Pertenece al extendido lote de cantores de tangos de tierra adentro. Se llamaba Corazón Argentino Ledesma, hijo de Corazón de María Ledesma y Segunda Marcelina Paz. Todos santiagueños, todos amigos de la música, porque pareciera que en esa provincia la excepción es que alguien no nazca con habilidades con los instrumentos o con la voz. Corazón Argentino pasó a llamarse, gracias al oído artístico de un directivo de la radio local, Argentino, Argentino Ledesma. Había nacido el 24 de junio de 1928, fecha que siete años más tarde sería emblemática en el tango, porque ese día Carlos Gardel moría en Medellín.
Hace quince años yo andaba de paso por las Termas de Río Hondo y en un local nocturno observé que lo anunciaban como figura estelar de la noche. En el acto recordé que cincuenta años atrás la persona a la que hoy lo recibían a toda orquesta, había recorrido como cartero las calles de la ciudad. Calculé que para esa época el hombre había pasado los setenta, pero no obstante valía la pena escucharlo más allá de su deterioro físico, porque a un personaje como ésos siempre vale la pena conocerlos, aunque más no sea al pie de la tumba.
No me pude dar el gusto de oírlo cantar porque las entradas estaban agotadas, pero luego en el hotel compensé la frustración escuchando algunas de sus grandes revelaciones. Estoy hablando, por ejemplo, de “Silueta porteña”, “Dame mi libertad”, “Cuartito azul”, “Qué tarde que has venido”, “Baldosa floja” o “Fueron tres años”. Algunos grabados con la orquesta de Héctor Varela, otros como solista, pero en todos los casos, versiones excelentes de este santiagueño que los amigos conocían con el apodo de “Negro”.
Ledesma desde pibe, desde chango dirían en Santiago del Estero, se relacionó con la música y el trabajo. También con el fútbol, donde se destacó como delantero de Atlético de Tucumán, vocación que en algún momento dejó de lado porque el deporte era incompatible con la vida nocturna del aspirante a cantor. En el camino también se frustró la fantasía paterna de tener un hijo militar, cuando lo rechazaron en el examen de ingreso en el Colegio Militar de la Nación.
O sea que por un motivo o por otro su destino fue el tango, donde de entrada manifestó condiciones notables en una provincia exigente en materia musical. Puede que su primera incursión profesional haya sido en Radio Aconcagua, acompañado en la ocasión de las guitarras de Méndez, Navarro y Bernal. También se habla de una breve participación en la orquesta de Oscar Segundo Carrizo.
Alguna importancia el muchacho habrá tenido como cantor lugareño, para que cuando se haga presente en Tucumán la orquesta de Alberto D’Ángelo, su director lo invite a cantar, ocasión en la que se lució interpretando “Mi noche triste”, “Siga el corso” y “Volvamos a querernos”. Se dice que atendiendo sus condiciones vocales lo entusiasmaron para que se instale en la ciudad de Buenos Aires, oferta que rechazó por razones familiares.
Sin embargo, los dioses ya habían dispuesto que su lugar fuera la ciudad capital del tango. Allí llegó como empleado público en 1952 y, como buen provinciano, una de sus primeras visitas fue a La Querencia, de Avenida de Mayo 870. Allí le presentarán al maestro Julio de Caro y su primera prueba con ese prócer del tango fue en el cabaret Empire, de calle Corrientes. De Caro le explica que reemplazará al cantor Roberto Medina, pero dentro de tres meses. Es mucho tiempo para un pibe que vive acelerado. Es así como se da el lujo de decirle que no al gran maestro.
Pocos días después, Jaime Más, director de orquesta de Radio Belgrano, lo convoca para hacerle una prueba. Allí conoce a Guillermo Brizuela Méndez, el popular Negro. La trama del destino se cierra. Brizuela Méndez le presentará a Héctor Varela que necesita a un cantor capaz de reemplazar a Armando Laborde. El “As del tango” quedó fascinado con la voz del santiagueño y lo contrató en el acto. El gran debut se produjo el 24 de junio de 1952 en el Chantecler. Lo acompañó en la ocasión otro grande del tango: Rodolfo Lesica.
