El poema fue escrito por Emilio Falero, en 1927, y la música es de Virgilio Carmona, su hermanastro y su compañero en temas tales como “Ríe payaso”. Carlos Gardel lo grabó ese mismo año con las guitarras de Guillermo Barbieri y José Ricardo. En 1951, la orquesta de Horacio Salgán lo grabó para la Roca Víctor y su intérprete fue Horacio Deval, un cantor distinguido que merecería un mayor reconocimiento.
“Pobre colombina” también fue grabado por Julio Martel y Horacio Molina, pero hay un amplio consenso en admitir que la mejor interpretación es la de Roberto Goyeneche. La grabación es de 1978, los arreglos son de Raúl Garello y la formación musical es la Orquesta Típica Porteña. Vale la pena escuchar el álbum titulado “Percal”, donde además de “Pobre colombina” se puede disfrutar de “Malevaje”, “Más sólo que nunca”, “El Gordo Triste” y, por supuesto, una notable versión de “Percal”. Allí, hay un Polaco que todavía afronta con dignidad los estragos de la voz, con el fraseo inconfundible, la pausa justa, el floreo con el bandoneón, la nota exacta y el silencio que en Goyeneche es suspenso, emoción, dolor e incertidumbre.
Emilio Falero entró por la puerta grande del tango con este tema que mereció el honor de ser grabado por el “Morocho del Abasto”, quien pocos años después grabó “Ríe payaso”, también de la autoría de este muchacho que se ganó la vida como empleado policial, mientras dedicaba lo mejor de sí para cultivar la música que lo apasionaba. Falero fue amigo de Gardel, pero no necesitó de esa amistad para instalar en la historia del tango dos temas clásicos que lo consagraron para siempre. También pertenecen a su pluma “El Manisero” grabado por Ignacio Corsini y “Era de ley” interpretado por Roberto Firpo.
Virgilio Carmona nació en Rosario, vivió muchos años en Tucumán y, por supuesto, siempre le tributó amor a Buenos Aires. En algún momento, lució sus habilidades musicales con el trío de Anselmo Aieta en los cafetines de San Telmo y sus recursos musicales conquistaron el aplauso de la “selecta” platea que animaba la sesiones del “Parque Japonés” de Paseo de Julio a finales de los años veinte, el mismo “Parque Japonés” que abría sus puertas para que “Garufa” -escrito para esa época- adquiriera credenciales de muchacho rana. Por último, Carmona se dio el gusto de que sus mejores composiciones fueran tenidas en cuenta por Gardel. En ese sentido, a “Pobre colombina” y “Ríe payaso” hay que sumarle “En la Ribera”, “Sueño de carnaval” y “El manisero”.
Carmona fue también autor de zambas memorables, como por ejemplo “Al Jardín de la República” o “Naranjos tucumanos” y “Debajo de la morera”, entre otras. No es el único poeta tanguero que se interesó por el folclores. Sin ir más lejos, Homero Manzi, incursionó en el género campero y lo hizo con su reconocida maestría.
No deja de llamar la atención que los dos éxitos perdurables de Falero y Carmona estén relacionados con el carnaval o hayan sido escritos en su homenaje. Asimismo, en ambas letras lo que se trabaja es el contraste entre la alegría del carnaval y las penas de amor. La Colombina está triste y el payaso se ríe para disimular su pena. No van a ser los primeros ni tampoco serán los últimos
Corresponderá a los sociólogos e historiadores culturales explicar por qué el carnaval fue tan importante en la primera mitad del siglo veinte y por qué declinó. Asimismo, sería interesante indagar acerca de esa alegría algo histérica en contrapunto con la soledad y el dolor. Las letras de tango en homenaje al carnaval están en correspondencia con las obras de teatro, las novelas y las películas que celebran la misma ceremonia. Una de las grandes novelas de la literatura argentina “El sueño de los héroes” de Adolfo Bioy Casares, está ambientada en una juerga de carnaval. En el tango sería imposible escribir una reseña sobre su poesía ignorando este escenario. No he realizado un cotejo minucioso, pero me atrevería a decir que el carnaval es el principal “pretexto” de la poesía tanguera. Sin duda que, además, los tangos más exitosos interpretados por sus grandes ases pertenecen a esta temática. Basta para ello recordar poemas como “Siga el corso”, “Carnaval”, “Sacate el antifaz”, “Carnaval de mi barrio”, “Serpentina de esperanza”, “Cascabelito”, “Melenita de oro”, “Colombina”, “Esta noche en Buenos Aires”, “Soy un arlequín”, “En el corsito del barrio” y “Después del carnaval”.
Asimismo, el carnaval está presente como metáfora de fiesta, de jarana, de bullicio en innumerables letras “Y el carnaval del mundo cantaba y se reía…” dice Le Pera en “Sus ojos se cerraron”. “Sos un disfrazao sin carnaval”. Palabras como mascarita, arlequín, Pierrot, colombina, Dios Momo, corso, son casi lugares comunes de la literatura carnavalera.
“Pobre colombina” en ese sentido es un clásico. Como lo sugiere el título, la misteriosa y bella colombina, culpable de haber inferido tantas penas de amor en otros carnavales, esta vez le toca sufrir. El poema se inicia levantando el telón para el comienzo de la fiesta. Hay alegría, hay risas, cantos, pero… pero… “¡La Colombina tan sólo está triste, de luto se viste, no quiere cantar!”.
Convengamos que la presentación es novedosa. La mujer que encarna el misterio, la risa y la alegría no sólo llora sino que quiere morirse de pena. Otra vez el contraste entre la fiesta y el dolor, pero esta vez la protagonista del dolor es la que fuera en otros carnavales la reina de la fiesta.
No sé muy bien por qué el dolor de “La colombina está triste” me recuerda al tango “Alma de loca”, el tango escrito en 1927 por Jacinto Font con música de Guillermo Cavazza con excelentes interpretaciones de Gardel, Goyeneche y Rivero. También allí la reina de la jarana es sorprendida a punto de llorar. ¿Como la Colombina? Como la Colombina.
La última estrofa, de todos modos, no termina de convencerme. Suele pasar con muchas buenas letras de tango: el poeta arruina el poema con las palabras finales. La tentación al sentimentalismo cursi siempre está a la vuelta de la esquina en la poesía popular y, ya se sabe que el sentimentalismo es, sin excepción, el fracaso del sentimiento. En el caso que nos ocupa, hubiera sido mucho más efectivo ocultar los motivos del dolor de la Colombina. O dejarlo en una zona ambigua donde nunca se sepa muy bien por qué sufre. Falero comete el error de ser explícito y al siguiente verso agrava la falta anunciando que el Pierrot que la engaña regresará y que ya será tarde porque “… al ver sólo el nido tendrá que llorar”. Los amigos de la justicia, tal vez estén satisfechos por esta resolución. Hasta parece lógico: el que las hace las paga. Pero esa lógica poco y nada tiene que ver con la poesía.
Emilio Falero nació en Buenos Aires el 12 de diciembre de 1887 y murió en la misa ciudad el 25 de noviembre de 1933. Virgilio Carmona nació en Rosario el 13 de agosto de 1895 y murió en Tucumán el 12 de julio de 1948.