Keiko Fujimori obtuvo casi el cuarenta por ciento de los votos en las elecciones celebradas en Perú el pasado domingo, elecciones que convocaron a un número aproximado de veinte millones de peruanos. Tal como adelantaban las mediciones de opinión, la candidata de Fuerza Popular ganó por una diferencia de alrededor de dieciocho puntos a su rival, el conservador Pedro Pablo Kuczynski, pero esa holgada diferencia no le alcanzó para imponerse en la primera vuelta, motivo por el cual estos dos candidatos competirán mano a mano por el sillón del Palacio Pizarro el próximo 5 de junio.
Todos los indicios parecen confirmar que Fujimori será la nueva presidente de Perú. Por lo pronto, sus seguidores festejaron el pasado domingo a la noche como si efectivamente su líder ya fuera presidente de la Nación, aunque sus asesores más discretos tratan de poner límite a la euforia porque hace cuatro años Keico también vivió la sensación de una victoria anticipada hasta que los números finales decretaron su derrota ante Ollanta Humala, derrota que se dio porque amplias franjas del electorado independiente -definidas por su rechazo a Fujimori padre- cerraron filas detrás de Humala. ¿Lo harán ahora con Kuczynski? Es probable, pero lo que está por verse es si esa movilización antifujimorista alcanzará para derrotar a una candidata que ha crecido mucho en los últimos años.
Sea cual fuere el resultado del 5 de junio, lo que ya está definido es que el partido de Keico dispondrá de mayoría propia en el congreso unicameral. El bloque del Fuerza Popular está presidido por el candidato a congresista que obtuvo más votos en estos comicios. Se trata de Kenji Fujimori, hijo de Alberto y hermano de Keiko. Kenji nunca disimuló su pretensión de hacer lo posible y lo imposible para liberar a su padre, quien, como se sabe, está condenado a veinticinco años de prisión por sus abundantes actos ilícitos perpetrados durante su presidencia.
Queda claro que si Keiko es elegida presidente y su hermano lidera el Congreso, las posibilidades de liberar a su padre crecen de manera exponencial. En principio se descarta la alternativa del indulto, que provocaría una reacción institucional de proporciones impredecibles, pero se sabe que ya está en actividad un grupo de juristas encargados de buscarle la vuelta a la libertad de don Alberto.
No les va a resultar sencillo a los hermanos Fujimori liberar al padre, pero lo van a intentar, así lo han dicho en diferentes circunstancias y así lo indica el propio sentido común. Tal como se presentan las cosas, a Keiko se le haría muy difícil soportar la tensión de ser presidente de la Nación mientras su padre está en la cárcel. Subjetivo o no, lo seguro es que si los hijos disponen de poder, les será muy difícil a las débiles instituciones republicanas de Perú ponerle límites a esa pretensión.
Keiko Fijimori aún no tiene cuarenta años, pero dispone de una larga experiencia política, experiencia que se inició a la sombra del padre cuando apenas dejaba la adolescencia. Como se recordará, para mediados de los años noventa el entonces presidente Alberto Fujimori se separó de su mujer y Keico empezó a cumplir funciones de primera dama, motivo por el cual tuvo una participación privilegiada en los escenarios del poder, participación que de alguna manera la fue capacitando para la acción política posterior.
Cuando su padre cayó en desgracia, ella también fue investigada, pero no se le pudo probar ningún delito. Y lo real es que a partir de ese momento -el momento en que el padre fue a la cárcel- ella comenzó a perfilarse como una dirigente política con vuelo propio, la heredera de su padre en todo aquello que hasta el día de hoy la sociedad le reconoce: la lucha contra Sendero Luminoso y algunas de las transformaciones económicas promovidas en esa década. Enérgica, simpática cuando se lo propone, con talento para llegar a los sectores populares, Keico no sólo constituyó un liderazgo importante, sino que además fue capaz de organizar un partido con representación en toda la geografía política del país.
Su rival dentro de un mes y medio será Kuczynski, un veterano dirigente que ya se desempeñó como ministro en los gobiernos de Belaunde Terry y Alejandro Toledo. Kuczynski tiene llegada popular en Lima, pero su representación en el Perú profundo es más débil. Seguramente, en estos comicios especulará -como en su momento lo hizo Humala- con que los votos de la izquierda lo prefieran a él como un mal menor.
La especulación es legítima y atendible, pero no estoy seguro de que pueda concretarla. A los votantes de izquierda, que este domingo votaron a la candidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza, se les hace cuesta arriba votar por quien es considerado un exponente fiel del neoliberalismo. Pero como tampoco los seduce Keiko, es posible pensar que la mayoría de ese electorado -que en estos comicios representó casi el veinte por ciento del padrón- opte por votar en blanco.
Así como en estas elecciones hubo manifiestos ganadores, también hubo públicos perdedores. Uno de ellos, el más notorio, es el eterno dirigente del Apra, dos veces presidente de Perú, Alan García. El hombre ingresó a estos comicios con buenas expectativas, pero después su perfil se fue cayendo hasta llegar a un magro cuatro por ciento, tal vez decisivo para negociar el voto en la segunda vuelta, pero absolutamente insatisfactorio para un partido con vocación mayoritaria como es el mítico Apra fundado por Haya de la Torre.
Más allá de la decisión de ese partido acerca de a quién votará en la segunda vuelta, la pobre performance del domingo produjo sus propias consecuencias: García renunció a la presidencia del partido, y para más de uno sería deseable que se retire definitivamente de la política, una actividad que viene desarrollando sin pausas desde hace casi medio siglo, aunque quienes lo conocen afirman que solamente muerto dejará la política.
Si bien la izquierda no estará presente en este balotaje, la gran novedad fue su crecimiento. Y su nutrida bancada parlamentaria. El hecho merece destacarse porque desde hace más de dos décadas la izquierda había desaparecido como fuerza gravitante del escenario político peruano, situación provocada, entre otras cosas, por la presencia gravitante de Sendero Luminoso reivindicando objetivos izquierdistas. Superada esa crisis de identidad, el Frente Amplio hoy es la manifestación de una nueva izquierda, y el futuro dirá sobre la perdurabilidad de esta experiencia política.
La agenda del futuro gobierno de Perú no es muy diferente a la de muchos países latinoamericanos: la inseguridad, el narcotráfico, la corrupción y la pobreza. Fujimori y Kuczynski no difieren tanto en cuestiones ideológicas como en temas de práctica política. Fuerza Popular podría ser calificada como un populismo de derecha con algunos brotes autoritarios que hoy están disimulados. Kuczynski se identifica más con las tradicionales clases altas y clases medias urbanas de las grandes ciudades. El 5 de junio, las urnas tendrán la palabra.