David Fremd, comerciante y dirigente de la comunidad judía de la ciudad uruguaya de Paysandú, fue asesinado el pasado martes frente a la puerta de su negocio por un señor llamado Carlos Omar Peralta, convertido desde hace unos años al Islam con el nombre de Abdullah Omar. Según se sabe, Peralta lo esperó a Fremd en la vereda del local comercial La Popular y se abalanzó sobre él con un enorme cuchillo de cocina. Luego de asestarle varias puñaladas y de intentar hacer lo mismo con su hijo, Peralta huyó en dirección a la avenida 18 de Julio perseguido por uno de los hijos de la víctima y el vecino José Socca López, el mismo que logró detenerlo y reducirlo.
Vecinos recuerdan que Peralta antes de atacar a Fremd estuvo merodeando por la esquina de avenida España y Guayabos. Esto quiere decir que a Fremd lo esperó hasta el momento en que éste descendió del auto para ingresar a su local comercial. El diario El Telégrafo de Paysandú, brinda detalles de este crimen e incorpora un video que reproduce el momento y el escenario del crimen.
Malherido, Fremd fue llevado al hospital para ser atendido, pero a pesar de los esfuerzos de los médicos murió una hora después. Tenía cincuenta y cinco años de edad, era un comerciante y vecino apreciado por la gente y un caracterizado dirigente de la comunidad judía uruguaya. El dato merece mencionarse porque Fremd fue asesinado por su exclusiva condición de judío. Al momento de asestarle las puñaladas, Peralta exclamó -como lo ratifican los atónitos testigos- “Alá es grande”. Cuando fue detenido por Soca, insistió en que había matado a un judío en nombre del Islam y no conforme con ello manifestó que el crimen lo cometió por motivos religiosos, razón por la cual exclamó: “No voy a pasar mucho tiempo en la cárcel”.
Peralta tiene treinta y cinco años. Hace unos diez años se recibió de maestro, pero su desempeño como docente siempre dejó mucho que desear. En una de las escuelas en las que dio clase, fue denunciado por los padres de los alumnos por su maltrato a los chicos, un antecedente que seguramente las autoridades educativas tuvieron en cuenta cuando la policía descubrió que, además, compraba y vendía objetos robados.
Peralta entonces daba clases en una escuela de personal único en la localidad de Quebracho, un caserío ubicado a unos cincuenta kilómetros de Paysandú. Como consecuencia de sus actos fue sumariado y separado de la escuela. A partir de allí, inició una campaña de victimización en la que abundaron los escándalos. En junio de 2014, se encadenó en las puertas de la Inspección Departamental de Primaria de Paysandú.
La señora Esther Rivera, vecina de Peralta, expresó que en las últimas semanas el hombre estaba evidentemente desequilibrado, porque lo abandonó su novia. Según palabras de la vecina, hablaba solo, a los gritos, y todos los días sacaba a la vereda algún mueble de su casa y le prendía fuego, una escena que parece sacada de alguna novela de Faulkner.
No obstante esas evidentes manifestaciones de desequilibrio, Peralta fue autorizado por las autoridades educativas a dar clases, decisión por la que algunos responsabilizan al sindicato, aunque luego se pudo constatar que Peralta nunca fue afiliado. El lunes, el día anterior al crimen, reemplazó a un colega en una de las escuelas de la ciudad.
Decía que los trastornos de Peralta eran públicos. Ello incluía una abierta y desenfadada judeofobia a la que muchos consideraban una inofensiva patología personal. Desde hacía diez años, se había convertido al Islam.
Detenido por las autoridades, fue atendido por médicos psiquiátricos, quienes le diagnosticaron rasgos esquizoparanoicos y psicopáticos con síntomas evidentes de depresión. No obstante ello, el juez Fabricio Cidade lo consideró imputable. Según el funcionario judicial, Peralta fue consciente de sus actos. Esto quiere decir que el crimen fue premeditado, tomó las disposiciones necesarias para emboscar a la víctima y luego se jactó de lo hecho. Peralta por lo pronto ha declarado que no recuerda lo que hizo, el clásico argumento de los criminales para atenuar sus responsabilidades.
