Sería imprudente e incorrecto anticipar el resultado de las elecciones de mañana, pero es muy probable que para el lunes el presidente Néstor Kirchner disponga de más poder político. Habrá que preguntarse en todo caso sobre la extensión de ese poder y el uso que sabrá hacer de él. Pero esa es otra cuestión.
Conviene recordar que desde 1983 a la fecha Kirchner fue el presidente que dispuso de menor cantidad de votos al momento de ingresar a la Casa Rosada. Esa suerte de capitis diminutio, provocada por la deserción de Menem, podrá enmendarse en parte en estos comicios, aunque a decir verdad, en estos dos años el mandatario había corregido su debilidad de origen mediante una gestión política que le otorgó legitimidad de ejercicio.
La experiencia enseña que el presidente que realiza una buena elección en la mitad de su mandato está en condiciones de aspirar a la reelección dos años después, y con buenas posibilidades de éxito. Así ocurrió con Menem en 1993, aunque no pasó lo mismo con Alfonsín en 1987. Si esto es bueno o no para una república es un tema de discusión, pero en principio hay que decir que una buena elección de Kirchner no sólo fortalecerá su poder político sino que lo proyectará más allá de 2007.
En elecciones como éstas importan los diputados que suman las fuerzas políticas, pero también importa cuál de las fuerzas en pugna saca más votos. Chiche Duhalde y Cristina Kirchner van a ingresar como senadoras, pero nunca fue ése el tema en discusión en provincia de Buenos Aires. Lo que allí siempre se debatió es si el kirchnerismo lograba imponerse al duhaldismo y por cuántos votos se expresaba esa superioridad.
En Capital Federal, Carrió, Bielsa y Macri van a ingresar al Congreso, pero lo que también importa en este caso es quién saca más votos. Lo mismo ocurre en Santa Fe, en donde Rossi y Binner serán diputados nacionales con independencia del resultado, pero el domingo a la noche lo que mantendrá a todos expectantes es saber cuál es la diferencia de votos.
¿Qué ocurrirá en Santa Fe en un caso o en otro? Si el peronismo gana, consolida el poder de Kirchner en el orden nacional y se posiciona hacia el 2007 para continuar ejerciendo el poder en la provincia. Si el que gana es Binner, Kirchner no puede sumar a un distrito poderoso como Santa Fe a su hegemonía política, mientras que en el orden provincial el socialista se instala como el candidato de la oposición para el 2007.
Visto desde otra perspectiva, la derrota del peronismo santafesino no amplía el poder de Kirchner, pero tampoco lo debilita, en tanto Binner no es lo que se dice un opositor sistemático. En Santa Fe, la derrota del peronismo no lo ayuda para el 2007, pero tampoco lo perjudica demasiado, ya que ésta fuerza cuenta con un candidato fuerte para la gobernación que se llama Carlos Alberto Reutemann, para quien la hipotética derrota de Rossi en estas elecciones no es su derrota.
La derrota de Binner podría llegar a descalificarlo en principio para ser candidato en el 2007, en tanto sería su segunda derrota consecutiva. Y esta «debilidad» no suele ser perdonada en la política argentina, salvo en los partidos de izquierda, donde Altamira o Echegaray sacan menos del uno por ciento de los votos desde hace treinta años y sin embargo no vacilan en continuar presentándose como candidatos y en seguir presidiendo sus partidos con la convicción de monarcas que suponen que Dios los designó en ese lugar hasta el fin de los tiempos.
Binner y Rossi no son los únicos candidatos en estas elecciones. Que sean los probables ganadores o que los comicios estén polarizados en torno de sus figuras, no quiere decir que no haya otros candidatos tan respetables o tan controvertidos como ellos. Precisamente, lo que distingue a estos comicios es que la ciudadanía tiene la posibilidad de elegir atendiendo a un arco de opciones que va desde la izquierda a la derecha, pasando por todos los matices que se extienden entre esos extremos.
De estos candidatos pueden decirse muchas cosas a favor y en contra, pero lo que importa es que en una democracia seria, votar por candidatos que las encuestas no favorecen no significa perder el voto sino todo lo contrario. En verdad, lo que ese voto alimenta es a los componentes básicos de toda democracia pluralista: las minorías.
En toda elección participan los candidatos y los votantes. También sobre estos últimos es necesario hacer ciertas consideraciones. Las mediciones de opinión sostienen que las expectativas de la sociedad en estas elecciones son pobres; la gente, en general, desconfía de los políticos y considera, en algunos casos con buenas razones, que son corruptos o que están más motivados por su interés personal que por el interés público.
Se sabe que muchos dirigentes políticos han hecho méritos más que suficientes para justificar esta imputación; pero lo que todo ciudadano debe preguntarse en estos casos es si lo que se pretende con la crítica es terminar con la clase política o, por el contrario, contribuir a mejorarla. Si se quiere vivir en democracia es inevitable admitir que los políticos son necesarios; si lo que se pretende es otra forma de convivencia social hay que aprender a hacer uso de las libertades que asegura el estado de derecho para ponerse a trabajar por esa propuesta alternativa con el objetivo de convencer a la sociedad sobre sus bondades o beneficios.
Lo que un ciudadano no puede hacer es transformarse en un charlatán de feria, confundir a la política con un partido de fútbol, realizar algo así como una catarsis tendiente a proyectar frustraciones y resentimientos que ningún sistema político en el mundo podría solucionar.
La otra pregunta que todos deberíamos hacernos, es sobre nuestra responsabilidad en la existencia de esta dirigencia política. A diferencia de un régimen despótico, los hombres que ejercen el poder en una democracia no están en ese lugar por razones hereditarias o de fuerza, sino porque los votó el pueblo. Incluso, en más de un caso, los votó varias veces.
Una democracia en serio reclama de sus ciudadanos algo más que votar una vez cada dos años: una sociedad democrática exige actos cotidianos de solidaridad, de responsabilidad pública, de inteligencia cívica. Votar es una de las actividades de la democracia, importante en tanto no hay democracia sin ciudadanos que votan, pero no hay que olvidar que no existen democracias sin ciudadanos con conciencia cívica, sin ciudadanos responsables, sin ciudadanos preocupados por ejercer los derechos y cumplir con los deberes que le reclama la democracia.
Atendiendo a estas consideraciones, sería deseable que cada persona, a la hora de ingresar al cuarto oscuro, reflexione no sólo sobre los errores de los políticos sino sobre sus propios errores, porque hoy nadie puede creer en serio que existe una sociedad con políticos malos y ciudadanos perfectos.
Por último, sería importante que cada persona sepa que está contribuyendo con su voto a constituir el cuerpo social, a asegurar de una manera u otra la convivencia social. Esto exige una gran responsabilidad, en tanto fue una importante conquista de los pueblos reconocer el principio del sufragio universal, es decir, que toda persona por el solo hecho de serlo tiene derecho a votar con independencia de su riqueza o de sus creencias.
El sufragio universal debería reclamar como contrapartida un gesto básico de modestia y un mínimo de lucidez y responsabilidad para pensar que los problemas políticos son problemas sociales, colectivos. Por lo tanto, se impone salir de la estrecha celda del individualismo y mirar el interés público. Esta verdad elemental la conoce el votante de una cooperativa, el votante de una comuna, el votante de un club. La misma actitud se reclama a la hora de votar para decidir en el orden provincial o nacional.