El farol es el barrio, la novia, la esquina, la cita con la muerte, el malevo resentido que fuma y espera, la cortada mistonga. El tango crea y recrea el mito del farol. Allí está todo: la soledad, la nostalgia, la tristeza, la ilusión. El farol es el farol de los pobres. No hay mitología de farol en los barrios ricos. El farol apenas alumbra, apenas arroja un cono de luz sobre la vereda; más allá hay oscuridad, penumbras, pobreza.
No hay tango sin nostalgia, sin amores perdidos y sin farol. Es su puesta en escena. Alguien decía de los directores de cine que el ángulo de cámara expresa el punto de vista del autor y la luz su filosofía. No es aventurado o caprichoso decir que el farol representa la filosofía del tango. No de uno o de otro en particular, sino del tango como creación, como representación de la vida.
Los grandes poetas del tango se han referido a él. Alfredo Le Pera, Pascual Contursi, Francisco García Jiménez, Homero Manzi, Celedonio Flores y Homero Expósito, por mencionar los más conocidos. Lo han hecho nombrándolo o evocándolo. En todos los casos lo han hecho con belleza.
Cuando Carlos Gardel decide presentar al tango en los grandes salones del mundo recurre a un tipo de poesía que todos puedan entender, sin por ello perder su condición de rioplatense. De lustroso smoking y reluciente peinado a la gomina habla del “farolito de la calle en que nací, fue el centinela de mis promesas de amor, bajo su quieta lucecita yo la vi a mi pebeta luminosa como un sol…”. El barrio, el farol y la novia. ¿Hace falta algo más para escribir un buen tango?.
También pertenece a Le Pera “Melodía de arrabal”. La interpretación es de Gardel, por supuesto. El tema es el barrio, pero a la hora de nombrar a la mujer lo que ocupa el primer plano es el farol. “Mientras que una pebeta, linda como una flor, espera coqueta bajo la quieta luz del farol”.
Pascual Contursi, un maestro a la hora de designar cosas para expresar sentimientos, compara al farol con su bandoneón arrabalero. “Bandoneón arrabalero, viejo fueye desinflado, te encontré como un pebete que su madre abandonó, en el patio de un convento, sin refugio en las paredes, a la luz de un farolito que de noche te alumbró”. El farol puede ser también el farolito, pero en todos los casos es siempre una evocación tierna, nostálgica, cálida. Es la tristeza, la derrota, pero es también el refugio, la calidez y la ternura.
También pertenece al genio de Gardel el poema “Duelo criollo”, escrito en 1928 por Lito Bayardo y musicalizado por Juan Razzano. “Que un farol en duelo criollo, vio, bajo su débil luz, morir los dos”. El farol alumbra el momento trágico en el que dos hombres se juegan la vida por una mujer, por su honor o por las dos cosas.
“Sobre el pucho”, es un poema de José González Castillo, escrito en 1923, con música de Sebastián Piana. Al tango lo interpretaron Rubén Juárez, Roberto Goyeneche y Edmundo Rivero. Hubo otras interpretaciones, pero con estos tres cantores la ficha está llena. También en este poema el farol está presente con todo su canto. “Un corazón en Pompeya y un farolito plateando el fango. Y allí un malevo que fuma y un organito moliendo un tango”.
Homero Manzi junta al farol con Pompeya en “Barrio de tango”, una de las más bellas acuarelas de un barrio. “Un pedazo de barrio allá en Pompeya, cayéndose al costado del terraplén, un farol recostado en la barrera y el misterio de adiós que siembra el tren”. González Castillo también habla del farol en “Silbando”. Es un poema escrito en 1925 con música de Sebastián Piana. Aconsejo las versiones de Horacio Deval y Julio Sosa: “Una calle en Barracas al sur, una noche de verano, cuando el cielo es más azul y es más dulzón el canto del bardo italiano. Con su luz mortecina un farol, en la calle campanea y en un zaguán se ve a un galán charlando con su amor”
Su hijo, Cátulo Castillo, escribió muchos años después “El último farol”. Cátulo fue un poeta dedicado a recordar lo que se pierde ahora o se va para siempre. “La última curda”, “El último café”, “El último cafiolo” y “El último farol”. Este poema está musicalizado por Aníbal Troilo y todas sus versiones son memorables. Me refiero en este caso a Roberto Goyeneche, Tito Reyes o Rubén Juárez.
