Su nombre verdadero es Abelardo González, pero Julio Jorge Nelson lo bautizó como Abel Córdoba, nombre que estrena cantando con Osvaldo Pugliese, la orquesta en la que se desempeñará como cantor durante treinta y un años, la permanencia más prolongada de un cantor en una orquesta. De esas tres décadas, alrededor de doce años fue él único cantante de la orquesta, considerada por muchos como la más completa de la historia del tango.
Giras nacionales e internacionales, presentaciones en los escenarios más jerarquizados del mundo, contaron con la presencia de este cantor emblemático del maestro Pugliese. Córdoba se lució en la orquesta donde alguna vez cantaron Alberto Morán, Alfredo Belussi, Jorge Vidal o Roberto Chanel. Es probable que sus intervenciones nunca hayan logrado despertar la pasión que en el público despertaban estos cantores, pero ello no disminuye sus virtudes musicales, virtudes aprobadas por las más diversas plateas y los críticos más exigentes.
Abel Córdoba nació en el barrio porteño de Caballito en la esquina de Acoyte y Ángel Gallardo, el 19 de julio de 1941, pero su infancia y adolescencia transcurrieron en la localidad cordobesa de San Francisco, donde, por razones laborales, se fueron a vivir sus padres. Como ocurre con muchos músicos y cantores, las primeras lecciones de tango las recibió en su casa. Comienza a cantar desde muy pibe. Tiene dieciséis años cuando lo “descubren” Oscar Larroca y Carlos Dante. Es que en esos días la orquesta de Alfredo De Angelis llega a San Francisco precedida de la fama consolidada a través del mítico “Glostora Tango Club”. Algunas virtudes debe de haber tenido el pibe, para que dos de los cantores más famosos de su tiempo lo inviten a subir al escenario.
De esas relaciones quedan contactos y esos contactos justifican su viaje a Córdoba convocado por la Orquesta Juventud Triunfadora de esta ciudad, orquesta dirigida por el maestro Norberto Pivatto. Inquieto y disciplinado, se preocupa por estudiar y cultivar sus recursos. En ese tiempo de aprendizaje estudia técnica de canto con el profesor Piedrabuena, que alguna vez fuera barítono del Teatro Colón.
Confiado en su talento y en las virtudes de su pinta, deja la ciudad de Córdoba y se larga a probar suerte en Buenos Aires. No le va bien. Nunca la gran ciudad fue fácil para los provincianos y el joven aprende en carne propia que ni el talento musical ni la pinta alcanzan para consagrarse en los escenarios de los mejores. Participa en concursos, se presenta en algunos programas de radio, pero el momento mágico que habilita el pase del anonimato a la fama no se produce.
No nos consta que el regreso a San Francisco haya sido con la frente marchita, pero lo cierto es que más allá de las vicisitudes de la suerte, el muchacho ya ha decidido que su destino será el canto, el canto de tangos, por supuesto. Adiós a los sueños del padre de tener un hijo cantante lírico o algo parecido. Abelardo González, -Abel todavía está lejos- se dedicará durante un tiempo a recorrer con su canto pueblos y ciudades de la provincia. Son tiempos duros de aprendizaje, tiempos en los que un artista se forja e incorpora experiencias y recursos decisivos para el ejercicio de su oficio.
A las giras por Santa Fe y Córdoba, suma las presentaciones en locales nocturnos de San Francisco. Allí será precisamente cuando el destino le tienda la mano que en su momento le negó en Buenos Aires. El muchacho estaba interpretando el tango “Mala suerte” en la Confitería Oriental y entre el público que aplaude está Luis Mela, el Negro Mela, apoderado de la orquesta de Osvaldo Pugliese.
Ingresar a la formación del autor de “La Yumba” no era sencillo. Las exigencias eran elevadas y el jurado son los músicos de la orquesta. Pues bien, nuestro muchacho supera los exámenes con las mejores calificaciones. El jurado que lo vota merece conocerse: Osvaldo Ruggero, Julián Plaza, Emilio Balcarce, Arturo Penón, Víctor Lavallén, Alcides Rossi, Julio Carrasco, Quique Lanóo y Cacho Herrero.
El debut se produce el 10 de octubre de 1964. En esos momentos los cantores de Pugliese son Alfredo Belussi y Jorge Maciel. Pronto, el Negro Belussi se va con José Basso, por lo que queda constituida una de las grandes parejas del tango: Maciel y ahora sí, Abel Córdoba. Allí se quedará hasta 1995, es decir, hasta que su maestro marche al silencio.
Su lealtad con Pugliese será a tiempo completo. Cuando en 1968 algunos músicos y Jorge Maciel se separen para constituir el Sexteto Tango -separación que fue presentada como “pacífica”, pero parece que no fue tan así- Abel se quedará con su maestro, y hasta 1981 será el cantor exclusivo, momento en que se incorporará otro de los cantores emblemáticos de la orquesta: Adrián Guida.
Capítulo aparte merecen las giras por el mundo. La primera con Córdoba es a Japón. El contrato habla de una temporada de tres meses, pero los reconocimientos son tan altos que la orquesta se queda seis. Después vienen las giras por Europa, la URSS, Estados Unidos y América Latina. La última gira fue a China y Japón. En Ecuador, está presente en la platea que aplaude a Pugliese, el príncipe Rainiero y sus hijas, las princesas Carolina y Estefanía. En 1984 yo tuve la oportunidad de oírlo cantar en Nicaragua su tema más exitoso: “Uno”. El 12 de octubre de 1985, la orquesta corona un recorrido artístico impecable presentándose en el Teatro Colón.
Abel Córdoba grabó alrededor de cincuenta temas con Pugliese. Allí se destacan entre otros “Whisky”, “Quiero huir de mi”, “Hacelo por la vieja”, “Pa lo que te va a durar”, “Sangre maleva”, “Destellos”, “Callejera”, “La mariposa”, “El encopao”. Grabó cincuenta temas con su maestro, pero el repertorio superaba los ochenta. De esos cincuenta dos son a dúo con Maciel y dos con Guida.
La muerte de Pugliese concluye la experiencia con la orquesta, pero Córdoba continuará como solista. En todas partes se le recordará su pasado glorioso con el maestro. Córdoba seguirá viajando por el mundo, a veces solo, a veces acompañado por la “Orquesta Color Tango”. Que yo sepa, aún no se ha retirado, por lo que todavía hoy podemos disfrutar de sus mejores tangos.