El crimen, como tal, fue condenado por un Uruguay sorprendido y conmovido por lo ocurrido. El presidente Tabaré Vázquez envió una nota de condolencia a sus familiares y a los dirigentes de la comunidad judía. Fremd fue enterrado en el cementerio judío La Paz de la ciudad de Canelones. Allí, estuvieron presentes sus familiares, paisanos y vecinos de Paysandú. Dirigentes del Frente Amplio y los partidos Blanco y Colorado, acompañaron a Fremd hasta su último descanso. Jorge Larrañaga, ex intendente de Paysandú y actual senador, caracterizados dirigentes políticos y el propio ministro del Interior, Eduardo Bonomi, advirtieron sobre la gravedad del crimen. Algo parecido dijo el cardenal Daniel Sturla.
David Fremd estaba casado y tenía tres hijos quienes estuvieron presentes en el sepelio, oportunidad en la que denunciaron el carácter antisemita del crimen. Los Fremd son una familia tradicional de Paysandú y David, en particular, era reconocido como un hombre de bien y un dirigente comunitario de toda la vida. Fue precisamente esa condición la que tuvo en cuenta Peralta para perpetrar el crimen.
El dato merece ser destacado una vez más: Fremd fue asesinado por su condición de judío. Es más, Peralta nunca había conversado con él. Jamás discutieron, jamás hubo algún episodio que permitiese establecer alguna relación con el crimen. Por lo tanto, no exageran los dirigentes de la comunidad judía cuando advierten sobre este episodio de sangre en el que una persona es asesinada no por lo que hace o lo que dice, sino por su condición de judío.
Peralta lo asesinó a Fremd con un cuchillo de cocina, un acto criminal no muy diferente al que están practicando algunos palestinos en Medio Oriente contra los judíos. La llamada Intifada del Cuchillo, caracterizada en esos términos por los dirigentes de la organización terrorista de Hamas, se viene desarrollando desde hace meses y es responsable de la muerte de treinta judíos y unos ciento ochenta palestinos. Sin ir más lejos, hace un mes, el hermano del escritor Marcelo Birmajer, un rabino ortodoxo, fue asesinado en Jerusalén por un fanático quien lo apuñaló al grito de “Alá es grande”, la misma consigna que a quince mil kilómetros de distancia profirió el flamante Abdullah Omar.
A Peralta se lo califica como un demente, un lobo solitario, alguien que desde sus desequilibrios públicos y notorios perpetró un crimen antisemita. La calificación del “loquito suelto” merecería una mayor precisión, porque la insistencia en referirse al asesino en estos términos corre el riesgo de disimular, más allá de la buena voluntad de quienes así se refieren, el carácter judeofóbico del hecho.
Peralta puede haber sido un “loquito suelto”, pero, además, era un “loquito” que odiaba a los judíos. Su carácter de lobo solitario es opinable. Basta para ello con prestar atención a las redes sociales, las páginas web y los mensajes de Internet, en los que se convoca a asesinar a los judíos en cualquier parte y sin distinciones. En ese contexto, a nadie le debe llamar la atención que el “loquito suelto” oriente hacia un rumbo determinado.
Seguramente estas consideraciones tuvo en cuenta, por ejemplo, el embajador de Francia en Uruguay, Sylavain Itté, quien no vaciló en relacionar este asesinato con los episodios perpetrados por el terrorismo islámico en su país. Conviene advertir que en Uruguay no existe una comunidad islámica organizada como tal. En la embajada de Egipto con sede en Montevideo, existe un centro de oración a la que asistía de vez en cuando Peralta o Abdullah Omar. No obstante ello, el Centro Islámico condenó el episodio.
David Fremd ha muerto. Se trata de un crimen, pero es en primer lugar el asesinato de un judío, un asesinato perpetrado en el marco de las ofensivas globales del terrorismo islámico contra los judíos, en particular, y contra todos los amantes de la libertad, en general. Insisto: Peralta es una persona desequilibrada, pero cometen un error quienes alientan la teoría del “loquito suelto”.