El poema, “El último farol” es excelente. “Lo vi lucero y lo pensé crecido. Fue la llama feliz que nos llamaba. Se dio en la calle un paredón de olvido, se dio en la noche un paredón de ochava”. Hay otros versos magníficos. “Tal alta la ciudad que nos dejó sin sol, que nos tapó la estrella del último farol”. Y la conclusión: “Por la calle sin fin que va al olvido, se fue llorando el último farol”.
En 1926 Celedonio Flores escribe el poema “Muchacho”. La música es de Edgardo Donato y la versión que años después hará Angel Vargas será insuperable. Flores presenta al célebre “muchacho” como un tarambana, un inservible, una suerte de Isidorito Cañones. Lo dice sin disimulos y, para fortalecer su imputación, agrega: “Decime, si en tu vida pelandruna, bajo la luz de la luna y si no bajo un farol, no te has sentido poeta y le has dicho a una pebeta que ella es más linda que el sol”.
Hay un tango que se llama “Farolito viejo”. La letra es de José Eneas Riu y la música de Luis Teisseire. Lo escuché por primera vez con Edmundo Rivero. Yo era apenas un adolescente y no sabía que antes de Rivero a ese tango lo había grabado Gardel. Mis pocos años, sin embargo, no me impedían apreciar el poema de Riu. “Farolito viejo del barrio malevo, broncea su esquina con pálida luz, alumbró el reparto después del laburo y ha sido en la noche también batitú”. Con esa estrofa esta justificado el poema. Una trágica historia de amor se cuenta en tres estrofas, una historia de traiciones, venganzas duelos y sangre. En los últimos versos el poema asume la primera persona. “Farolito viejo estoy entre rejas, a mi celda oscura no llega tu luz, espero con ansia volver a la esquina, pa vengarme de ella y del batitú”.
El farol habla de un Buenos Aires o de una ciudad que fue, que ya no existe. Es el pasado, pero no cualquier pasado, el farol es el pasado convocado por el mito. En 1943 Homero Expósito escribe “Farol”. Uno de los grandes poetas del tango se inspira en el farol. Ya no se trata de una historia de amor, de un ajuste de cuentas o de una evocación melancólica, sino de una reflexión mitológica. Aunque a muchos les cueste entenderlo, la buena poesía suele estar hecha de grandes abstracciones. En este caso el farol es la gran abstracción de Expósito. “Un arrabal obrero, una esquina de recuerdos y un farol”, dice al final de la primera estrofa, para después agregar. “Farol, las cosas que ahora se ven, farol ya no es lo mismo que ayer”.
Se dice que ya para los años treinta el farol alumbrado a kerosén, aceite o grasa estaba empezando a desaparecer, Sin embargo, para Expósito lo que desaparece no es el viejo farolito sino el universo que ese farolito representa. “Tu luz, con el tango en el bolsillo, fue perdiendo luz y brillo y es una cruz”. La versión de Osvaldo Pugliese con la voz de Roberto Chanel grabada ese mismo año es muy buena.
En 1944 Expósito escribe una de las grandes letras de la historia del tango: “Yuyo verde”. Al año siguiente el poema es grabado por Pugliese y la voz de Alberto Morán. Unos años después lo hace Rivero. Expósito habla del lino, el naranjo en flor y el yuyo verde y, sin embargo, en todos los casos está hablando del tango. Es extraño. Recurre a imágenes campesinas para referirse a sentimientos vividos por hombres de la ciudad. Sólo la poesía es capaz de esa hazaña verbal.
“Un farol, un portón, igual que un tango, y los dos perdidos de la mano bajo el cielo de verano que partió”. “Igual que un tango”. Ese es el estilo de Expósito para tomar distancia con un cierto toque de ironía. En varios poemas recurre a esa procedimiento. “Yuyo verde” insiste con ese recurso en los últimos versos del poema: “Una luz, un portón, igual que en un tango, y ese llanto mío entre mis manos y ese cielo de verano que partió”. ¿O es necesario aclarar que el farol es un pretexto para hablar de las grandes cosas que nos pasan a los hombres?.