El tango “Mala entraña” fue escrito por el Negro Celedonio Flores en 1927. De Flores ya hablamos en diferentes ocasiones; basta con decir por ahora que para mi modesto criterio es un poeta que merece las más altas calificaciones. Así lo prueba este poema o letras como “Cuando me entrés a fallar”, “Corrientes y Esmeralda” y “Mano a mano”, por mencionar algunas de las más conocidas.
La música de “Mala entraña” pertenece al compositor afroargentino —así se lo presentó durante mucho tiempo- Enrique Maciel, autor entre otros temas de los principales tangos escritos por Pedro Blomberg: “La pulpera de Santa Lucía”, “La mazorquera de Monserrat” o “La que murió en París”.
El tango que hoy nos ocupa lo estrenó Carlos Gardel el 21 de junio de 1927, acompañado de las guitarras de Ricardo y Barbieri. Después llegaron otras grabaciones. En lo personal, la más lograda es la que hizo Edmundo Rivero con guitarras, porque hay otra versión del “Feo” con orquesta, hecha con la solvencia de este cantor, aunque insisto que prefiero la versión de guitarra. ¿Motivos?: Excelente vocalización, fuerza expresiva y ese tono típico de Rivero para narrar una historia de matones y malandras. “Mala entraña”, en esta versión de Rivero se inicia con un recitado suyo: “Che reo del barrio del barrio mishio, que triunfaste en cien hazañas, escuchá que en mala entraña te voy a clasificar”.
También se le animaron a este tango cantores de la talla de Juan Carlos Godoy, Claudio Bergé y Rubén Juárez con una versión notable grabada en 1978. Dicho sea de paso, “Mala entraña” se llama una canción que interpreta Sarita Montiel, muy bien escrita y muy bien cantada, pero que no tiene nada que ver con nuestro tango.
El poema que nos ocupa, pinta a un personaje del barrio que reúne las condiciones típicas del universo mítico de Flores. La primera estrofa es de un impecable logro poético: “Te criaste entre cafisios, malandrines y matones, entre gente de avería desarrollaste tu acción, por tu estampa en el suburbio florecieron los balcones, y lograste la conquista de sensibles corazones, con tu prestigio sentado de buen mozo y de varón”. Perfecta. Unos pocos versos y el personaje queda descripto hasta en los detalles. El arranque del tango en boca de Rivero tiene una fuerza extraordinaria, la fuerza necesaria para trazar las líneas de alguien que se crió en ese ambiente que, le permite decir a Carlos Waiss en “Bien pulenta”: “Estoy hecho en el ambiente de muchachos calaveras, entre guapos y malandras me hice taura pa tallar…”.
La estrofa de “Mala entraña” destaca un detalle importante: se trata de un reo, un pesado, un tipo de la noche con un prestigio avalado por su pinta, su pinta y su labia, como agregaría otro poeta tanguero. Respecto de esta estrofa hay un debate acerca del primer verso: “Te criaste entre cafisios, malandrines y matones”. Pues bien, la palabra cafisho en algunas versiones es reemplazada por la de “malevos”. Rubén Juárez, por ejemplo. Pero Gardel y Rivero usan el término “cafisho”, por lo que, con el perdón de Juárez, si estos dos ases del tango prefieren esta versión hay que inclinarse ante la sabiduría y el talento. Además, en el verso en cuestión, “cafisho” es un término más completo que “malevos”.Y si tiene alguna duda, escuche otra vez a Gardel y Rivero y después me cuenta.
La segunda estrofa está a la altura de la primera: “Mezcla rara de magnate, nacido entre el sabalaje, vos sos la calle Florida que se vino al arrabal. Compadrito de mi barrio que sólo cambió de traje, pienso siempre que te veo tirándote a personaje, que sos un mixto jaulero con berretín de zorzal”.
El personaje parece ser dueño de una distinción exclusiva, de allí esa relación o ese contraste entre el arrabal y Florida, el arrabal reo y popular y la calle Florida elegante y discreta. Toda una leyenda del tango y la literatura está presente en este verso; desde las corrientes literarias Florida y Boedo hasta el poema de Dante Linyera que empieza más o menos así: “Boedo, Boedo, la calle de todos, la alegre Florida del triste arrabal”.
Una observación para los amigos de los detalles. Flores probablemente escribió “Compadrito de mi esquina…”, pero Gardel, Rivero y Juárez cantan “Compadrito de mi barrio”. Para este verso me gusta más la palabra “barrio”, más tumultuosa que la solitaria “esquina”.
La siguiente estrofa pasa de la descripción a la acción: “Malandrín de la carpeta, te timbeaste de un biabazo, el caudal con que tu vieja pudo vivir todo un mes. Impasible ante las fichas en las noches de escolaso, o en el circo de Palermo, cuando a tacos y a lonjazos, te perdés por un pescuezo las monedas que tenés”.
La timba como oficio de hombres, como sinónimo de hombría, es un mito fuerte en el tango. En el caso que nos ocupa, hay un rasgo que merece tenerse en cuenta: la impasibilidad del personaje, su sangre fría, ese aire indiferente. Hay algo trágico en el hombre “impasible”, incluso ante la desgracia; algo trágico y algo bello, porque se trata de un buen mozo reservado, peligroso, motivo por el cual si alguna vez este tango se lleva al cine mi personaje favorito para interpretarlo podría ser Alfredo Alcón o Sergio Renán, ambos en sus mejores tiempos. Otro detalle para los curiosos: donde Celedonio dice “Te timbeaste de un biabazo el caudal con que tu vieja pudo vivir todo el mes”, Rivero dice “Te timbeaste de un biabazo, el vento con que tu vieja pudo vivir todo el mes”. Creo innecesario destacar que prefiero “vento” a “caudal”.
En la estrofa siguiente, como no podía faltar en un tango, aparece la madre, aunque esta vez el personaje no se quiebra ante la santa viejecita; por el contrario, su muerte no altera en lo más mínimo su expresión helada, indiferente. “Se murió tu pobre madre, y en el mármol de tu frente, ni una sombra ni una arruga que deschavara elocuente, que tu vieja no fue un perro y que vos sabes sentir”. Un duro. Un duro que ni siquiera la muerte de la madre lo conmueve, aunque una variante más comprensiva bien podría proponer que sufre pero no lo demuestra, porque un hombre que se precie jamás se toma la licencia de expresar alguna debilidad en público. Interpretaciones al margen, no deja de ser novedoso que ante el lugar común de la sensiblería tanguera: la santa viejecita, nuestro personaje se mantenga distante. Claro, como el título lo dice se trata de un “mala entraña”, de un tipo jodido, aunque a decir verdad el personaje a mí no me resulta del todo desagradable. No es un ganador, tampoco es un perdedor, pero puede ser un desesperado, un lobo solitario que arrastra su angustia con la máscara de su mala entraña.