Abel lo repite con frecuencia: el otoño es el mejor momento de Santa Fe. No hace falta que lo diga para saberlo. Basta con prestar atención a los días para compartir las palabras de Abel. Por lo pronto, nosotros lo disfrutamos todas las mañanas en el bar. Un café, un cortado, una taza de té y somos felices. Como dice Quito, el mozo: nos conformamos con poco. José lo expresa de manera más concluyente: denos un buen bar para conversar y apoyamos a cualquier gobierno. Es que como dijera Discépolo: “En tu mezcla milagrosa, de sabihondos y suicidas, yo aprendí filosofía, dados, timba y la poesía cruel, de no pensar más en mí”.
—La noticia de la semana es que salimos del default -se jacta Marcial- años de estar fuera de la ley y viene Macri y empieza a poner las cosas en orden. La Argentina deja de ser una paria e ingresamos al mundo real de donde nunca deberíamos habernos retirado.
—Vos sos muy optimista -observa José- demasiado para mi gusto y para el gusto del pueblo argentino. Todos estos enjuagues del Parlamento se definen con pocas palabras: es fácil acordar con los buitres si se les da la razón en todo lo que reclaman.
—Ésa es tu opinión -replica Abel- porque fue una negociación dura, dura pero sensata. Y no como ustedes, que gracias a su genial estrategia ahora debemos mucho más que antes.
—Y eso que no hablamos de lo que hicieron con el Club de París y Repsol, donde literalmente se bajaron los pantalones pagando mucho más de lo que correspondía.
—En todos los casos -afirma Marcial-, lo que corresponde es pagar lo que se debe. Es así de sencillo. Es lo que hacen las personas honestas y los países honestos.
—Yo a este tema -responde José-, lo archivo y lo dejo pendiente para el futuro, para cuando veamos los resultados concretos. Porque ahora todo parece muy lindo: nos endeudamos para pagar lo que no deberíamos pagar con la promesa de que van a llover inversiones y dólares, una promesa que yo no creo que se vaya a cumplir. Y no se va a cumplir porque la vida y el mundo no funcionan así.
—Convengo con vos -digo- que estamos viviendo momentos complicados. Lo que ocurre es que las complicaciones no empiezan ahora, vienen de lejos, vienen por lo menos desde 2011 y ahora al gobierno de Macri le toca pagar las cuentas que dejaron los amiguitos de José.
—Así es fácil -consiente Marcial-, años de joda y después me voy sin pagar y cuando el que viene quiere pagar le saco el cuero por insensible.
—No den tantos ejemplos en el aire -observa José- y vayamos a los hechos. Aumentan todas las tarifas, aumenta el agua, la luz, el gas, los combustibles, el transporte público y lo único que no aumentan son los sueldos.
—Es así -admite Abel- pero no es para tanto: José exagera porque le conviene.
—Yo no soy el único que exagero. Mi amiga del alma, Elisa Carrió, dice lo mismo que yo: con estos aumentos no vamos a ningún lado. Hablamos de moral pública y transparencia y los operadores de Macri son de terror. A eso, sumale los despidos en la administración pública.
—Por Carrió no te hagás problemas -le digo a José- estuvo reunida con Macri y después se sacaron una foto juntos.
—El tema -responde José- es que ciertos problemas no se arreglan con fotos.
—Tampoco se arreglan saliendo a romper vidrieras o promoviendo paros salvajes.
—Si se dedican como los gorilas del 55 a echar gente de la administración pública, no esperen que los feliciten.
—A los que se echa son a ñoquis y militantes, no a trabajadores -observa Abel.
—Lo mismo decían en el 55.
—Con una diferencia -observa Marcial con una sonrisa cómplice- ahora lo vamos a hacer bien.
—Si aumentan los precios de los artículos de primera necesidad, no les va a ser fácil conquistar el corazón del pueblo. Ustedes pueden dar los mejores argumentos teóricos para justificar los aumentos, pero a la gente común no la convencen con cifras dibujadas en los pizarrones. La Argentina es la Argentina, y estas políticas de ajustes nunca dan resultado, porque a nadie le gusta que lo dejen sin trabajo, le reduzcan el sueldo. En definitiva, muchachos, al que tiene hambre no se le puede decir que haga dieta.
—Me parece que estás exagerando un poco.
—No mucho.
—Yo estoy de acuerdo -digo- que el gobierno está sometido a desafíos complicados. Se trata de un gobierno no peronista, que recibe una herencia catastrófica y que para ordenar las cuentas públicas necesita tomar medidas antipáticas. Para colmo, los empresarios y comerciantes no acompañan, suben los precios, hacen la suya y les importa un pito el país.
—Pareciera -agrega Abel- que los empresarios añoran a Guillermo Moreno. Es decir, a alguien que los tenga cortitos y los haga marchar derecho.
—Yo no estoy de acuerdo -digo- no se trata de volver a Moreno que perseguía a la gente, pero entre un rufián de las SS como Moreno y un Estado que no haga nada y permita que el zorro se coma todas las gallinas, hay un punto intermedio. A los empresarios, no hay que perseguirlos ni amenazarlos con guantes de box, pero deben cumplir con la ley. Y si no cumplen, el Estado debe sancionarlos. Hay instrumentos legales para eso, pero no sé si existe la decisión de hacerlo.
—Yo lo que les digo, muchachos, es que la luna de miel se está terminando -anuncia José-; ahora, se vienen las movilizaciones contra los aumentos de tarifas. Por su parte, los sindicalistas, todos los sindicalistas, van a reclamar por el Impuesto a las Ganancias, y ya se está protestando por los despidos.
—Ya se sabe que gobernar es comprar problemas -dice Marcial- pero este gobierno está dispuesto a comprar todos los problemas que surjan porque sabe cómo resolverlos.
—Eso está por verse.
—El gobierno sabe lo que hay que hacer en este país. No esperen que todo se arregle de la noche a la mañana, pero de a poco vamos a ir saliendo. Lo que hoy hace Macri es lo mismo que habría hecho Scioli si ganaba.
—En eso te equivocás -dice Abel-, Scioli lo habría hecho todo mucho peor. ¿Vos te imaginás el destino de ese pobre hombre gobernando con Cristina, Kicillof y “el Morsa” Fernández? ¿Te imaginás qué sería de nuestro país con un tipo que dejó a la provincia de Buenos Aires en ruinas?
—Yo creo que hay problemas -insiste Marcial- pero los opositores K no tienen cara. Como alguna vez dijera un presidente uruguayo: una manga de ladrones, del primero al último. Políticos ladrones, empresarios ladrones, funcionarios ladrones, militantes ladrones. Hemos estado en manos de una banda y resulta que ahora debemos escuchar las quejas de los mismos que contribuyeron de manera decisiva a que el país esté como está.
—No comparto -concluye José.