Se llamaba Amleto Enrique Vergiati y había nacido en Borgotaro, región de Parma, Italia, el 15 de octubre de 1910. A raíz de una milonga que compuso con José Canet en 1938, (grabación de Di Sarli-Podestá) adoptó su nombre definitivo: “Me llamo Julián Centeya, pa´ lo que guste mandar”.
Llegó a Buenos Aires con su familia siendo muy pequeño. Su padre, anarquista ejercía como redactor del periódico “Avanti” en Parma. Tuvo que marcharse huyendo de la Italia fascista de Mussolini: Vino en el Comte Rosso. Fue un espiro (1) Tres hijos, la mujer, más un perro. Como un tungo tenaz la fue de tiro. Todo se lo aguantó, hasta el destierro”
(2) Los Vergiati recalaron de San Francisco (Córdoba) pero al poco tiempo se marcharon a Parque Patricios, naciendo allí su eterno amor por Huracán. El idioma le impidió al padre ejercer el periodismo. “Mi viejo carpintero era grandote y un cuore chiquilín, siempre en la vía, su vida no fue más que un despelote, y un poco claro está, por culpa mía” (2) Al comienzo la situación familiar no fue fácil: “La vida para ellos fue estrafute (3) cincharla y mal vivir, duro programa, el destino jugó de farabute, y una miseria gris se mando el tute, me van a hablar a mi de Cinerama”(4)
La escuela primaria la cursó en el Colegio Abraham Luppi de Pompeya, el secundario en el Colegio Nacional de Avenida Entre Ríos y Chile. Llegó a tercer año, luego fue expulsado por inconducta.
Allí comienza Centeya su vida trashumante, trabajando en periódicos de duración efímera, donde no cobraba o era mal pago, viviendo en pensiones de mala muerte, lo que da lugar a una conducta bohemia que lo acompañará hasta el final.
Hombre de cafetines, de charlas interminables, de regresos sin horas, confraterniza con el ambiente bohemio de su época, con prostitutas, vive de noche y amanece en los bodegones rasposos de Pompeya.
Su primer obra fue “El recuerdo de la enfermería de San Jaime” (1941). Fue un poeta genial, un poeta de la calle. En las charlas de café era el centro de las mismas por sus notables ocurrencias. Publicó además “El misterio del tango” (1946) “La musa mistonga” (1964) “La musa maleva (1968) y “La musa de barro” (1969).
Formó parte del grupo literario de Boedo, trabajó en radio, especialmente en Colonia y Argentina y también en televisión: “Tarde…ahora que estoy flaco y fulero” afirmó. También laboró en importantes diarios de Buenos Aires como Noticias Gráficas, El Mundo y Crítica.
Se casó con Elena Goriza Vuattone, hermana de Nelly Omar. La duración de su matrimonio fue previsiblemente efímera. Sin dudas la convivencia con el poeta resultaba muy difícil.
Su producción literaria fue discontinua. Cómo no iba a serlo si vivía acorralado por las cédulas de desalojo y la falta de dinero.
Amaba a los animales. En una oportunidad, un perro de la calle que había adoptado, lo mordió. Sus vecinos le aconsejaron que lo llevara al Pasteur a lo que el poeta se negó. “Como voy a mandar a mi propio perro en cana” respondió.
Durante un tiempo dejó de frecuentar los bodegones y peringundines habituales de Pompeya. Después se supo: había estado viviendo en los basurales de la última marginalidad. Allí escribió “El vaciadero” (1970). Para escribir hay que vivirla afirmó “sino nos acunamos en el camelo literario”
Además de la milonga Julián Centeya compuso: La vi llegar con Enrique Mario Franchini (grabado por Caló con Iriarte en 1944), Claudinette con Enrique Delfino (grabación de Darienzo Mauré 1959) y Lisson con Raineri (Grabación de Biagi con Amor) . César Tiempo lo había bautizado “El Hombre Gris de Buenos Aires”. Fue materia y espíritu de la ciudad, un poeta de la vida, conocedor profundo de la geografía porteña, caminante de la ciudad. Escribió “Atorro” entre otros poemas, un himno al desencanto, a la frustración.
Julian Centeya murió el 26 de julio de 1974. Su única compañía fue el médico que lo asistía:“Tordo, a Ud. que lo aprecio tanto, le dejo el triste recuerdo de ser el último que apretó mi mano.! Gracias y perdón!