Corea del Sur y las lides del poder

Afanes destituyentes pululan en todas partes. Incluso en la lejana Corea del Sur. La diferencia es que en algunos lugares se parecen a golpes de Estado y en otros son actos justicieros realizados de acuerdos a las leyes. Este viernes, el Tribunal Constitucional dispuso, con el voto de sus ocho jueces, la destitución de la presidente Park Geun-hye. Veinte minutos alcanzaron y sobraron para producir un fallo que toda la sociedad y las instituciones aguardaban.

En realidad, el paso inicial lo dio hace unos meses la Asamblea Nacional. El Tribunal no hizo más que confirmar lo decidido en el parlamento y lo que los manifestantes reclamaban en las calles. De este modo, la primera presidente mujer de Corea del Sur, la política conservadora que llegó al poder hace cuatro años con un aluvión de votos, la hija del hombre que manejó al país con mano de hierro desde 1961 hasta 1979, regresa al llano sin penas ni gloria. O con más penas que gloria.

EL PADRE, EL MANOSANTA Y LA TRAICIÓN

Park Geun-hye está acostumbrada a los altibajos que propicia el poder. Nació en un hogar donde el poder fue la pasión exclusiva. Era muy jovencita cuando su madre murió en un atentado promovido contra su padre. Esto fue en 1974. Ello le permitió a Park Geun-hye ser la primera dama. Cinco años después, su padre, Park Chung-see fue asesinado en una cena promovida por su jefe de inteligencia y, para algunos, su íntimo amigo. Un crimen raro y sórdido. Muy al estilo de Somoza y Trujillo.

Park Chung fue un dictador anticomunista y represor, pero es considerado el gestor de la Corea capitalista, moderna y expansiva. Lo hizo por el peor de los caminos, pero lo hizo. Incluso se permitió consentir algunas libertades y algunos arrebatos opositores. Los estudiantes, que nunca lo quisieron, siempre estuvieron en la calle decididos a hacerle la vida imposible. Recibieron palos y gases, pero no los pudo reducir. A decir verdad, los muchachos venían algo agrandados. De hecho, habían sido sus movilizaciones en la segunda mitad de la década del cincuenta las que pusieron fin a la corrupta

SEGUNDA REPÚBLICA

Hasta el día de hoy no se sabe con certeza qué fue exactamente lo que pasó en el comedor de la Casa de Gobierno aquella noche de octubre de 1979. El jefe de la inteligencia coreana, algo así como el equivalente a Stiuso en sus tiempos de oro, mató al presidente y después intentó defenderse diciendo que se le habían escapado los tiros, que todo fue un lamentable accidente. Por supuesto a esa excusa no se la creyó nadie. Nadie se tragó el cuento de la cena entre amigos que concluyó en una balacera que hubiera despertado la envidia de Pablo Escobar o el Chapo Guzmán. El dictador murió en el acto, pero todos los conspiradores fueron detenidos y ejecutados. En Correa del Sur estas cosas se resuelven de manera drástica.

PODER Y MISTICISMO

Park Geun-hye, su hija, se crió en ese ambiente tierno y bucólico. Ingeniera electrónica, se mantuvo soltera porque dijo que su exclusivo amor era la política. En 1989 fue electa diputada. Llegar a la cima del poder le costó veinte años, pero lo hizo. Prometió más desarrollo, más acumulación de riquezas y una relación firme contra Corea del Norte, el régimen comunista liderado por una gavilla de psicópatas y chiflados. Psicópatas y chiflados que disponen, para tranquilidad del mundo, de la bomba atómica y que desde hace casi setenta años oprimen y explotan a un pueblo que, a decir verdad, la única música que conocen y aman es la del silbido del látigo. Y todas estas dulzuras se perpetran en nombre del marxismo leninismo, la emancipación de la humanidad y el hombre nuevo.

