—Es el colmo, no tienen límites… ahora se la agarran con la madre de la compañera… una vieja de casi noventa años que vive de su jubilación -se queja José.
—Que tenga noventa años no es sinónimo de inocencia -contesta Marcial- Licio Gelli tenía casi cien y la edad no le quitaba lo bailado…
—Pero esta señorita no es Gelli, es una pobre mujer…
—Una pobre mujer participando de un negocio de sesenta millones de pesos…
—Ella no tiene nada que ver.
—Ponele que así sea, que no tenga nada que ver… la que tiene que dar explicaciones entonces es su adorable hija que se presta para que su madre quede pegada en esos negociados -dice Abel.
—No es así; estamos ante una pobre mujer en manos de Magnetto y Macri que pretenden distraer a la gente con estas escenas de una crueldad inédita…
—Esto es insólito -se queja Marcial- se cansaron de robar, corrompieron todo lo que tocaron, no conformes con eso metieron a los hijos y a los padres en la mugre y ahora se quejan de que todo salga a la luz.
—La carta de la compañera Cristina es clara y valiente; le dice a Macri las verdades de frente y entre otras cosas que él y su familia, él y su clase social, son los responsables de las desgracias argentinas desde hace décadas.
—Música de violines para acompañar las guitarras -murmura Marcial.
—No le demos tantas vueltas a las cosas -dice Abel- en primer lugar la investigación la hizo el periodista Wiñazki y su equipo, motivo por el cual, dicho sea de paso, se ligaron unas cuantas piñas de parte de un seguidor de “La que te dije”. En segundo lugar, la presentación judicial la hizo Lilita Carrió…
—Todos cumpliendo órdenes de Macri. Todos sirvientes de Macri.
—Vos pensá lo que mejor te parezca, sobre todo porque para ustedes la división de poderes nunca existió y su mejor consiga fue “Vamos por todo”, pero realmente es un disparate decir que la investigación contra la madre de la Cristina Elisabeth es algo personal…
—Muchachos, yo no me chupo el dedo -dice José.
—Pero ustedes creen que nosotros nos chupamos el dedo… -responde Marcial- los peronistas han ensuciado todo lo que tocaron. Dos instituciones de la clase trabajadora, dos instituciones que hicieron historia, pienso en las mutuales y las cooperativas, las transformaron en aguantaderos de malandras… ¿qué culpa tienen Wiñazki o Carrió si cuando están investigando aparece una cooperativa trucha y una de sus integrantes es la madre de “La que te dije”? La explicación que tiene que dar Cristina Elisabeth es qué hace su mamita allí y por qué esa cooperativa hacía negocios para los cuales no estaba autorizada, negocios de más de sesenta millones de pesos.
—Con el tiempo se va a saber la verdad, toda la verdad -advierte José.
—Con el tiempo tus ídolos políticos van a estar en cana.
—Yo no soy tan optimista -digo- tal como se presentan las cosas tengo mis serias dudas de que “La que te dije” y sus compinches sean condenados.
—Es que resulta difícil condenar a inocentes -observa José.
—Lo que resulta difícil en estas sociedades es condenar a personas que tienen poder, tienen plata y tienen relaciones. La libertad de “La que te dije” no proviene de su inocencia sino del poder del que dispone porque, como dice mi abuelita, los poderosos nunca van presos.
—El argumento de la familia para presentarse como inocente me parece disparatado -insiste Abel.
—Con ese criterio de familia no había que condenar a los Puccio… y a los Corleone nunca se los hubiera podido investigar, cuando todo el mundo sabe que lo que distingue al poder mafioso es el entrelazamiento entre negocios y familia.
—Tu comparación no tiene ni pie ni cabeza.
—Lo que te guste… no es culpa mía que estos malandras involucren a los hijos en sus matufias… de Florencia estoy convencido que es incapaz de robar algo por el simple hecho de que es tonta, pero si la madre la pone de testaferro y le hace abrir una cuenta corriente para depositar millones de dólares…
—¿Y qué me cuentan de los hijos de Báez? ¿También esa es una campaña contra pobres chicos…?
—Pobres chicos en serio, pero por motivos distintos… pobres chicos criados en un hogar de malandras…
—Recuerdo que los pobres chicos que ustedes mencionan son mayores de edad desde hace rato y, por lo tanto, responsables.
—Jurídicamente es así, pero no deja de ser curioso, y en cierto sentido repulsivo, que los padres, y pienso en Báez pero también en Néstor y “La que te dije”, sean los que estimulan estos hábitos angelicales.
—Yo estaba hablando particularmente de la madre -observa José.
—Le caben las generales de la ley… además, y hasta tanto alguien la declare incapaz, esa señora sigue siendo responsable.
—Yo creo que este gobierno tiene muchos problemas y encima como peludo de regalo la victoria de Trump -dice José.
—¿Y eso qué tiene que ver con lo que estamos hablando?
—Tiene que ver y mucho; eso que se llama distraer a la gente con boludeces porque a este gobierno se le viene la noche… aumentarán la tasas de interés, se cierran la economías…
—Es muy pronto para hacer vaticinios con estos temas; hay economistas que aseguran que la victoria de Trump nos favorece.
—Eso es lo que ustedes quieren, pero esta vez se la van a tener que aguantar porque sus maniobras destituyentes esta vez no van a tener éxito.
—Yo por ahora me conformo con que vayan en cana.
—Yo creo que sería lo justo -dice Abel- pero no sé si va a pasar eso, sobre todo en este país donde la impunidad es ley, pero como en el caso de los militares me conformaría con que el desprestigio sea tan alto que no puedan caminar por las calles.
—Yo no soy tan modesto con mis pretensiones de justicia -digo- yo creo que es hora de terminar con la impunidad; ya es una vergüenza que Menem no haya pagado sus malandrinajes, pero, bueno, no podemos seguir repitiendo vergüenzas… no sé quién mencionó a los militares… les recuerdo que el Juicio a las Juntas permitió, entre otras cosas, que los militares nunca más se propongan retornar al poder.
—Eso se dio por varios motivos, no sólo por los juicios.
—Pero los juicios fueron importantes, los milicos quedaron desenmascarados ante la gente y ante la historia; ahora lo que hay que hacer es que los políticos corruptos queden desenmascarados, por lo menos los principales, queden desenmascarados y, además, devuelvan la plata, la plata que robaron a la gente, a la pobre gente.
—No comparto -concluye José