Un viejo amigo me decía que una norma de sus tiempos era que tres meses antes y tres meses después de las elecciones las peñas y mesas de café se suspendían o se prohibía hablar de política. Como en nuestro caso faltan más de tres meses para las elecciones, la norma no nos alcanza, pero además, es muy probable que nosotros sigamos hablando de política incluso el día de las votaciones.
—Creo que queda claro para todos y para todas que estamos ante un gobierno antipopular, insensible y gorila -dispara José.
—¡Epa! -exclama Abel.
—¿Qué te pasa José -pregunto-, desayunaste con milanesas de tigre que estás tan bravo?
—Ni milanesa ni nada, en el mismo día se tiran contra los trabajadores y los discapacitados… si eso no es ser gorila no sé lo que es ser gorila…
—Creo que nunca lo supiste -apunta Marcial.
—Chicanas no -se queja José- expliquen, ya que son tan piolas, por qué se tiran así contra los pobres.
—Si lo que se quiere son explicaciones, yo diferenciaría un tema del otro -digo.
—¿Por ejemplo?
—Y, por ejemplo, que si bien el tema de los juicios laborales es complicadito, de arranque te digo que los que se quejan del tema no son tanto los trabajadores, sino personajes como Recalde que, ¡cómo no va a estar agradecido con los pobres!, si gracias a ellos se hizo multimillonario. Recalde en realidad no defiende a los trabajadores, defiende su fuente de ingresos, la de él y la de sus compinches…
—Ése no es el problema -refuta José-, el problema es si los trabajadores tienen o no derechos, sobre todo para un gobierno que sueña con un país sin derechos, sin sindicatos, sin leyes sociales.
—Ya que hablás de problemas -interviene Abel- el problema es lo que vos terminás de expresar… tu desmesura… la exageración demagógica de cuestiones que todos compartimos.
—No entiendo adónde querés llegar.
—Muy sencillo, no están en discusión los derechos de los trabajadores, están en discusión los abusos; no están en discusión las industrias, lo que está en discusión es la industria del juicio, las bandas de abogados malandras al estilo Recalde, bandas que se hacen millonarias en nombre de la defensa de los derechos de los trabajadores; no está en discusión el derecho de huelga, dicho sea de paso, la Constitución de 1949 no lo legalizó. Lo que está en discusión son las huelgas salvajes, la huelga de los maestros de Buenos Aires que en tres meses pararon 17 días; no están en discusión los sindicatos y los dirigentes sindicales, lo que se discute son los sindicatos que no son más que cuevas de matones y corruptos y sindicalistas millonarios en un país cada vez más pobre.
—Denle la vuelta que quieran, pero lo que para mí queda claro es que estamos ante un gobierno de patrones, de ricos, de millonarios… de gorilas en definitiva.
—Es decir -completa Marcial- otra vez nos gobierna Cristina.
—¿Y qué me cuentan lo de los discapacitados? No tienen vergüenza, agarrársela con la pobre gente, con los más débiles…
—A mí, lo que me llama la atención -responde Marcial- es el crecimiento de discapacitados en este país… de 200.000 a cerca de dos millones… ni que hubiera habido una guerra…
—Yo sinceramente -digo- creo que el tema de los discapacitados debería haberse tratado con más prudencia. No me queda ninguna duda que deben haber pensiones mal entregadas, pero en principio si de lo que se trata es de ahorrar recursos hay otros “nichos” donde ir a ajustar y no a este sector que objetivamente es muy vulnerable.
—Pienso lo mismo -dice Abel- lo de la industria del juicio lo comparto porque además afecta a las Pymes y es el negociado de esa rosca infame armada entre sindicalistas y abogados peronistas, pero lo de los discapacitados me parece que es un error y en algún punto una imprudencia.
—Yo no creo que sea un error -afirma Marcial- si vamos a combatir la corrupción la vamos a combatir en todos los frentes. Yo no tengo problemas con los discapacitados que merecen una pensión, pero conociendo el paño quiero saber qué pasa con los miles de tipos que reciben pensiones y están más sanos que yo. ¿O alguien tiene alguna duda de que el kirchnerismo para conseguir votos regaló pensiones para los cuatro costados?
—Yo dudas tengo -digo- pero admitiendo incluso que existen pensiones para quienes no lo merecen, el tema como tal exige ser muy cuidadoso, porque un solo pensionado que sea despojado de su derecho, un solo discapacitado al que por error o por lo que sea le quitan la pensión, se comete un error irreparable y una injusticia tremenda.
—Pongámonos de acuerdo entonces -acota Marcial-, discutimos la oportunidad de la decisión o su justicia. Puedo aceptar que éste no haya sido el momento más oportuno para meterse en este tema, pero de lo que no caben dudas es que había que hacer algo.
—En estos temas tan sensibles -dice Abel- la oportunidad y los modos suelen ser decisivos.
—Yo no soy tan minucioso en el análisis -agrega José- los hechos hablan por sí solos… en menos de una semana se tiran contra los trabajadores y los discapacitados… ¿hay alguna duda sobre el carácter de clase de este gobierno?
—Para mí, hay muchas dudas -digo- sobre todo cuando el que pregunta sobre el tema lo hace con la seguridad que vos lo hacés.
—Y ya que te estás preguntando tantas cosas -le dice Marcial a José- ¿te preguntaste qué pasa con el hotel Waldorf?
—Otra calumnia contra la compañera.
—¡Qué casualidad! -exclama Abel- al hotel lo compra el socio de Máximo, sus huéspedes son los López, los De Vido, los Báez, pero eso sí, el hotel no es de Cristina.
—Sumale a eso -digo-, los muchachos de Odebrecht que, casualmente, parece que se sienten muy cómodos en ese hotelito de tres estrellas sobre calle Paraguay.
—Raro -ironiza Marcial- los ejecutivos de Odebrecht que en cualquier parte del mundo no bajan de un cinco estrellas, en Buenos Aires se alojan en un telo de barrio… raro…
—Capaz que a los compañeros de Odebrecht les gustan las medialunas del Waldorf…
—Capaz…
—De lo que son capaces -agrega Abel- es de ejercer el oficio de lavadores y no de ropa precisamente…
—Alguna vez se va a escribir la novela “Cris la lavanderita”.
—No comparto -concluye José.