Las derivaciones políticas del secuestro de Luis Gerez han permitido algo que muy difícilmente se logra en política: que todos estén bajo sospecha y que nadie le crea a nadie. En un país normal con una cultura política normal esto no debería suceder, pero en la Argentina sucede y hoy el ciudadano común y corriente lo único que sabe es que no sabe nada. Esa hazaña socrática la ha logrado el gobierno por acción y por omisión, por sobreactuar un episodio o por no saber esclarecer un hecho que en sus líneas generales ya debería estar esclarecido.
Gerez fue secuestrado y como a todo secuestrado no lo trataron bien. Recuperó la libertad y en ese punto concluyen las certezas. Sería injusto decir que Gerez miente, pero hasta la fecha no se sabe si dice sólo una parte de la verdad. Tampoco se sabe quiénes fueron los secuestradores y mucho menos se conoce de sus móviles porque, como le gustaba decir al amigo de mi tío, el caso hiede a interna peronista, interna en donde están involucrados militantes sociales, torturadores, narcotraficantes, secretarios de unidades básicas, matones sindicales, cumbiamberos de la villa, propietarios ricos de prostíbulos baratos y comisarios porongas de la célebre Bonaerense, es decir, la ralea social, en donde el vicio y la virtud, el pecado y el testimonio, el militante y el crápula, el santo y el psicópata se confunden en una exclusiva identidad política.>
El esquema inicial de una banda de extrema derecha decidida a intimidar a quienes se animaran a testificar contra los torturadores de la última dictadura militar, hoy está contaminado. No creo que el gobierno haya organizado este simulacro, pero tampoco estoy dispuesto a creer en el cuento que pretende elaborar el señor Fernández.>
Es muy probable que los secuestradores de Gerez hayan sido policías retirados o en actividad, pero no estoy tan seguro de que la causa esté relacionada con la dictadura militar. No se debe descartar que los seguidores de Patti hayan estado involucrados en esta operación, pero ello no significa creer que en Escobar y en esa zona de la provincia de Buenos Aires, pattistas y kirchneristas son dos bandos irreconciliables.>
Puede que Patti y Kirchner sean rivales, pero sería desconocer al peronismo creer que esa rivalidad se proyecta hacia abajo. En Escobar y en el Gran Buenos Aires las relaciones entre kirchneristas y pattistas no hay que imaginarlas como dos trincheras, sino como una frontera libre en donde está garantizado el pasaje de ida y vuelta.>
Superpuesto a la interna peronista, pero en muchos aspectos, dependiente de ella o conectada en sus bordes, funciona la Bonaerense con sus intereses corporativos y sus relaciones con el hampa, una manera suave de referirse al tema, ya que en más de un caso «la Bonaerense no está conectada al hampa, es el hampa».>
Por razones culturales e ideológicas, los policías de la Bonaerense son solidarios con la dictadura militar por el sencillo motivo que muchos de ellos trabajaron bajo las órdenes de Camps, y porque en esos años aprendieron todo lo que hay que saber para ser un buen policía corrupto. Los vínculos entre policías mafiosos y peronismo de base en más de un caso se parecen a las célebres relaciones carnales. ¿O alguien supone que es una casualidad o una excepción histórica que Patti, el célebre torturador, sea peronista?>
Como en toda relación carnal abundan las traiciones, las trampas, pero también las lealtades y ese invisible pero consistente vínculo de solidaridad que se teje en los bajos fondos entre supuestos militantes sociales y policías, entre rateros y pungas, entre buchones profesionales y mangueros de unidades básicas, entre punteros y matonaje policial, entre rufianes y proxenetas, y sabandija de sindicatos y vecinales, lazos que en más de un caso se originan en las relaciones íntimas entre vecinos y parientes y que se cristaliza por la pertenencia no a la misma clase social sino al mismo estilo de vida.>
El secuestro de Gerez hay que ubicarlo en esa geografía, en esa suerte de reñidero social, en esas redes de clientelismo político, hampa mafioso, lumpenaje cultural, todo ello, por supuesto, impregnado de cultura peronista, la identidad «natural» de las clases populares en tiempos de fragmentación social, descomposición clasista, ausencia de certezas e ideales y en donde la única consigna válida es el «sálvese quien puede».>
El secuestro de Gerez no es un invento del gobierno, pero el gobierno intentó aprovecharlo a su favor con la torpeza y vulgaridad que caracteriza estos actos, sobre todo cuando el operador es el señor Fernández. Como para estos caballeros hacer política es un oficio que se aprende consultando el diccionario de «Avivato», supusieron que ésta era una buena ocasión para posar gratis como héroes de la jornada.>
Estoy casi seguro de que esta estrategia no la programó Kirchner, pero una vez más el presidente compró el pescado podrido que le vendieron sus empleados. Tal como se presentan los hechos, daría la impresión de que Kirchner volvió a equivocarse como ya lo hizo en su momento en San Vicente y en Misiones. En San Vicente, pretendió ser el héroe de la tradición peronista posando al lado del féretro de Perón y rodeado de matones sindicales; en Misiones quiso ser el aval de la reelección indefinida apoyando a lo más impresentable de la política nacional; en Escobar se esforzó por presentarse como el adalid de los derechos humanos y el presidente que enmendaba la falta de respuestas por el secuestro de López. Habló de más, o habló demasiado rápido o confió más allá de la prudencia en sus colaboradores, pero lo cierto es que logró los objetivos opuestos que pretendía.>