26 de marzo 2001
Un escritor algo machista pero muy talentoso decía que la única ventaja de las guerras es que les permite a los esposos abandonar a sus mujeres. Otro escritor, también comprometido pero con pocas ganas de «comprar» problemas con las feministas, modificaba la sentencia y decía que el beneficio de las guerras era que les permitía a los periodistas estudiar geografía.
No sé si una guerra es una buena ocasión para abandonar a la esposa sin tener que dar explicaciones sobre el día y la hora en que se habrá de regresar, pero sí sé como periodista que, gracias a ella, uno se ve obligado a conocer territorios, hechos históricos y problemas políticos de países de los cuales sólo sabía el nombre o identificaba a través de referencias vagas y lejanas.
Hasta que los guerrilleros albaneses del Ejército de Liberación Nacional (UCK) decidieron alzarse en armas en las inmediaciones de la ciudad de Tetovo, un argentino medianamente informado sólo sabía de Macedonia que, en su momento, había sido una provincia de la Yugoslavia organizada con mano de hierro y sorprendente flexibilidad política por Joseph Broz Tito.
Un sueño albanés
También se sabía que, como consecuencia del derrumbe del comunismo, Macedonia se declaró nación independiente el 8 de septiembre de 1991, fecha que en la actualidad es el equivalente al 9 de julio de los argentinos. Desde entonces, el país fue gobernado con relativa moderación y, en este momento, su presidente Boris Trajkovski es considerado en Europa como un político tolerante, una virtud que suele no acompañar a los dirigentes que actúan en la conflictiva zona de los Balcanes.
Otro dato a tener en cuenta es que, en la actualidad, Macedonia suma una población de dos millones y medio de habitantes, cuya mayoría es de origen eslavo, pero un tercio pertenece a la etnia albanesa. Precisamente, el conflicto que hoy ocupa la atención del mundo proviene de la exigencia de los albaneses de constituir un Estado multinacional que, según el gobierno de Trajkovski, no es más que un pretexto para separarse y constituir una nación independiente con la complicidad de los vecinos de Kosovo. Ya en su momento, los albaneses intentaron fundar la República de Ilírida, proyecto que fracasó pero que vive en la fantasía de los jefes del UCK.
Por ahora, la guerrilla no supera los mil hombres, frente a un ejército de 100.000 soldados pertrechados por la Unión Europea. La ventaja militar es tan ostentosa que la OTAN apunta a reclamar -en el peor de los casos- una represión proporcional a la relación de fuerzas.
Mejor prevenir que curar
De todas maneras, es probable que no sean sólo los sentimientos humanistas los que movilizan a los burócratas europeos. Como la experiencia de los últimos doscientos años lo enseña hasta el cansancio, en los Balcanes una pelea entre marido o mujer o entre vecinos puede desembocar en una feroz guerra civil, con su correspondiente baño de sangre.
En Macedonia, la población albanesa supera el medio millón de personas. Si bien la guerrilla no la representa en su totalidad, una represión exagerada podría volcarlos a la militancia activa, ya que, en el fondo, los albaneses pueden compartir, con mayor o menor entusiasmo, la lucha armada, pero están plenamente identificados con las reivindicaciones que enarbola el UCK.
Por otra parte, se sabe que la guerrilla cuenta con el respaldo de los albaneses de Kosovo, por lo que existe el temor de que un enfrentamiento militar de proporciones se extienda a Kosovo, que aún está reparando las heridas de la guerra con los serbios.
Lo curioso de Macedonia es que, hasta el momento del inicio de la actividad guerrillera, el conflicto más serio lo tenían con Grecia, que no se cansa de protestar por lo que consideran la usurpación del nombre y la pretensión de los macedonios de ocupar la región de Salónica o de avanzar hacia la provincia limítrofe que -casualmente- se llama Macedonia.
Otra Macedonia
Para los griegos, Macedonia pertenece a la cultura helénica, es el nombre de una de sus provincias y -de acuerdo con sus historiadores- su añeja tradición nada tendría que ver con estos eslavos y albaneses bárbaros e ignorantes, más cercanos a la herencia de Transilvania -con el conde Drácula incluido- que a la exquisita cultura griega.
Como en las Naciones Unidas se discuten las cosas más extravagantes, también allí se abrió un debate histórico en el cual los griegos probaron que ellos son los descendientes verdaderos de Filipo II y de Alejandro Magno, su rebelde y genial hijo, que extendió sus dominios hasta la India, y quien, según la leyenda, guerreaba como un romano, bebía como un cosaco y amaba como un árabe. Alejandro vivió apenas treinta y tres años; sin embargo, ese tiempo le alcanzó para hacer lo que un hombre normal sólo podría realizar, con mucha suerte, en trescientos años.
Justamente, la protesta de los griegos apuntaba a cuestionar el uso de la estrella de Vergina en la bandera que flamea en los edificios oficiales de Skšpje, la capital de Macedonia. La estrella de Vergina es un símbolo de Alejandro Magno, que finalmente fue retirado y que hoy exhiben los griegos con orgullo.
Los reclamos del gobierno de Atenas se expresaron en el foro de la ONU y en la Unión Europea, pero también a través de un bloqueo que duró casi un año y medio -febrero de 1994 a octubre de 1995- y que afectó su frontera norte y el puerto de Tesalónica, por donde pasa el ochenta por ciento del comercio macedonio.
Por la paz
Tal como ahora se presentan los hechos, da la impresión de que el desenlace puede eludir las amenazas de guerra declarada. Por lo pronto, todos los partidos políticos de Macedonia se pronunciaron a favor de una salida pacífica sobre la base del desarme de la guerrilla. Lo novedoso es que este llamado fue apoyado por tres de los principales dirigentes civiles albaneses, por lo que es muy probable que se imponga la paz o que la guerrilla quede reducida a la mínima expresión.
Lo que no se debe perder de vista en todos los casos es que en los Balcanes nunca la paz está segura y que la chispa más insignificante puede desatar el infierno. Así parecen entenderlo los 22.000 refugiados que abandonaron sus trabajos, sus poblaciones y sus casas para trasladarse a Kosovo en busca de protección para sus vidas.
Por último, conviene recordar que la paz es no sólo una necesidad geopolítica y humanitaria, sino también una exigencia económica, ya que Macedonia es considerado el país más pobre de los Balcanes, con un ingreso per cápita que apenas supera los 820 dólares anuales.
Mientras tanto, ni lerdo ni perezoso, el premier ruso, Vladimir Putin, quiso aprovechar la «boleada» para comparar a la guerrilla albanesa de Macedonia con los levantamientos armados en Chechenia, una desmesura que sólo los rusos son capaces de practicar.