—El clima electoral viene caliente -comenta Abel.
—¿En la provincia o en el país? -pregunto con una media luna en la mano y el pocillo del café en la otra.
—En todos lados -agrega José- pero sobre todo en la provincia de Buenos Aires que es donde se juega el partido más importante.
—El de Santa Fe yo no lo subestimaría -dice Marcial a quien le acaban de servir su taza de té acompañado de galletitas de agua.
—No hay nada que subestimar o sobreestimar -corta José- está escrito que la provincia volverá a ser peronista.
—Yo por las dudas -refuta Abel- no festejaría por anticipado.
—Además -agrego- en Santa Fe hay un equilibrio histórico de fuerzas y el proceso electoral como tal es bastante prolijo.
—¿Te parece?
—Lo es y no invento la pólvora diciéndolo. En el orden provincial van a alinearse tres grandes fuerzas: el peronismo, los socialistas del Frente Progresista y los radicales con Cambiemos. Nadie hoy está en condiciones de cantar victoria.
—Yo agregaría -dice Abel- y no para estas elecciones sino para las de gobernador en 2019, que para nuestra tranquilidad todos los candidatos son buenos. Lo es Perotti por el peronismo, lo es Corral y seguramente lo será Bonfatti.
—Habrá que ver si Perotti es candidato y habrá que ver qué es lo que hace el Frente Progresista -observo.
—Perotti seguro que es candidato -dice Abel- ¿o acaso creés que el peronismo se va a suicidar llevando como candidato a Agustín Rossi?
—No sería la primera vez que una fuerza política se suicida -observa Marcial.
—No será éste el caso -corta Abel- todos los porotos están puestos a favor de Perotti.
—Yo no sé si el candidato será Perotti o Rossi o el compañero que sea -dice José- de lo que estoy seguro es que en 2019 volveremos a ser gobierno y desde ya juego un asado para todos los presentes, un asado con vino y postre.
—Mirá que ya perdiste fiero hace un año cuando jugaste otro asado a la mano de Scioli.
—Por eso estoy buscando la revancha.
—Y yo estoy esperando comerme otro asado gratis -agrega Marcial- gratis y pagado por un peronista.
—Yo esperaría -digo- y no daría nada por concluido. El 2019 está lejos, políticamente muy lejos. Habrá que ver cómo salen las elecciones de octubre y cómo se encarrila o se desencarrila la economía. Por otro lado, los candidatos que hoy se perfilan para gobernadores habrá que ver si se consolidan como tales.
—No nos vayamos tan lejos -dice Abel- pensemos en las elecciones de octubre.
—Es lo que digo -consiente Marcial y apoya el pocillo ya vacío en la mesa.
—Admitamos que el partido viene un poco complicado para todos -reitera Abel.
—Para ustedes vendrá complicado -acusa José- nosotros los peronistas ya nos estamos preparando para ganar.
—No canten victoria -le digo- mirá que si bien es cierto que el Frente Progresista ha tenido problemas, ustedes están muy lejos de haber acomodado todos los melones en el carro.
—Yo sinceramente lo que no entiendo es por qué se dividió el Frente Progresista -dice Abel.
—Un sector se corrió a la derecha y el otro a la izquierda -responde José.
—Lo que decís es un disparate -contesta Marcial- ni Corral es de derecha ni los socialistas son de izquierda. No jodamos. No pasa por allí la cosa.
—¿Y se puede saber por dónde pasa entonces?
—Por disidencias internas, porque los socialistas se quisieron quedar con todo, porque los radicales quieren ser gobierno, pero sobre todo porque los socialistas se han valido del poder para hacer y deshacer a su gusto.
—No creo que sea así -interviene Abel- los socialistas han sido muy generosos y amplios. Y lo siguen siendo.
—Sí, pero siempre y cuando a los candidatos a gobernadores los pongan solamente ellos.
—No los ponen -responde Abel- ganan las internas legítimamente.
—Usando los recursos del Estado, alentando las disidencias internas de sus socios y comprando conciencias -dice Marcial.
—Eso hay que probarlo, porque es fácil acusar con generalidades y generalidades injustas. Por otra parte, los socialistas no tienen la culpa de las diferencias internas de los radicales.
—Que ellos se encargan de atizar.
—Los radicales cuando pudieron aprovechar las diferencias internas de los socialistas también las aprovecharon, así que en este tema nadie está en condiciones de tirar la primera piedra.
—Por un camino o por otro -digo- y sin entrar en detalles acerca de quién es el responsable, lo cierto es que el clima de convivencia interno en el Frente Progresista se ha hecho cada vez más irrespirable.
—Yo no cerraría este capítulo acá -dice Abel mientras le hace señas a Quito para que le sirva otro café- yo creo que así como las diferencias en el Frente Progresista son evidentes, también son evidentes los acuerdos, acuerdos históricos, acuerdos forjados en muchos años de coincidencias. Además, lo que a mí me llama la atención es que se rompa una alianza que hasta la fecha ha venido ganando todas las elecciones.
—Y la política es así.
—¿Cómo?
—Imprevisible a veces, condicionada por los vientos de la coyuntura, por los intereses, por las propias expectativas de poder, por las inevitables ambiciones de los dirigentes.
—En nombre de la política -dice Marcial- es que digo que en estas elecciones mucho más importante que los cargos legislativos que se disputan es si Macri consolida su gobierno o si gana el peronismo y retornan los muchachos.
—No debería ser así -dice Abel- porque son elecciones legislativas.
—No debería ser -respondo- pero estamos en la Argentina no en Finlandia. Y atendiendo a los rigores de la experiencia les recuerdo que cuando Alfonsín y De la Rúa perdieron en una elección intermedia, después debieron irse. Además. No olvidarse que los muchachos alientan la llamada solución helicóptero.
—Yo no sé quéva a pasar, pero no les quepa ninguna duda de que los peronistas vamos a ganar -afirma José.
—Yo creo que no van a ganar ni en Santa Cruz.
—Habría que distinguir -dice Abel- entre el peronismo en general y el kirchnerismo en particular.
—Yo creo que no hay que distinguir nada -refuta Marcial- el kirchnerismo es el peronismo real de carne y hueso hoy. Y la prueba es que la candidata con más votos es Cristina.
—También están Randazzo y Massa.
—Los felicito -dice Marcial sin dejar de sonreír- pero los votos en el peronismo los tiene la Señora.
—Para mí sorpresa -dice José- veo que te has puesto cristinista.
—Lejos de mí ese pecado horrible; lo que digo es que Cristina es el peronismo y la responsabilidad de que esta chica esté donde está es una responsabilidad del peronismo… ¿o ahora van a venir de vuelta con el verso de que Cristina no es peronista como tampoco lo fueron Menem ni Isabel.
—A mí no me expliqués todo eso -exclama José- porque si yo viviera en provincia de Buenos Aires sin dudarlo votaría por la compañera.
—Y yo no tengo ninguna duda de que lo harías -agrega Abel.
—Y yo tampoco tengo dudas -tercia Marcial- que aunque reciba el voto de José, esa Señora no va a ganar.
—No va a ganar -digo- pero seguramente va a salir segunda, lo que le permitirá ingresar al Senado y contar, al igual que Menem con el que cada vez se parece más, con la protección de los fueros para no ir en cana, que es en definitiva lo que está buscando.
—No comparto -concluye José.