América latina y sus venas abiertas

No sé qué comparaciones se pueden establecer entre Paraguay y Venezuela, pero en términos periodísticos los dos países se las han ingeniado por ser “noticia”, es decir, ocupar la primera plana de los informativos gracias a sus escabrosidades políticas.

En el caso de Venezuela en menos de setenta y dos horas pasamos de un autogolpe de Estado a un contragolpe, con la novedad de que esta última iniciativa fue decidida por los mismos que intentarán asaltar las instituciones.

En el caso de Paraguay, un pacto pampa entre el presidente Cartes y el sacerdote izquierdista Lugo (perdón por las licencias del lenguaje) para asegurar diversas reelecciones derivó en movilizaciones populares, asaltos al Congreso, incendios, disparos, heridos y un muerto.

En política, se sabe, nunca es aconsejable a la hora del análisis adelantar conclusiones respecto del lugar que le corresponde a los buenos y a los malos. En el caso de Paraguay, esta sugerencia académica adquiere absoluta actualidad práctica porque no sólo que resulta imposible desde todo punto de vista decidir dónde están los buenos y los malos, sino que resulta imposible entender la lógica de los acontecimientos desde algún marco teórico, salvo el de la disputa salvaje por el poder en un país que se alejó de Stroessner hace más de treinta años, aunque en sus hábitos políticos ese alejamiento no parece ser tan claro.

En Venezuela, después de la decisión del presidente Maduro se dice que la crisis fue superada. Desde algunas usinas de la oposición se afirma que en realidad la crisis recién empieza. Atendiendo el despliegue de los hechos y más allá de los acontecimientos de la coyuntura, bien podría decirse que la crisis continúa y seguramente continuará por un período indeterminado de tiempo.

El problema de Venezuela es que el chavismo está agotado como proyecto político, proyecto de poder y proyecto social. Maduro y el régimen que encabeza solo puede ofrecerles a los venezolanos la fórmula de Winston Churchill: sangre, sudor y lágrimas, sin las compensaciones morales del líder británico y sin su ascendiente ético.

El otro problema político es el agotamiento del régimen, con el “detalle” que la oposición carece de fuerza para suplantarlo. Carece de fuerza y, según sus críticos más aviesos, carece de ideas y de unidad interna para hacerlo.

Hoy el chavismo se resigna a durar y a esperar que algún milagro lo saque del lodazal en el que hundió al país. Maduro es la encarnación física e intelectual de esa decadencia, pero al mismo tiempo expresa el desenlace, si se quiere previsible y lógico, de un régimen que concentró los peores vicios del populismo.

No estoy seguro de calificar al actual gobierno de dictadura. Sí me animaría a decir que es la dictadura posible en un país donde por diferentes motivos internos y externos, la fantasía populista de concentrar el poder absoluto no puede realizarse.

El otro interrogante a develar en este desdichado país, es acerca de dónde reside el poder real. Al respecto, el chavismo fue desde sus inicios el producto de un acuerdo entre el liderazgo carismático y las fuerzas armadas. La plaza, el cuartel y el balcón.

Hoy esta relación se sostiene pero en nuevas condiciones. El liderazgo carismático en la actualidad es una caricatura grotesca, mientras que las fuerzas armadas más que comprometerse con un proyecto de “liberación nacional” se han dedicado a hacer buenos negocios a través del narcotráfico.

Sería una exageración decir que todos los jefes militares de Venezuela son narcotraficantes, pero sería una ingenuidad, cuando no un acto de complicidad, desconocer la gravitación del narcotráfico en el poder militar. Las denuncias acerca de oficiales, políticos y funcionarios dedicados a este negocio incluyen a familiares de los principales jefes políticos del “socialismo del siglo XXI”, pero lo que importa y preocupa es que el poder militar, es decir el poder de las armas, está metido hasta las pestañas con el narcotráfico y el poder político chavista le resulta funcional a sus objetivos.

¿Cómo salir de la charca chavista, de la encerrona en la que están hundidos millones de venezolanos? La posibilidad institucional son las elecciones. Es la más justa, la más legal y la más humana. El problema es que el chavismo ya adelantó que al poder “ganado por el pueblo” no lo van a perder en una elección burguesa. Maravillosos. Las elecciones son burguesas cuando pierden, pero son populares cuando ganan. Nada nuevo bajo el sol populista, pero uno no puede dejar de asombrarse al respecto acerca de la retórica de los líderes nacionales y populares con o sin uniforme.

Los otros posibles desenlaces son indeseables, pero no se los puede descartar. Uno es el golpe de Estado promovido por alguna facción militar. Más de un político opositor lo alienta pero en voz baja. El problema es que el coronel o el general salvador no aparece y los que se insinúan cumplen con el refrán popular: “El remedio es peor que la enfermedad”.

La solución trágica pero que teóricamente no se debe descartar es la guerra civil. Nadie la quiere, nadie la desea, nadie dice alentarla, pero en un país facciosamente dividido y con bloqueos políticos e institucionales evidentes, esa salida no se debe descartar, aunque más no sea como especulación o como tragedia a impedir.

Ecuador: De Correa a Moreno

Lenin Moreno será el nuevo presidente de Ecuador. Rafael Correa contento pero atento. Contento, porque ganó su candidato que fue su vicepresidente, pero atento, porque si bien los analistas dicen que Moreno es algo así como un títere de Correa, hay indicios que el títere puede cobrar no sólo vida propia, sino rebelarse contra el amo. Por el momento Correa y Moreno festejan, pero la discusión pendiente para mañana será decidir si el sillón presidencial tiene uno o dos pisos.

Para descartar expectativas exageradas, digamos que Moreno es la continuidad de Correa, pero esa continuidad puede expresarse en diferentes registros. Por lo pronto, no sería ésta la primera vez que un supuesto presidente títere decide hacer su propio juego, entre otras cosas porque asumidas las riendas del poder las relaciones con el antiguo padrino necesariamente empiezan a cambiar.

Moreno hasta la fecha se ha comportado como un soldado leal a la causa, pero a lo largo de la campaña electoral ha lanzado algunas consignas relacionadas con la corrupción, que a los colaboradores de Correa y al propio Correa seguramente les molestó o no le cayeron del todo simpáticas. ¿Palabras de político en campaña electoral? Tal vez, pero en principio quien parece estar algo más que inquieto es el flamante vicepresidente Jorge Glas, seriamente comprometido en los negociados con la empresa brasileña Odebrecht.

Pero dejando de lado especulaciones personales o psicológicas, lo cierto es que Moreno deberá gobernar en un país donde desde hace un tiempo las vacas gordas empezaron a adelgazar. Sin el liderazgo de Correa, don Lenin deberá arreglárselas con sus propios recursos. ¿Los tiene? Habrá que verlo.

Moreno fue vicepresidente de Correa y según los analistas su personalidad lo inclinaba a practicar un estilo político dialoguista. Lisiado desde hace casi diez años debido a un asalto en el que los delincuentes lo balearon por la espalda, se ha dedicado en estos años a defender la causa de los discapacitados, por lo que ha ganado reconocimientos internacionales y, sobre todo, la posibilidad de presentarse ante la sociedad defendiendo una causa en la que nadie puede estar en contra.

¿Alcanzarán estos datos para diferenciarlo de Correa? ¿Podrá hacerlo? Imposible responder por ahora a estas preguntas. Lo seguro es que Moreno será el nuevo presidente de Ecuador, pero también es seguro, o casi seguro, que si bien por el momento Correa se mantendrá prescindente, no piensa ni quiere retirarse a cuarteles de invierno.

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