Como buena conservadora, Park Geun-hye prometió un gobierno de manos limpias. Tan puntillosa fue en su promesa que ninguno de sus abundantes hermanos ocupó un cargo público. Sin embargo, pareciera que a esta buena mujer, considerada por muchos como “La princesa de hielo”, la traicionó el corazón o algún otro órgano. En efecto, la presidente no favoreció ni a parientes ni a correligionarios, pero sí a su íntima amiga Choi Soon Sil, una mujer de sesenta años, predicadora ella y predicador su padre, Choi Tai Min, fundador de la secta religiosa “Iglesia de la vida eterna”. Demás está decir que el papa eterno de la secta fue Choi Tai Min, quien nunca tuvo reparos en presentarse como la encarnación de Buda. El problema no fue que dijera semejante disparate; el problema fue que respetables funcionarios políticos, empezando por el dictador, le creían al pie de la letra.

Choi Soon Sil fue calificada por la opinión publica como la “Rasputina coreana”, un previsible homenaje al manosanta intrigante que conquistó la corte de los Romanov en Rusia y cuyos excesos políticos, económicos y eróticos crearon para más de un observador las condiciones para el estallido revolucionario de 1917. Choi Soon por lo tanto, no hacía otra cosa que cumplir con los mandatos de su padre, quien en su momento había ejercido parecidas influencias “místicas”. Demás está decir que estas influencias incluían la acumulación de millones de dólares a través de negociados, extorsiones y asociaciones ilícitas. Y todo ello en nombre de la paz espiritual y la vida eterna.

Como se podrá apreciar, la corrupción no es una originalidad criolla o latinoamericana. Y personajes como Báez y López Rega no son un invento exclusivo nuestro. También en la muy eficiente y moderna Corea del Sur la corrupción es el pan de todo los días o el aceite que lubrica el funcionamiento del sistema.

En los negociados de la heredera de Rasputín y la hija del dictador, participó la empresa Samsung y la poderosa naviera Hanjin Shipping, todas en la actualidad investigadas y con crisis internas muy parecidas a la de Odebrecht.

Según las leyes, el gobierno provisional deberá convocar a elecciones en los próximos sesenta días. Todo parece indicar que el próximo presidente será de centro izquierda, es decir, saldrá de las filas del partido Democrático de Corea. De todos modos, los cambios en el poder no incluyen cambios en la agenda política interna y, sobre todo, externa.

LAS ACECHANZAS DEL “PARALELO”

Al respecto, las relaciones con Corea del Norte no están pasando por su mejor momento. A los comunistas herederos de Kim il Sung les gusta jugar a la guerra. Esta semana los comunistas lanzaron cuatro misiles de alcance intermedio sobre el Mar de Japón. EE.UU., por supuesto, puso el grito en el cielo y fortaleció su base antimisiles. La decisión, como era de prever le puso los pelos de punta a China. Como se podrá apreciar, el mundo en los últimos sesenta años cambió y cambió mucho, pero a la hora de los alineamientos decisivos, EE.UU. se coloca al lado de Corea del Sur y China cierra filas con Corea del Norte. Procesos de larga duración dicen los historiadores. Como se recordará, a principios de los años cincuenta ese conflicto estuvo a punto de iniciar la tercera guerra mundial. Es más, el entonces presidente argentino estaba convencido de que sus viejas profecías se cumplían. Nada de eso ocurrió, pero la “Guerra del paralelo” nos puso muy nerviosos a todos.

Volviendo a Seúl, lo cierto es que la presidente Park Geun-hye adquirió el status de “ex”. Al momento de ser destituida, tenía un nivel de adhesión pública que no llegaba al cinco por ciento. Esto quiere decir que nadie derramó una lágrima por su caída. No termina aquí la historia. Park Geun-hye no es presidente pero está libre. Pero cuando se inicien los juicios abiertos por corrupción es muy posible que termine entre rejas. Ella y su amiguita del alma. En Corea del Sur como en cualquier país medianamente normal, si los poderosos roban, van a la cárcel. Como debe ser. O como debería ser.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *