¿Otra vez Israel?

Otra vez Israel es noticia. Ahora se trata de la Intifada del Cuchillo, la tercera Intifada según los jefes de Hamas que se preocupan todos los días para que Israel precisamente sea noticia. Los diarios y los canales de televisión en las últimas semanas abundan en informaciones acerca de supuestos ajustes de cuentas entre judíos y palestinos. Se habla de veinte muertos, de cincuenta muertos, de cien muertos… y una vez más se sugiere la “desproporción” entre palestinos que luchan por un ideal justo y judíos que reprimen a mansalva y sin compasión.

Repasemos los hechos. Palestinos armados con cuchillos se lanzan contra mujeres, hombres y niños; son atentados individuales, sorpresivos, tal vez escasamente planificados, que provocan el miedo y el terror entre la población judía. Ocurrió una vez, dos veces, tres veces, diez veces. Lo que pareció en principio el acto alienado de un “loquito”, ahora se presenta como una alternativa más de la prolongada guerra entre palestinos y judíos. Por lo pronto, el líder de Hamas, Ismael Hanniyeh, no ha vacilado en hablar de “los héroes del cuchillo”. Más prudente, Abbas, se limitó a algunos guiños cómplices contrastados con declaraciones políticamente correctas.

¿Cuál es la respuesta de Israel? Sencillamente defenderse. Lo que haría cualquier pueblo en idénticas circunstancias. Cursos de instrucción a la población civil para protegerse o reducir a los atacantes; mayor vigilancia en las ciudades y respuestas inmediatas y efectivas de carácter represivo contra los atacantes. Por supuesto, la mayoría de los ataques no logró su cometido y los protagonistas perdieron la vida.

Tres palestinos se subieron a un colectivo de la Línea 78 que recorre el barrio Armon Hanatziv e intentaron apuñalar a los viajeros. Las víctimas apuntadas no eran soldados ni milicianos armados, eran gente común, la gente que habitualmente viaja en un colectivo. Mujeres, estudiantes, trabajadores. La respuesta represiva no se hizo esperar y los tres terroristas fueron abatidos después de haber herido a varios pasajeros.

Algo parecido ocurrió con otro terrorista que lanzó su auto -en realidad el auto de la empresa pública de Israel donde él trabajaba- sobre un grupo de personas que esperaba un colectivo en una esquina. Hirió a varias personas, luego descendió del automóvil y se dedicó a apuñalar a algunos de los heridos. Un soldado lo abatió antes de que lograra su propósito.

Hasta aquí la descripción de algunos de los episodios. Ataques de sorpresa, agresión armada contra la población civil y respuesta por parte de los cuerpos militarizados de Israel. La noticia salió en todos los diarios, ganó la calle e inmediatamente hubo reclamos contra la policía de Israel por disparar a matar. En Israel, estas denuncias no quedan en el aire, se investigan, se inicia un expediente, se convoca a testigos. De más está decir que del lado palestino nadie se toma este trabajo, y si algunas manifestaciones públicas se hacen, son de solidaridad contra los apuñaladores, en la mayoría de los casos considerados héroes y mártires.

“A los terroristas, les podemos permitir que cometan cualquier salvajada, porque para eso son terroristas, pero al Estado de Israel no se lo podemos permitir”. El razonamiento suena injusto por la manera de expresarse, pero tiene un sustento de verdad. Israel responde por sus acciones militares, su propia población se lo exige, existen además instituciones que ponen límites, que controlan y vigilan a sus propias fuerzas represivas. Innecesario es decir que Israel es el único Estado en la región que se toma el trabajo de rendir cuentas.

El futuro inmediato dirá si se asiste a una tercera Intifada o todo se reduce a episodios protagonizados por personajes desesperados y solitarios. ¿Muy solitarios? La idea del “lobo solitario”, que por cuenta propia se lanza con los colmillos desnudos contra sus víctimas, no termina de ser convincente.

Se sospecha, y se sospecha con ciertos fundamentos, que estas acciones se alientan desde algún lugar. En todos los casos, queda claro que no es normal que adolescentes y jóvenes practiquen el oficio de terroristas suicidas con armas blancas. Conociendo los antecedentes, hay motivos para suponer que existe una preparación previa, “escuelas” donde los estimulan para el sacrificio, líderes religiosos que prometen el “paraíso” a los mártires. Después, es muy probable que la decisión acerca del momento o el lugar del operativo sea individual, pero el protagonista es el producto o la consecuencia de un proceso mucho más complejo.

Lo cierto, de todos modos, es que Israel volvió a ser noticia. En este caso, la noticia no deja de ser un testimonio elocuente de cómo se consume la información en el mundo. Se supone que estamos ante un conflicto tal vez doloroso, pero minúsculo. No más de cien muertos en los diferentes episodios, pero la exposición mediática fue enorme. Yo mismo, de alguna manera, me sumo al coro escribiendo sobre un tema que en Medio Oriente es casi una anécdota.

Sin embargo, los hechos están allí, empecinados, trágicos y espectaculares. En Siria, los muertos superan las doscientas mil personas y los refugiados suman millones, pero en estas semanas Israel tuvo más centímetros de “publicidad”. Es más, en sólo tres años en Siria murieron cinco veces más personas que en setenta años de guerra entre Israel y los palestinos. Las masacres perpetradas por la familia Assad contra palestinos nunca alcanzaron la publicidad de los episodios protagonizados por Israel. Recordemos al respecto lo sucedido en la ciudad de Hama donde fueron asesinadas alrededor de veinte mil personas en una sentada. O el destino de los palestinos en los campos de refugiados de Yamouk. Silencio absoluto. Pareciera que los únicos palestinos muertos que tienen prensa son los que mata Israel. Si las masacres las perpetran los sirios, los jordanos, los libaneses, o, lisa y llanamente deciden aniquilarse entre ellos, nadie en el mundo mueve un dedo.

Algo parecido sucede en las Naciones Unidas. Allí, las condenas contra Israel son de rutina. En los últimos tiempos, la ONU emitió contra Israel tres veces más condenas que contra las masacres y atropellos a los derechos humanos cometidos en Siria, Sudán, Libia, Corea, Irán o Arabia Saudita.

La información no es novedosa. En Israel, esto se sabe desde hace años, pero en las actuales circunstancias lo sucedido adquiere tono de caricatura o mascarada. El mundo ya no ignora, no puede ignorar, lo que sucede en Siria, las masacres periódicas, el degüello de prisioneros, las persecuciones a otras religiones, la destrucción de obras que son patrimonio de la humanidad, la tragedia de los refugiados. Sin embargo, un puñado de pretendidos cuchilleros palestinos en Israel, gana la primera plana de los diarios.

El tema realmente merece estudiarse. No es que entre Israel y los palestinos no haya conflictos y que esos conflictos sean vividos por sus habitantes como una tragedia, sino que comparados con las masacres masivas en otras partes del mundo cercano, lo sucedido en Israel es casi un episodio menor.

Es más, tomando como referencia a Siria, sumando la guerra en Afganistán, las carnicerías perpetradas por el Estado Islámico, el terrorismo en Pakistán, las luchas tribales en Libia, queda claro, debería quedar claro de una buena vez, que Israel no es el responsable de la violencia en Medio Oriente.

¿Cómo es eso? Sencillo. Siempre se dijo y se repitió que los pueblos árabes no podían soportar la humillación que representaba la existencia de Israel y la supuesta represión del pueblo palestino, incluso se afirmó que si Israel no existiera, el Medio Oriente sería un paraíso de paz y amor.

Pues bien, la “pedagogía” de los hechos demuestra que los problemas en la región son de otra naturaleza y que los judíos no son la causa principal ni mucho menos. Regímenes de dominación y explotación a cargo de jeques multimillonarios, clérigos criminales y fanáticos, monarquías absolutas y dictaduras militares dan cuenta de problemas acerca de los cuales Israel no tiene arte ni parte. ¿Alguna vez las clases dirigentes árabes, sus intelectuales, sacerdotes y políticos se harán cargo de que el problema de sus sociedades está adentro y que ya no sirve agitar los espantajos del sionismo, el imperialismo yanqui o el imperio del Mal para victimizarse o eludir la verdadera naturaleza de sus crisis?

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