Elecciones, matufias y transparencia

Moderado como siempre, Marcial sólo se permitió llegar al bar con un globito en miniatura, un globito de color amarillo. Ése fue su modesto homenaje a la victoria de Cambiemos. José, que ya imaginaba la que le esperaba, decidió por la ofensiva, fiel al principio de que la mejor defensa es un buen ataque.

—No sé por qué tantos festejos; ganaron por menos de tres puntos. Políticamente fue un empate, con el agregado de que nosotros obtenemos este resultado después de haberles ganado por goleada durante doce años -dispara José.

—Lo de los tres puntos me gustaría considerarlo -dice Abel.

—No te entiendo.

—Sencillo. A mí me llama enormemente la atención que el señor Scioli haya reconocido la derrota a las 21.30, cuando la ventaja de Macri era de más de diez puntos. Extrañamente, y de una manera por de más de sospechosa, los peronistas empezaron a ganar votos hasta llegar a casi al dos por ciento de diferencia.

—¿Qué insinuás?

—Muy sencillo -intervengo yo- le metieron mano al sistema. Vos te darás cuenta de que si efectivamente Scioli hubiera creído que perdía por dos puntos no habría salido a las nueve de la noche a reconocer la derrota. Admitamos que algo pasó, algo sucio, muy al estilo de los compañeros.

—Ustedes no tienen pruebas para decir esto -refuta José-, ni siquiera Macri cuestionó lo sucedido.

—Lo que yo sé es que el objetivo de los “compañeros” era ganar la elección por zurda. Parece que a último momento se descubrió la maniobra y se arribó a un pacto de caballeros: Macri no denunciaba nada y los compañeros admitían la derrota, pero por dos puntos.

—Eso me parece una novela.

—Tratándose de ustedes, más que novela estamos ante una película de terror.

—Lo que recuerdo -dice Abel- son las elecciones provinciales en Santa Fe en 1983. Esas elecciones en que los peronistas les robaron a los radicales.

—No está probado.

—Por supuesto que no lo está, pero lo sabe todo el mundo -observa Marcial.

—A mí me lo contó un protagonista de la matufia -agrega Abel-, cuando los radicales santafesinos se enteraron de que Alfonsín ganaba en el orden nacional, una victoria inesperada según las encuestas y los observadores, salieron todos a festejar y dejaron a los peronistas solos.

—Que se jodan por giles -masculla Marcial.

—Giles o no, la cosa es que allí decidieron quedarse con el cargo de gobernador y la intendencia de Santa Fe. Y también le iban a meter mano a Rosario, pero los paró uno de la banda -o la cooperativa- con la siguiente frase: “No abusemos muchachos porque se van a terminar avivando. Estos radicales son boludos pero no tanto”. Y así fue como le dejaron Rosario.

—Un lindo cuentito -comenta José.

—No, no es un cuentito, es una historia.

—Y eso, ¿qué tiene que ver con lo que pasó ahora?

—Te lo digo con un comentario futbolero -explica Marcial-, Bilardo les tenía prohibido a los jugadores festejar un gol, porque ese festejo desorganizaba a la línea media y a la defensa, por lo que enseguida llegaba un gol de contragolpe.

—No te entiendo adónde querés llegar.

—Muy sencillo, que como en Santa Fe en 1983, los muchachos de Cambiemos cuando Scioli admitió haber perdido, salieron a festejar y allí fue cuando aprovecharon la bolada y le metieron mano al sistema.

—No hay pruebas.

—No, claro que no las hay, como tampoco hay pruebas de que a Nisman lo asesinaron, o de que los Kirchner se enriquecieron ilícitamente.

—Bueno -digo para despejar el ambiente-, todo terminó y por un voto, diez o cien, Macri es el nuevo presidente de los argentinos.

—Ahora los quiero ver bailar -exclama José-, porque hasta este momento les resultó fácil criticar, pero ahora que son gobierno vamos a ver lo que hacen.

—Con robar menos y mentir menos, Macri puede llegar a ser Gardel.

—No alcanza con eso.

—Como para ustedes mentir y robar son minucias de la vida, está claro que no alcanza -dice Abel.

—Yo creo que estamos ante un nuevo momento histórico -afirmo-, o, para ser más cauto, ante una nueva oportunidad histórica. Depende de Macri y de Cambiemos hacerlo posible, pero está todo a favor para que así ocurra.

—Nosotros les vamos a dar los noventa días de gracia y después vamos a empezar a defender las conquistas de los trabajadores.

—Cuando los peronistas dicen eso -comenta Abel-, quieren decir que se preparan para hacerle la vida imposible al gobierno.

—Es muy sencillo -comenta Marcial-: los muchachos cuando están en el poder roban y cuando pasan a la oposición incendian.

—Yo no creo que sea tan así -digo-, quiero creer que los peronistas van a colaborar y van a ejercer una oposición responsable.

—Los peronistas, puede ser -consiente Abel-, pero la Señora no lo creo.

—No sé en qué te basás para decir eso -reprocha José.

—En lo que hizo tu jefa cuando lo recibió a Macri. Una declaración de guerra, una verdadera declaración de guerra, un anticipo de lo que va a hacer cuando sea opositora.

—Si es que está libre -comenta socarronamente Marcial.

—Ya los veo venir -exclama José-, van a empezar con las persecuciones como en 1955. Ya conozco ese revanchismo gorila.

—Yo no sé lo que pasó en 1955, porque entonces era muy chiquito -explica Marcial-, pero ahora no se trata de crear comisiones especiales, porque con las leyes de la República y los jueces de la República alcanza y sobra. Y así es porque los delitos son tan evidentes que con un mínimo de ecuanimidad los responsables terminan entre rejas.

—Yo por ahora me conformo -digo- con que el Centro Cultural no lleve más el nombre de un tipo que nunca tuvo nada que ver con la cultura.

—Y es más -agrega Abel- la designación es de dudosa legalidad, porque las leyes prohíben monumentos y homenajes parecidos hasta diez años después de la muerte del homenajeado.

—En estos temas los peronistas -digo- son fieles a sí mismos. Levantan monumentos, honran a sus líderes con nombres de calles, edificios públicos, provincias y ciudades. Así lo hicieron antes y así lo hacen ahora.

—Por qué no dejan las chicanas de lado y explican lo que van a hacer cuando asuman el gobierno -reclama José.

—Eso lo vas a saber después del 10 de diciembre, pero quedate tranquilo, que nadie va a hacer lo que ustedes denunciaron durante una campaña de miedo tan infame como mentirosa.

—Y la oposición -digo- va a apoyar y va a criticar, pero todo se tratará de hacer de manera normal, consultando, creando consensos, discutiendo y votando cuando las diferencias son insalvables. Nunca más la autocracia, nunca más el “vamos por todo”, nunca más la grieta social.

—Nosotros vamos a respetar las reglas de juego y vamos a ejercer una oposición que no será tan cruel y desalmada como la que nos hicieron ustedes -promete José.

—¿A quién te referís cuando decís “nosotros”?

—A los peronistas, por supuesto.

—La aclaración me parece muy oportuna, porque a partir del 10 de diciembre lo que viene es el peronismo y lo que desaparece es el kirchnerismo.

—No comparto.

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