«Las cuarenta»

Para quienes no lo saben, el jugador de tute canta las cuarenta cuando dispone del rey y el caballo del palo de triunfo. Como metáfora alude a la hora de la verdad; cantar las cuarenta es decir lo que importa. Francisco Gorrindo poeta y hombre de la noche, nacido en Quilmes en 1906 escribió la letra de este célebre tango. No es el único poema que tomó prestado el título del tute. José Pagano escribió “Las diez de última”, una deliciosa antología del lunfardo, que después Edmundo Rivero le puso música e interpretó con su habitual maestría.

“Las cuarenta” como “Las diez de última” tuvieron la virtud de transformarse en giros habituales del habla popular. Se cantan “las cuarenta” cuando se dice lo que todos callan o lo que no quieren escuchar. Y se está en “las diez de última” cuando se ingresa al tramo final de la vida o se está atravesando por un mal momento. No son los únicos tangos que se inspiran en los juegos de azar. Hay uno, para mí el mejor de todos, escrito por Francisco García Giménez que se llama “Escolaso”, interpretado por Rivero acompañado de guitarras, grabado en 1955 y que es muy difícil de hallar.

A “Las cuarenta” lo estrenó Azucena Maizani en el Teatro Nacional en 1937. Después lo grabaron numerosos cantores, entre los que merecen destacarse Héctor Mauré, Oscar Alonso, Angel Cárdenas, Tito Reyes, Alberto Echagüe , Raúl Berón y Roberto Maida. Se trata de grandes cantores, pero si me fuera dado a elegir una versión, sin dudarlo me quedo con la de Charlo. Para quienes quieran apartarse del tango, recomiendo una versión muy bien hecha por Rolando Laserie, cantante cubano que en su momento fue muy famoso en la Argentina.

El tango de Gorrindo tiene una primera estrofa que literariamente justifica todo el poema. “Con el pucho de la vida apretao entre los labios/ la mirada turbia y fría un poco lerdo el andar/ dobló la esquina del barrio y curda ya de recuerdos/ como volcando un veneno así se lo oyó acusar”. Las imágenes son verbales y visuales al mismo tiempo. El primer atributo del personaje es el cigarrillo en la boca, en este caso algo más que un vicio o un recurso propagandístico. El cigarrillo en el poema es el “pucho” que colgado de los labios se transforma en un objeto estético y un modo, una manera de ser hombre. Evocando esa imagen, le decía a un amigo más joven que esa escena la debería interpretar Humphrey Bogart, pero para no afectar sensibilidades nacionalistas a Bogart lo podríamos sustituir por Lautaro Murúa, Alberto Mendoza y, por qué no, Roberto Escalada.

Decía que el cigarrillo se ha transformado en pucho, lo que le otorga otra dimensión estética. Y para que no queden dudas acerca de lo que pasa con ese hombre, el poeta observa que la mirada es turbia y fría y el andar un poco lerdo, que no es lo mismo que lento. Digamos que en esos dos versos todo un mito masculino está descripto con pinceladas muy bien trazadas: para ser hombre hay una manera de fumar, una manera de caminar y una manera de mirar, la mirada de alguien que ha sufrido, pero por sobre todas las cosas ha vivido mucho y esa vida sobre la que no nos da detalles cotidianos, le ha otorgado una singular sabiduría, que no se adquiere en los libros sino en la calle y poco importa que esa revelación se produzca dentro o fuera de la ley.

El hombre “dobló la esquina del barrio”. Podría haber dicho “llegó al barrio” o algo parecido. “Doblar” significa algo así como dar vuelta la página, ingresar a un nuevo escenario, presentar otro paisaje. La imagen reitera un perdurable mito tanguero de retorno al barrio, retorno de quien se ha ido buscando otros horizontes, otros mundos y regresa derrotado o con el alma cansada, pero en todos los casos dueño de una singular sabiduría.

Quienes lo conocieron a Gorrindo aseguran que ese hombre que regresa al barrio es él. La biografía señala que todas las madrugadas el hombre retornaba a Quilmes, bajaba del colectivo y llegaba caminando a su casa, siempre de saco y con su infaltable moño de poeta en lugar de la corbata, pero ya se sabe que no es un buen camino para entender la poesía, relacionar los versos de manera lineal con la biografía del autor.

Los críticos señalan que la poesía de Gorrindo está a mitad de camino entre Celedonio Flores y Enrique Santos Discépolo. Puede ser. De todos modos, de Discépolo le falta el humor, humor agrio pero humor al fin. De Flores está más cerca, pero las comparaciones en estos casos no ayudan a conocer una poética. En “Las cuarenta”, Gorrindo se despacha con una serie de consideraciones sobre lo que aprendió en la vida. Es una Biblia del fracaso y la derrota. Abundan el pesimismo y los lugares comunes, pero hay algunos versos muy bien logrados, sobre todos aquellos relacionados con los juegos de azar. “Toda carta tiene contra y toda contra se da”; o “Vuelvo a vos gastado el mazo en inútil barajar”. El último verso deja abierto un interrogante. “Por eso no ha de extrañarte que una noche borracho, me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar”. ¿Quién es?, ¿Una mujer?, ¿Un delincuente? ¿Un policía? Sobre esas ambigüedades trabaja con éxito la literatura.

Algunos detalles no dejan de ser pintorescos. Después de la letanía de quejas sobre las ingratitudes del mundo, el personaje concluye diciendo “Y pensar ni equivocado, si total igual se vive, y además corrés el riesgo que te bauticen gil” En el verso hay alguna reminiscencia de “Que vachaché” y del propio “Cambalache”, pero no deja de ser ilustrativo en la cultura del tango la calificación de “gil”. El personaje del tango puede aceptar cualquier cosa de la vida o el destino, pero no está dispuesto a consentir que lo consideren un gil. “Fui un gil porque creí que allí inventé el honor”, “Lo que más bronca me da es haber sido tan gil” . Todo le esta permitido al hombre del tango, menos eso, ser un “gil”.

Sobre el tema se pueden hacer muchas consideraciones acerca de cierta moral criolla o ciertos códigos sacados de la picaresca, pero para evitar caer en trillados lugares comunes acerca de juicios moralistas, importa destacar que el universo del tango es el universo de los mitos y cada una de estas conductas debe entenderse desde ese lugar. Es allí, en el mito donde el tango adquiere una poética perdurable y en donde en particular este tango “Las cuarenta” se transforma en un arquetipo del género.

Gorrindo escribió además “Mala suerte” donde insiste en recrear un universo mitológico masculino. La versión de Julio Sosa es irrepetible. El otro tango famoso es “Paciencia”, que Agustín Magaldi llevó a la fama. De todos modos, el tango que mejor lo expresa es sin dudas “Las cuarenta”. La música es de Roberto Grela.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *