Esta vez la condena al terrorismo fue unánime, o casi unánime, y nadie se puso a especular con el dolor de la gente para obtener réditos políticos. Por su parte, la extrema izquierda y la extrema derecha, que en estos temas suelen tener inquietantes coincidencias, insisten en condenar a Bush y Blair en avalar, de hecho, el accionar terrorista.
Es como si el Ku Klux Klan atacara a la Casa Blanca porque designaron a una negra en la cancillería, y como yo soy antiimperialista en lugar de condenar al racismo me despacho con una sarta de lugares comunes acerca del daño que el imperialismo le ha hecho al mundo. Los encapuchados del Ku Klux Klan por supuesto que estarán muy agradecidos, del mismo modo que Ben Laden debe de haber estado muy agradecido con esa izquierda y esa derecha que después del atentado de Atocha se dedicaron a atacarlo a Aznar y a echarle la culpa por lo sucedido.
O es como si Hitler bombardeara Londres y como yo soy antiinglés me dedicara a festejar los ataques, como efectivamente en su momento lo hicieron algunos nacionalistas argentinos en 1940. Pues bien, en Inglaterra nadie le echó la culpa a Blair y eso que Blair está mucho más comprometido en la guerra de Irak que Aznar. Lo que ocurre es que en Inglaterra existe otra cultura política, y además, las bombas de Londres no estallaron durante una campaña electoral. Digamos que en España en el 11M los terroristas en cierta manera se salieron con la suya, pero en Inglaterra se encontraron con una sociedad y una clase dirigente que no cedió al chantaje integrista.
Los ingleses asumieron con coraje el ataque y unieron filas recordando otros tiempos, en los que también fueron atacados y soportaron sin protestar los bombardeos de la Luftwafe confiando en que el gobierno integrado por laboristas y conservadores los defendería aunque el precio a pagar fuera, al decir de Winston Churchill, fuera sangre, sudor y lágrimas.
También es posible creer que un amplio sector de la opinión pública haya entendido que Ben Laden no hace estallar bombas en defensa de las víctimas de Irak, sino que se vale de ese episodio para continuar con su delirio integrista iniciado mucho tiempo antes de que a Estados Unidos e Inglaterra se le ocurriera invadir Irak y derrocar, por el peor de los caminos, a uno de los sátrapas más carniceros del siglo veinte.
Creo que hoy existe un amplio consenso en admitir que Ben Laden y la red de terroristas ensabanados y multimillonarios que lo acompañan es la expresión más parecida a lo que se conoció como la cultura nazi. Como Hitler, Ben Laden defiende la cultura de la muerte; como Hitler sostiene que es posible retornar a un tiempo perdido en la noche de las ensoñaciones, cuando el Islam pretendía dominar el mundo; como Hitler, es antisemita y si el Fhürer soñaba con el Reich del milenio, Ben Laden sueña con el Islam del milenio; como Hitler, Ben Laden es antimoderno y por antimoderno es anticomunista y antiliberal: como Hitler, no tiene escrúpulos en reivindicar banderas de liberación o anticoloniales en nombre de un futuro orden social que será jerárquico, militarizado, intolerante y teocrático. Como Hitler, Ben Laden rechaza la modernidad, pero se aprovecha de sus avances tecnológicos para ponerlos a su disposición.
¿Hasta dónde Ben Laden es representativo de los musulmanes? Creo que desde el punto de vista del reclutamiento militar expresa a una minoría, pero no estoy tan seguro de que las adhesiones más o menos entusiastas que recibe sean tan minoritarias. En Londres se estima que hay 1.600.000 musulmanes, de los cuales en Al Qaeda militan unos 3.000, mientras que se calcula que unos 10.000 han asistido a reuniones de adoctrinamiento, valiéndose claro está, de las libertades civiles que el condenado imperio anglosajón reconoce a todos los ciudadanos.
Atendiendo a estas cifras Al Qaeda es una expresión minoritaria, pero habría que preguntarse hasta dónde esa minoría -todo grupo armado siempre lo es- no expresa los deseos, los prejuicios, miedos y pasiones de cientos de miles de musulmanes que, por un motivo o por otro, no se reconocen como combatientes pero los respetan y les brindan apoyo logístico.
Al Qaeda es una minoría, pero existen minorías activas que de alguna manera terminan por expresar sentimientos contradictorios de mayorías. Por diversas razones, el sentimiento antinorteamericano y antisemita está muy extendido en las comunidades musulmanas. Ben Laden se vale de ello para legitimarse. Mao Tsé Tung decía que el guerrillero para ser eficaz debía moverse en el seno del pueblo como el pez en el agua. ¿Así se desenvuelven los militantes de Al Qaeda entre las comunidades musulmanas? Sería interesante hacer un estudio al respecto, porque queda claro que no alcanza la condena pública al terrorismo de algunos clérigos o de ciertas asociaciones musulmanas, porque más allá de la sinceridad de muchos, a nadie se le escapa que en más de un caso estas condenas nacen de la conveniencia y que para la lógica terrorista no hay ningún inconveniente en que las organizaciones de superficie condenen lo que después se alienta en la clandestinidad.
Si alguien, o algunos, invocando la condición de argentinos realizan acciones detestables y repugnantes yo trataría de diferenciarme inmediatamente de ellos y si fuera necesario probaría con los hechos que no tengo nada que ver con lo que condeno de la boca para afuera. A mí no me caben dudas de que una mayoría de musulmanes quiere vivir en paz, practicar su religión y disfrutar de los beneficios de las sociedades occidentales; me consta que son muchos los que no quieren saber nada con regresar a un tipo de sociedad cuyas bondades ya sufrieron en carne propia y, debido a ese sufrimiento, fue que emigraron buscando en Europa lo que los «paraísos» de los jeques, sultanes y ayatolas no podían brindarle, pero sería deseable que esas condenas verbales se expresen en una actitud más militante contra el terrorismo porque, que yo sepa, no conozco un caso en el que un sector de la comunidad musulmana haya denunciado a un terrorista y, lamentablemente, conozco muchos casos en que los protegen o los toleran al estilo «son muchachos un poco equivocados pero muy bien intencionados».
Digamos que la lucha contra el fascismo clerical de signo musulmán es una lucha de todos y esa lucha incluye la defensa de las libertades civiles y políticas, del pluralismo político y religioso, de la aceptación de las diferencias y la tolerancia al que piensa distinto. Importa recordar en toda circunstancia que Ben Laden y los terroristas de Al Qaeda no atacan a Occidente por sus errores, que los tiene y son varios, sino por sus aciertos.