrando en la sociedad. Hace unos días apedrearon el auto del presidente, crecen las amenazas anónimas y no tan anónimas por teléfono, pero además esto ocurre en un contexto donde la Señora, su amiguita del alma, la Bonafini, y personajes como Esteche, D’Elía and company prácticamente llaman a tomar las armas contra el gobierno. Con ese clima -concluye- ¿a alguien le puede llamar la atención que un loquito crea que asesinando al presidente o algunos de sus ministros se gana el cielo o se transforma en algo parecido al Che Guevara?

—No hay que exagerar -dice José.

—Eso es lo que le tenés que decir a tus compañeros -responde Marcial.

—Los peronistas estamos ejerciendo una oposición constructiva.

—Eso es evidente -responde Marcial, enarcando las cejas.

—Lo que pasa es que no estamos dispuestos a ceder al chantaje del gobierno que pretende justificar todo lo que hace en nombre de los supuestos errores del pasado.

—A los supuestos errores del pasado, como decís vos -replica Abel- los vamos a pagar nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos. Han robado a manos llenas y ahora se hacen los distraídos y, peor aún, andan encendiendo mechas para precipitar alguna tragedia.

—Es como dice mi tío -reflexiona Marcial-, los kirchneristas hacen realidad la verdad número 21 del peronismo: cuando somos gobierno robamos, cuando pasamos a la oposición incendiamos.

—Hablando de robar -pregunta José- ¿qué me cuentan de la señora vicepresidente Gabriela Michetti?, pregunto porque a ella también le encontraron plata escondida.

—No hay caso -murmura Marcial moviendo la cabeza- son incorregibles.

—Yo no calificaría en general -digo- pero la comparación que hace José me parece desdichada desde todo punto de vista. Por un lado estamos hablando de negocios de millones de dólares, de bolsas tiradas dentro de un convento, de fajos y fajos de dólares contados en una cueva kirchnerista, de bóvedas con millones de pesos escondidos, de campos comprados de zurda, de obras públicas otorgadas siempre a las mismas personas que se quedan con la plata pero no hacen las obras o las hacen mal, de Sueños Compartidos donde desaparecen doscientos millones de pesos, y a los peronistas no se les ocurre nada mejor que comparar ese saqueo con los 200.000 pesos que había en la casa de Michetti, es decir, el cero coma uno por mil de lo que robaron del otro lado del mostrador.

—Agrego a esto -dice Abel- que Michetti justificó muy bien el origen de esa suma.

—Una suma que en Santa Cruz, Báez la usaba para encender los cigarrillos.

—Lo más desopilante de todo -digo- es que la Señora pretende eludir lo ineludible comparando a Magnetto con Báez, es decir, afirmando que nadie lo investiga a Magnetto que se inició como contador y hoy es millonario.

—Pero Magnetto -responde Marcial- no fue el protegido de ningún presidente ni el socio de la familia en el poder. Y así y todo, admitiendo que Magnetto es lo peor, ¿eso lo disculpa a Báez y a sus socios?

—Yo soy de los que creen -afirma Abel- que hasta que un juez no meta presa a la jefa de la banda, es decir, a la reina del Calafate, en esta Argentina no habrá justicia en el sentido pleno de la palabra.

—Y yo soy de los que creen -agrego- que al gobierno nacional le conviene que Cristina esté en libertad y no sólo en libertad, sino organizando actos y haciendo declaraciones, porque mientras eso ocurra, Macri puede estar tranquilo en el poder e incluso equivocarse cuantas veces quiera.

—No comparto -concluye José.

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