El frío persiste, pero en el bar nos arreglamos; el problema -como dice José- se manifiesta en aquellos lugares donde no hay calefacción o la gente no dispone de recursos personales y materiales para afrontar los rigores de la estación, en definitiva -concluye José-, el problema lo tienen como siempre los pobres. Marcial lo escucha y mueve la cabeza como diciendo que no está de acuerdo; Abel vacila; yo prefiero llamarlo al mozo y pedir un café.
—Acá cualquier cacatúa -dice Marcial- se lava la boca con los pobres y se presenta ante la sociedad como el abanderado de los humildes; queda bien gratis y sigue haciendo buenos negocios.
—Yo creo que la política se justifica -responde José- cuando se ocupa de los sectores más postergados, porque hacer política para los ricos es fácil, entre otras cosas porque los ricos no necesitan a nadie para que los defienda.
—Habría que preguntarse -plantea Abel- si la tarea de la política es defender a uno o a otros; o, por el contrario, tener una visión más general. Defender a los pobres porque es justo, pero asegurar que a los ricos les vaya bien porque es necesario, salvo que alguien crea que es posible un orden económico sin ricos que inviertan y generen fuentes de trabajo…
—Nosotros, los peronistas, hablamos de la función social de la propiedad.
—Eso lo dice la iglesia católica.
—Bueno -sonríe Marcial-, hay muchas maneras de ser peronista.
—José habla por hablar -digo- y habla como el buen peronista que es; porque es muy lindo y queda muy lindo ponerse del lado de los pobres, sobre todo cuando se es oposición, aunque cuando son gobierno a lo que se dedican es a hacerse millonarios.
—Yo agregaría algo -observa Marcial- hacerse millonarios invocando la causa de los pobres e, incluso, detectar problemas sociales y a algunos solucionarlos es algo que el peronismo lo sabe hacer muy bien, siempre y cuando agreguemos que en el camino los compañeros tienen la costumbre de quedarse con la tajada más grande del negocio.
—Ustedes los gorilas dirán lo que les parece mejor, pero lo que no pueden negar es no sólo que los peronistas somos los únicos que nos ocupamos de los pobres, sino que, como se va a demostrar más temprano que tarde, somos los únicos capaces de gobernar.
—Capaces son capaces de muchas cosas, ése es el problema de ustedes, que son capaces de hacer siempre lo peor sin que se les mueva un pelo.
—¿Saben lo que pasa? Pasa que nosotros los peronistas expresamos al país real con sus virtudes y defectos; hay una Argentina inteligente, y allí estamos los peronistas; hay una Argentina que sufre, y allí estamos los peronistas; hay una Argentina que hace plata, y allí estamos los peronistas…
—Hay una Argentina que roba -agrega Abel-, y allí están en primer lugar los peronistas.
—Los gorilas siguen con el sambenito de que los peronistas somos ladrones; pero ese cuento se va a terminar pronto.
—No sé si va terminar pronto -dice Marcial- lo que sé es que se la pasaron robando durante doce años y en cualquier país civilizado los ladrones, y en este caso los ladrones de los recursos públicos, deben rendir cuenta ante la justicia, por más que los ladrones se disfracen de pobres o se embanderen en causas populares.
—¿Vos creés sinceramente -le pregunto a José- que De Vido, López, Báez, son militantes populares preocupados por los pobres?
—Yo nunca dije eso: lo que digo es que el peronismo es mucho más que López y Báez; el peronismo es la militancia popular, es la identidad de la Nación, es el pueblo haciendo historia.
—Música maestro -exclama Marcial mientras con las manos hace como si estuviera tocando un violín.
—Hoy -digo- ningún político de derecha o de izquierda, de familia rica o de familia pobre, puede desentenderse de las exigencias de la sociedad. Roosevelt o Kennedy eran millonarios y sin embargo fueron presidentes populares y Nixon, que pertenecía a la clase media baja, era de derecha. Con esto lo que quiero decir que no se puede calificar o descalificar a un político por su origen social, sino por sus políticas concretas.
—Es lo que digo -replica José- mirá los tarifazos.
—No sea demagogo -refuta Abel- los tarifazos los iba a promover Scioli si ganaba, y hasta Del Caño lo hubiera hecho, porque la otra alternativa era colapsar, con lo que significa un colapso energético en las sociedades actuales.
—Yo lo que creo sinceramente -insisto- es que se puede discutir la instrumentación del llamado tarifazo, pero que había que hacerlo había que hacerlo y por más vuelta que le demos, admitamos que a nadie le gusta que le metan las manos en el bolsillo.
—Está bien -admite José- pero no es lo mismo meterle las manos en el bolsillo a un rico que a un pobre.
—Chocolate por la noticia -exclama Marcial- queda lindo practicar el pobrismo y no hacerse cargo de las consecuencias que el peronismo en el gobierno produjo. Además, te recuerdo, que los aumentos de tarifas instrumentados por el gobierno contemplan la situación de los pobres y de los sectores más vulnerables de la sociedad.
—Yo puedo admitir -digo- que al gobierno de Macri estos episodios de corrupción que estallan todos los días lo favorecen, pero convengamos también que esa corrupción existe, no es inventada y además ha adquirido una proporción monstruosa, y no exagero con la palabra, la corrupción del régimen kirchnerista ha sido monstruosa, y eso hay que decirlo sin complejos porque con esos niveles de corrupción ninguna democracia puede funcionar; la corrupción mata, pero mata gente, mata convicciones, mata instituciones…
—Corrupción hay en todos los gobiernos; no se hagan los angelitos y afirmen que los únicos que roban son los peronistas.
—Puede ser, pero una cosa es que haya algún que otro episodio corrupto, pero ustedes no son una anécdota, son la corrupción personificada, organizaron un régimen de poder cuyo objetivo central fue robar.
—¿Vos creés en serio que todos los kirchneristas son ladrones?
—No creo que todos lo sean, pero de lo que no tengo dudas es que quienes ejercían cargos de responsabilidad sí lo fueron. No hubieran podido estar donde estaban si eran honestos.
—Después están los que miraban para otro lado -agrega Marcial- los que preferían hacerse los distraídos, los que cobraban monedas y estaban satisfechos con esas limosnas y, por último, los que yo llamo “maquilladores del monstruo”, es decir, personajes como los de Carta Abierta cuyo objetivo era vestir con atuendos presentables y afeites nuevos, el rostro demacrado y crapuloso de ladrones, estafadores y malvivientes.
—No comparto -concluye José.