Argentino Ledesma ingresó en el Olimpo del tango por la puerta grande. Del Chantecler la orquesta se trasladó al Marabu de calle Maipú 365 y el 21 de agosto grabó con Varela su primer tema: “Novia provinciana”, de Horacio Sanguinetti y Carlos García Dávila. En el reverso instaló “Yo también” de Luis Rubistein y Luis Visca.
Con Héctor Varela el Negro Ledesma estuvo hasta 1956, una buena temporada de aprendizaje al lado de los grandes. A principios de ese año Jorge Durán le presentó a Carlos Di Sarli e inició su experiencia con el autor de “Bahía Blanca”. Los escenarios ahora son Radio el Mundo y el Marabú. En esa temporada la orquesta amenizó los bailes de carnaval de San Lorenzo de Almagro.
Héctor Varela no era hombre dispuesto a renunciar a un cantor sin dar pelea. Habla, convence, eleva la oferta económica y antes del año, Ledesma decide regresar a esta orquesta para asombro de un Di Sarli poco acostumbrado a que los cantores lo dejen plantado.
Durante este nuevo período, la dupla Ledesma-Lesica se consolidará como un clásico de la noche porteña y particular encanto tendrán las habituales interpretaciones a dúo de valses y milongas. Dicho a modo de anécdota, “Silueta porteña” estaba pensada como una versión a dúo, pero una inesperada ausencia de Lesica habilitó que Ledesma la interpretara como solista y que se constituyera en el acto en una de sus grandes revelaciones.
De todos modos, Ledesma ya estaba decidido a volar con sus propias alas. Edmundo Rivero le dio un consejo decisivo: “Váyase de la orquesta, pero asegúrese bien porque usted es muy joven”. El “seguro” en este período inicial como solista será Mario Battistella. Un año después dejó la orquesta de Varela y empezó su periplo como solista, acompañado por músicos de la talla de Jorge Dragone, Francisco Canaro, Osvaldo Fresedo, Mariano Mores y, en algún momento, con Osvaldo Pugliese en los ochenta, ocasión en la que dijo: “Después de esto puedo dormir tranquilo”.
En realidad, famoso ya era desde antes. En 1960 fue convocado por el director de cine Kurt Land para participar del film “El asalto”, en el que actúan Alberto de Mendoza, Egle Martin y Tato Bores. En la ocasión interpretó tres temas: “Cafetín de Buenos Aires”, “Dame mi libertad” y “El asalto”. También incursiona en las tablas, en la obra “Patio de tango” donde trabajan Fidel Pintos y Tito Lusiardo.
Por supuesto, los portales de los grandes programas de televisión de aquellos años se le abren sin reservas. Pienso, por ejemplo, en “Sábados Circulares” y “Grandes valores del tango”. En 1964 Canaro preparó doce temas de Gardel para que los grabara Lucho Gatica. No se sabe qué pasó con el cantor de boleros, pero lo cierto es que los grabó Ledesma: los seis primeros con Canaro y los restantes con el maestro Carlos García.
A mediados de los años setenta, inauguró “La Casa de Argentino Ledesma” en pleno barrio de la Boca. Allí lucieron su talento, entre otros, Edmundo Rivero, Roberto Rufino, Rosana Falasca y Osvaldo Requena, para mencionar los más conocidos. Por último, entre 1957 y 1971 grabó para el sello EMI Odeón y luego para Microfón, Magenta y CBS.
A todo este panorama de actividades, hay que sumarle giras por las capitales de la Argentina y los principales países del mundo. Digamos que el hombre se dio todos los gustos. Alguna vez declaró en una entrevista: “Mi idea fue hacer siempre un tango melódico, porque pienso que es lo que perdura a través del tiempo. Mi vida es un eterno agradecimiento a la canción popular que me permitió ser alguien. Siempre tuve una humilde pero auténtica expresión de gratitud de provinciano al que Buenos Aires y su gente convirtieron en triunfador y, sobre todo, lo hicieron sentirse porteño”. Argentino Ledesma falleció en Buenos Aires, el 6 de agosto de 2004.