Días nublados. Días lindos para quedarse en el bar leyendo los diarios, tomando un café bien cargado, conversando con los amigos o, solo, recordando historias viejas. No sé qué sería de nosotros o de cada uno de nosotros sin un bar, sin ese lugar donde se celebra la amistad, donde se habla libremente sin que importe demasiado tener razón o equivocarse.
—La vida me dio la oportunidad de darme el gusto de ver cómo los malandras que se enriquecieron en nombre de la política desfilan por los tribunales y salen con las manos esposadas rumbo al calabozo -se ufana Marcial que le acaba de pedir a Quito, el mozo, que le traiga su taza de té con galletitas.
—Esto recién empieza -agrega Abel- y esperemos que no se corte. Ya era hora de que los corruptos fueran castigados; es una buena señal para la Justicia, una buena señal para la gente y una buena señal para los políticos de hoy y de mañana, entre otras cosas, porque queda claro que Jaime, Báez o De Vido son apenas empleados o socios menores de los dos jefes de la banda: Néstor y Cristina si esto va a fondo.
—Me imagino -plantea José que acaba de llegar- que en la lucha contra la corrupción que parece movilizarlos tanto, incluirán al escándalo de los Papeles de Panamá y exigirán que el señor Macri, el presidente de la Nación, explique qué hacía integrando el directorio de una sociedad offshore.
—De eso también hay que hablar -digo- porque yo también creo que no queda muy bien que un presidente de la Nación integre una sociedad offshore, sobre todo cuando se le está reclamando a los capitalistas criollos que traigan la plata de afuera, pero dicho esto, quiero marcar una diferencia: yo celebro las revelaciones de Panama Papers y no tengo problemas en criticarlo a Macri si se equivoca, pero lo mismo no ocurre con ustedes José.
—Yo no comparto la corrupción -responde José.
—No sé vos, pero tus compañeros de causa no abrieron la boca sobre Báez o Jaime o De Vido o “el Morsa” Fernández. Objetivamente los protegen.
—El ejemplo más elocuente lo brinda el pasquín de Página 12 -atropella Abel- si yo fuera un turista o un tipo que regresa a la Argentina después de un tiempo de ausencia y quiere saber lo que pasa, leyendo Página 12 no me entero que Jaime, Báez o el compañero Pérez Gadín están presos.
—Son peores que plumíferos -agrega Marcial- son canallas, manipuladores o fanáticos peligrosos.
—Yo no sería tan duro -observo- pero convengamos que a los compañeros K de buena fe cada vez les queda menos margen para defender una causa liderada por ladrones.
—Lo de Báez ya está -admite José- pero un presidente que integra una sociedad offshore debe dar explicaciones si es que es posible explicar semejante borrón.
—Te advierto -señala Abel- que la sociedades offshore son legales.
—Está bien, son legales pero no es ético que un presidente las integre.
—A mí me parece patético -digo- el esfuerzo de los kirchneristas por tratar de “empatar”. Es como que todo su esfuerzo ya no apunta a demostrar que son inocentes, porque ésa ya es una causa perdida, sino que tratan de probar que ellos son corruptos pero todos son corruptos.
—¿Y no es así acaso?
—No, no es así. No es lo mismo que Macri haya integrado una sociedad legal, reconocida por la Afip y de la cual renunció hace más de siete años, que los negocios multimillonarios con Hotesur, el dólar futuro, Ciccone, Austral Construcciones, las trapisondas mafiosas con el narcotráfico. No, no es lo mismo. Ni por cerca es lo mismo.
—Ése es tu punto de vista -replica José- ustedes se hacen los moralistas, han descubierto a la ética de la noche a la mañana, pero pretenden ignorar que la mayor inmoralidad en la Argentina es el hambre, la miseria.
—Hambre y miseria que ustedes dejaron, salvo que vos creas -explica Abel- que todo esto empezó hace tres meses.
—Además -agrego- yo no descubrí la ética ahora. Hace años que venimos hablando de la corrupción K y la corrupción menemista.
—La corrupción peronista en definitiva -completa Marcial.
—Corrupción, peronista o no -completo-, pero en todos los casos no se trata de una anécdota. Vos José, hablás de la pobreza y la miseria, pero cómo no va a haber pobreza y miseria con todo lo que tus compañeros robaron. Pensá en los hospitales, escuelas, viviendas populares o comedores sociales que se hubieran podido comprar con los setenta mil millones de pesos que perdimos con el dólar futuro o los cien mil millones que le regalamos a Cristóbal López; o los caminos, aeropuertos o puertos que dejamos de hacer porque el señor Lázaro se quedaba con todo. No, no son ustedes los más indicados para hablar de miseria y pobreza.
—Yo creo que esto es toda una cortina de humo -insiste José- no es la primera vez que los gorilas recurren a la moral para justificar su inmoralidad estructural. Puede que la corrupción exista, pero en este caso lo que no le perdonan a la compañera Cristina y el compañero Néstor son las formidables transformaciones que se hicieran en los últimos años.
—Vos me hacés acordar a ese pueblo de Entre Ríos -murmura Marcial.
—¿Qué pasa con ese pueblo de Entre Ríos?
—No tiene cura -responde ufano Marcial.
—A mí no me digan -continúa José- no es casualidad que justo cuando el gobierno aplica un ajuste salvaje salen al aire todos esos casos de corrupción. A mí no me digan… quieren distraer a la opinión pública con estas zanahorias democráticas y moralistas.
—No le des tantas vueltas. Tu presidente se hizo multimillonaria en el poder y ése fue el objetivo central de esta pareja obsesionada por el dinero, enfermos de poder y de riquezas, que nos gobernó durante doce años.
—¿Irá presa? -pregunto.
—Es difícil que un ex presidente vaya preso.
—Es difícil pero no imposible -retruca Marcial- sin ir más lejos, en Perú, Fujimori y sus colaboradores están entre rejas.
—No podés comparar a la compañera Cristina con Fujimaori -exclama José.
—Tenés razón, Fujimori robó menos.
—Cómo les duele a los gorilas que haya habido un gobierno popular que se acordó de los pobres -reprocha José.
—Ustedes se acordaron de los pobres para cagarlos. Hablan de transformaciones populares formidables -dice Abel- pero esas transformaciones existen en su fantasía, porque en los hechos dejaron al país con el treinta por ciento de pobres y con las cuentas públicas en ruinas. Hay que hacerse cargo de una buena vez; la corrupción no es un problema menor en la Argentina, un fenómeno marginal, una versión mansa de “en todos los gobiernos alguno se queda con un vuelto”; en este país la corrupción es un problema estructural, hemos estado gobernados por una banda que puso en vigencia un régimen cleptocrático.
—No comparto -concluye José.