Decir que Yoani Sánchez, la popular bloguera cubana opositora al régimen de los Castro, es controvertida y por lo tanto despierta grandes adhesiones y odios concentrados, es casi un lugar común. Si bien la revolución cubana ya no suscita las pasiones de otros tiempos y los Castro pertenecen más al pasado que al futuro, Cuba sigue siendo motivo de polémicas entre lo que sobrevive de la derecha y la izquierda en el mundo; polémicas que en el caso de los cubanos adquieren singular intensidad, ya que a las previsibles diferencias existentes entre los que viven en la isla y los confinados en Miami y en otras ciudades, se suman los debates y los odios concentrados entre las diferentes corrientes del exilio, algo habitual en la historia de los que se han ido de la isla, pero que en el caso cubano adquiere singular intensidad por lo masivo, por lo prolongado y por su fuerte componente ideológico.
Yoani María Sánchez Cordera, nació en La Habana el 4 de septiembre de 1975. Hija de militantes comunistas y casada con un disidente de izquierda, estudió Filología Hispánica en La Habana. Sus críticos afirman que el título obtenido es dudoso, una imputación más formal que otra cosa porque, con título o sin él, lo que está fuera de discusión es que Yoani es una excelente escritora, virtud que sus enemigos también le niegan con el argumento de que no se puede probar la calidad literaria escribiendo textos improvisados y breves.
Le guste o no a sus adversarios, lo que parece difícil de desconocer es que sus escritos son seguidos por millones de lectores en el mundo y traducidos a diecisiete idiomas. Prosa limpia, despojada, con un lirismo austero y oportuno, los textos de Yoani están a disposición de los lectores que quieran disfrutar de una escritura que no será la de Borges pero sin dudarlo es superior a la de los escribas del régimen que publican en Granma, Verde Olivo o Juventud Rebelde, la deslucida y mediocre prensa oficial de la dictadura.
La revolución cubana tenía más de quince años cuando Yoani llegó al mundo, por lo que muy bien puede decirse que es hija de la revolución, aunque ella a esa paternidad la cuestione sin miramientos. Su infancia, adolescencia y primera juventud la vivió en La Habana, pero en el 2002 y gracias a la habitual estratagema que permite a una mujer casarse con un extranjero e irse por la puerta grande sin necesidad de atravesar por las peripecias de la balsa, se fue a Suiza, a Zurich para ser más preciso, donde vivió dos años.
En 2004 regresó a Cuba. ¿Por qué lo hizo? Sus explicaciones son satisfactorias pero a sus tenaces enemigos no los conforman. ¿Extrañaba el terruño? Más o menos. ¿Decidió luchar contra la dictadura en su tierra? Seguramente, pero a ciertos colegas del exilio esa decisión tampoco los satisface. ¿Descubrió que en la adorable Suiza había que trabajar, mientras que en la despreciable Cuba podía vivir gratis, como dicen los comunistas?
No lo sabemos, no podemos saberlo, pero lo seguro es que volvió. Instalada en La Habana, durante un tiempo se ganó la vida enseñando idiomas y en 2007 fundó su espacio “Generación Y” que le permitió en poco tiempo obtener el Premio Ortega y Gasset otorgado por el diario El País de España y, luego, la destacada mención de la revista Time, que no vaciló en calificarla como una de las cien personas más influyentes en el mundo.
En Cuba, mientras tanto, los voceros de Fidel no ahorraron críticas a su actividad, pero curiosamente no la reprimen, por lo menos no es castigada como lo son algunos otros disidentes, empezando por las Damas de Blanco. A esta suerte de “libertad” condicionada que dispone Yoani, ella misma la explica diciendo que, por un lado, su popularidad en el mundo de alguna manera la protege internamente, mientras que el nivel “moderado” de sus críticas le quitan argumentos a los censores de la dictadura.
La escritora y disidente Zoe Váldes no tiene contemplaciones con ella. La acusa de ser la opositora consentida por la dictadura y una pieza funcional a la legitimidad del comunismo en Occidente. No conforme con eso, Váldes le reprocha su narcisismo y muy en particular, su codicia monetaria. Según la escritora cubana, Yoani Sánchez se ha hecho millonaria con su pose de bloguera disidente, tolerada y consentida por la dictadura.
Los simpatizantes de Yoani, que no son pocos, no se privan de atacar con los peores términos a Zoe Váldes a quien acusan de envidiosa y resentida, imputaciones que, como se podrá apreciar, carecen de espesor político y no hacen otra cosa que poner en evidencia las miserias del exilio, miserias no muy diferentes a las que consumen a los simpatizantes de la dictadura, quienes desde hace sesenta años lo único que se les ocurre para descalificar a los opositores es acusarlos de agentes de la CIA o algo parecido.
Sin ir más lejos, y como contrapunto a las imputaciones de Váldes, el propio Fidel Castro en el prólogo al libro publicado en Bolivia con el auspicio de Evo Morales: “Fidel, Bolivia y algo más”, se refirió a Yoani, sin mencionarla, y calificó a su actividad como “una labor de zapa promocionada por la prensa neocolonial de la antigua metrópoli española que la premia”. Bravo Fidel. Muy original, creativo y, sobre todo, apegado a la verdad. En términos parecidos, se refirió la hija de Raúl Castro, furiosa porque Yoani la interrumpió en un acto público, motivo por el cual supongo que los improperios de Váldes carecen de consistencia o, en el mejor de los casos, lo que hacen es destacar las debilidades del exilio. Algo que no es nuevo y que explica en parte por qué la permanencia de casi seis décadas de los Castro en el poder.
Las refriegas internas del exilio cubano son tan célebres como patéticas. Los casi dos millones de cubanos que viven en Miami, México y Madrid, entre otros centros urbanos, sólo tienen en común el rechazo a la dictadura, pero a partir de allí lo que abundan son las rivalidades, disidencias y pujas de facción contaminadas por los recelos, los resentimientos y la sensación de fracaso. Derechistas, izquierdistas, liberales, conservadores, socialdemócratas, libertarios… hay lugar para todo y por supuesto todas las refriegas políticas e ideológicas están permitidas.
La novedad de Yoani Sánchez, además de su talento como escritora -lo cual no es un dato menor-, es su juventud, su residencia en La Habana y el empleo inteligente y moderado de los nuevos instrumentos de comunicación. Opositora a la dictadura, rechaza toda forma de violencia y apuesta al tiempo, es decir al agotamiento del régimen con la previsible desaparición física de sus líderes que ya andan arañando los noventa años. Yoani habla además desde el cotidiano de la gente, desde las necesidades y carencias de todos los días. Su juego es inteligente y peligroso porque transita, si se permite la comparación, en el filo de la navaja todos los días. Conviene recordar, al respecto, que juega al gato y al ratón con una de las dictaduras más duras y prolongadas del planeta, una dictadura reblandecida por los años y las necesidades económicas, pero que no disimula su vocación de poder y su afición a la violencia contra toda forma de oposición.
Seguramente, su prédica conquista el apoyo de los moderados y el rechazo de quienes desde el exilio sueñan con algo parecido a una Sierra Maestra de derecha que ponga punto final a la dictadura comunista. Más realista, seguramente más conocedora de la realidad interna cubana y, tal vez, más astuta, Yoani persiste en su estrategia como lo demuestra su reciente novedad, la fundación de un diario digital independiente, una iniciativa que le puso los pelos de punta a la dictadura.