La letra del tango pertenece a Homero Expósito y la música a Aníbal Troilo. El tango fue estrenado el 10 de julio de 1957. Se dice que Troilo en esos años andaba algo fastidiado con los Expósito. La leyenda asegura que el célebre Pichuco nunca les perdonó a los Expósito que fueran primos y en algunas ocasiones cómplices musicales de Billy Cafaro.
Se habla de unas noches de carnaval en el barrio porteño de Mataderos; de la animación de Pinky y Raúl Lavié y de una multitud esperando ansiosa ingresar al club, hasta el momento en que Troilo descubre que ese público insólitamente joven no asistió para escucharlo a él y a su orquesta, sino al patético y desgarbado Billy Cafaro. La leyenda circula, pero como toda leyenda nunca ha sido certificada, algo previsible por otra parte, ya que incidentes de este tipo raramente quedan documentados. Un historiador severo y exigente diría que Billy Cafaro vivió su cuarto de hora a principios de los sesenta y para esa fecha “Te llaman malevo”, ya estaba escrito y estrenado hacía por lo menos tres años.
Lo que parece ser cierto es que el tango se escribió a pedido. Unos amigos le dijeron a Troilo que se decida de una buena vez a componer algo con Expósito para que no le ocurra lo mismo que con Discépolo, quienes en innumerables ocasiones se comprometieron a hacer algo juntos y jamás lograron concretarlo. Lo cierto es que llegó el día en que se pusieron de acuerdo y en poco tiempo el tango ganó la calle.
A “Te llaman malevo” lo estrenó Ángel Cárdenas, que hacía poco tiempo acababa de ingresar a la orquesta de Pichuco recomendado por Osvaldo Manzi y para reemplazar a Carlos Olmedo. Siete u ocho años después, al tango lo cantó Tito Reyes acompañado por la misma orquesta. De Tito Reyes se dice que fue el último cantor de Troilo, aunque al respecto todo depende con el cristal con que se mire, ya que para los iniciados en el tema, el último cantor fue Roberto Achával, hombre oriundo de Bahía Blanca y que participó con Troilo en un recital en el Teatro Odeón en abril de 1975 titulado “Simplemente Pichuco”, recital que no fue muy bien acogido por el público, noticia que afectó mucho a Troilo, aunque es una exageración decir -como efectivamente se ha dicho- que culpa de ese desengaño murió de tristeza pocos meses después.
Esa noche en el Teatro Odeón, Achával cantó precisamente “Te llaman malevo”, aunque por razones que escapan a mis informaciones nunca grabó con Troilo. Sí, existe una cinta donde Pichuco y Achával ensayan este tango. Allí puede apreciarse la calidad vocal de este gran cantor y uno de los últimos firuletes de Troilo con su fueye. Habría que recordar -a título de información- que después de la muerte de Troilo, Expósito escribió en su homenaje “Ese muchacho Troilo”, con música de Enrique Francini, un inspirado homenaje al amigo de parte del primo de Billy Cafaro.
Además de Cárdenas y Reyes, “Te llaman malevo”, fue grabado por Nelly Omar, Roberto Goyeneche y Rubén Juárez. En 1972, en televisión se inició una serie titulada “Malevo”. El libro era de Abel Santa Cruz y trabajaban como actores Rodolfo Bebán, Oscar Ferrigno, Gabriela Gili e Ignacio Quirós. La serie contó con una amplia audiencia y los memoriosos recuerdan que la música de fondo era, precisamente, “Te llaman malevo”, entonada por Jorge Sobral.
A los grandes cantores se los relaciona con un tango emblemático. Gardel, por ejemplo, con “Mano a mano”; Magaldi, con “Consejo de oro”; Vargas, con “Tres esquinas”; Fiorentino, con “Malena”; Rivero, con “Sur”; Goyeneche, con “Naranjo en flor”. Pues bien, “Te llaman malevo”, pertenece a Ángel Cárdenas.
De este cantante nacido en Chacabuco, cuenta la leyenda que en una de sus correrías por Centroamérica el destino lo dejó en Cuba. Parece que el muchacho llegó con una delegación que al final del periplo por escenarios míticos como el Tropicana, fueron saludados personalmente por Fidel Castro. Según Bocha Callone, mi amigo de Chacabuco, el propio Cárdenas le contó que en cierto momento, Fidel Castro se acercó a él y en voz baja le dijo remarcando las palabras: “Para la próxima gira me debés ‘Te llaman malevo’”.
Los críticos afirman que este tango no es lo mejor de Expósito. No estoy tan de acuerdo. No tendrá el nivel de abstracción poética de “Naranjo en flor”, “Maquillaje” o “Yuyo verde”, pero su nivel narrativo es excelente. Se trata de un tango que cuenta una historia con desenlace trágico: el suicidio de su protagonista. El suicidio después de haber sido un hombre bueno, de haber sufrido un desengaño amoroso, de haberse jugado más de una vez la vida con un facón en la mano y de haber descubierto a la vuelta del camino que no hay otra salida que la muerte. ¿Acaso ese itinerario nos recuerda esa perfecta síntesis poética que tanto le gustó a Cioran: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamientos…”.
Presentemos al poema: “Nació en un barrio de malvón y luna/ por donde el hambre sabe hacer gambetas/ y desde pibe fue poniendo el hombro/ y anchó a trabajo su sonrisa buena”. El inicio es excelente. Están todos los condimentos para sazonar a un buen tango: el barrio, la luna y la sonrisa buena.
“La sal del tiempo le quemó la cara/ cuando una mina lo dejó en chancleta/ y entonces solo, para siempre solo/ largó el laburo y se metió en la huella”. Que un desengaño amoroso hiera a un hombre no es nada nuevo en la literatura; lo que importa en este caso no es tanto la historia como la manera de contarla. Después de todo, la sal del tiempo a todos nos oxida la cara.
Luego llega el estribillo, algo admonitorio y algo ponderativo. “Malevo, te olvidaste en los boliches/ los anhelos de tu vieja./ Malevo, se agrandaron tus hazañas/ con las copas de ginebra./ Por ella, tan sólo por ella/ dejaste una huella de amargo rencor./ Malevo, ¡qué triste!/ jugaste y perdiste,/ tan sólo por ella/ que nunca volvió”. El fracaso con una mujer es la causa, además del derrumbe final, de una elección de vida dictada por el dolor, tal vez el resentimiento. No es el hambre, la pobreza o la rebeldía lo que lo lanza a la “huella”, sino ese amor maldito de su primera juventud.
En la última estrofa se cierra la historia. “Tambor de tacos redoblando calles/ para que se entren las muchachas buenas/ y allí el silencio que mastica el pucho/ dejando siempre la mirada a cuenta”. ¿Por qué las muchachas buenas entran a su casa cuando se oye el tambor de tacos? ¿Es el recato porque las putas ganaron la calle? ¿O ese eco, ese redoble, lo producen los tacos del malevo? No importa la respuesta, importa la puesta en escena.
“Dicen que dicen que una noche zurda/ con el cuchillo deshojó la espera/ y entonces solo como flor de orilla/ largó el cansancio y se mató por ella”. El “dicen que dicen” remite a una noche zurda. Giros como éstos después los van a usar otros poetas, pero Expósito es único en lo suyo. También pertenece a su poética comparar la soledad con la flor de orilla. Y a la angustia con el cansancio, con ese cansancio que nuestro malevo en algún momento no soportó más.