El gobierno nacional supuso que el anuncio de aumento a los docentes lo instalaba al ministro Filmus como candidato ganador en la Capital. Es probable que no haya calculado las consecuencias de una decisión de cuyos costos, en principio, debían hacerse cargo las provincias, sobre todo aquellas que no responden políticamente al oficialismo.
En esa sintonía, las refriegas callejeras en Neuquén eran previsibles y la muerte de un docente un incidente funcional a la estrategia de liquidar políticamente a los gobernadores desafectos. Las declaraciones del ministro Fernández y del propio presidente apuntando contra Sobisch fue una operación que prometía otorgar grandes beneficios, ya que en un solo acto el oficialismo se presentaba ante la sociedad como garante de la protesta social mientras pulverizaba a un gobernador opositor.>
Desde los tiempos de Maquiavelo se sabe que la política suele ser impiadosa, pero también se sabe que para la impiedad hay un estilo, o por o menos debería haberlo, me refiero a ciertas normas que un presidente, un jefe de Estado, debe respetar, salvo que alguien crea que la política se maneja con los códigos de Vito Corleone y al disidente que no acepta las sugerencias del poder se le degüella el mejor caballo y a su cabeza sangrante se la instala delicadamente en su cama a la espera de un dulce despertar.>
Kirchner intentó aprovecharse de la situación creada en Neuquén y sus acciones me recuerdan la avidez de un niño glotón dispuesto a disputar en un cumpleaños la mejor porción de la torta de chocolate (la imagen no es mía, la usó Juárez Celman cuando le preguntaron qué opinaba de la política). Como la realidad suele ser más complicada que las groseras acciones compulsivas de los supuestos operadores del poder, el mismo escenario que Kirchner quiso aprovechar en Neuquén hoy se reproduce en Santa Cruz con los maestros y empleados estatales alzados contra la política salarial del gobierno.>
En estos días la provincia que constituye el feudo privado de la familia del presidente está controlada por la policía y la gendarmería. En definitiva, la situación de Santa Cruz no es diferente a la de Neuquén y las soluciones que aplica Kirchner en su feudo no difieren en lo fundamental de las que intenta aplicar Sobisch, porque -y esto es lo importante- Sobisch y Kirchner no son diferentes, y podría decirse que si están peleados no es porque uno sea popular y el otro un verdugo, sino porque sus apetencias de poder son similares.>
No es un tema menor que un docente sea asesinado por un policía que debería haber estado entre rejas y no vistiendo el uniforme de la institución. Lo que corresponde en este caso es lo que se hizo, es decir, detener al asesino e iniciarle acciones judiciales. Sobisch sería un cómplice del asesino si lo hubiera condecorado o ascendido, pero no fue ésa su respuesta. Acusarlo de asesino porque ordenó liberar una ruta de acceso a la ciudad capital es arbitrario y, muy en particular, peligroso para la totalidad de la clase dirigente que en ciertos temas relacionados con el ejercicio del poder debería ser solidaria, no en la injusticia sino en la defensa de la legitimidad de sus actos.>
La reacción de Macri de negarlo a Sobisch antes de que cantara el gallo demuestra que el joven empresario podrá ser un buen dirigente de Boca pero carece de los reflejos indispensables de los políticos de raza. Es más, carece del instinto elemental que debería exigirse a todo político que intenta representar intereses colectivos y de clase.>
Un político en serio, seguramente hubiera condenado la muerte de Fuentealba, pero hubiera sido reticente a la hora de extender esa condena a Sobisch. Pero hizo lo contrario, un acto que lo revela como un descarado oportunista, incapaz del más mínimo gesto de grandeza política. Como le gustaba decir a Tocqueville, la revolución social no llega por la audacia de los de abajo, sino por la imbecilidad de quienes deberían haberla evitado.>
Así como la alternativa económica de una nación no es mercado o Estado, sino una combinación histórica de ambos componentes, en el campo social la alternativa no es represión o anarquía, sino una sabia relación entre libertades civiles y políticas y orden público. No es fácil establecer este equilibrio y mucho menos en países con grandes problemas sociales y crónicos desequilibrios económicos, pero ningún político serio debe perder de vista ese objetivo y actuar en consecuencia.>
La represión estatal concebida como un absoluto es injusta y es el antecedente de nuevas y más profundas rebeliones sociales, pero la protesta social sin reglas del juego instituidas y compartidas no sólo reproduce el caos hacia el infinito, sino que en cierto punto se constituye en el pretexto favorito de los autoritarios para un golpe de mano o un golpe de Estado en nombre del orden, orden que la propia sociedad empieza a reclamar como un imperativo histórico. Y cuando esto ocurre, la experiencia histórica así lo enseña, el sacrificio de las libertades se transforma en el grado más alto de injusticia social y política.>
El gobierno nacional debería ser más cuidadoso con sus reacciones. Kirchner, en primer lugar, debería saber de una vez por todas que a la Argentina no se la gobierna como a Santa Cruz y que a Santa Cruz no se la gobierna como si fuera un feudo. Llama la atención que un gobierno que en ciertos temas actúa con una lucidez y un talento increíbles, en otros sea tan torpe o subestime de un modo grosero a la inteligencia de los argentinos.>
Es probable que el presidente esté en su derecho en criticar a los jueces por la demora en los juicios, pero incluso si se admitiera esta licencia tan opinable, el presidente no puede desconocer que una cosa es criticarlos porque no avanzan con la celeridad debida en el tema de las violaciones a los derechos humanos, y otra -muy diferente- es criticarlos porque avanzan con demasiada rapidez en el caso Skanska, un episodio de corrupción que compromete a funcionarios del poder, algo que desde hace tiempo se sospecha y que este episodio viene a confirmar.>
Kirchner practica, de alguna manera, la estrategia del tero. Canta por un lado para poner los huevos en otro. Traducido a los rigores de la política, el presidente pretende hacernos creer que critica a los jueces porque no trabajan cuando en realidad lo que le molesta es que los jueces estén trabajando demasiado.>
Es verdad que a estas picardías las suelen practicar todos los políticos del mundo, pero lo que diferencia a uno de otros es que unos lo hacen en circunstancias excepcionales y otros lo hacen casi siempre. La otra diferencia es que unos lo hacen bien y nadie se da cuenta y otros lo hacen con tal torpeza que hasta las monjitas de clausura perciben que algo huele a podrido en Dinamarca.>