Linda mañana de otoño.
—Parece que De Vido va en cana de una buena vez -dice Abel, con el diario en la mano.
—Yo no cantaría victoria antes de tiempo -le respondo.
—Si no va preso, hasta Robledo Puch merece estar en libertad -contesta.
—Robledo Puch, el Gordo Valor y la Garza Sosa -agrega Marcial.
—Yo creo que en un país democrático las acusaciones tienen que probarse y la presunción de inocencia existe -razona José, a quien Quito le acaba de servir un café con dos medialunas.
—Ustedes los peronistas son unos piolas bárbaros -arremete Marcial-, siempre se han cagado en el Estado de Derecho y las libertades, salvo cuando les toca a ustedes, entonces, de golpe, se transforman en unos liberales volterianos de primera línea.
—Nosotros defendemos la libertad, pero para que haya libertad tiene que haber justicia -responde José.
—Conociendo la historia del peronismo -ironiza José-, es evidente que siempre han defendido la libertad.
—Si De Vido tuviera un mínimo de dignidad -dice Abel- él mismo debería renunciar a los fueros y someterse a la Justicia, porque, después de todo, lo van a juzgar no a condenar.
—Lo que decís es una burrada -ataca José-, los fueros son irrenunciables porque no son personales o subjetivos, sino funcionales. Se puede renunciar a la banca, pero no se puede renunciar a los fueros.
—Veo que has hecho un acelerado curso de Instrucción Cívica y Educación Democrática -chicanea Marcial.
—La Constitución -digo- advierte que los fueros no pueden ser esgrimidos cuando el imputado es sorprendido in fraganti en la ejecución de algún crimen.
—¿Y no creen que lo de De Vido es mucho más que ser sorprendido in fraganti como dice la Constitución? -pregunta José.
—Lamentablemente no lo creo -digo- si a De Vido se lo juzga y se lo condena previamente deberán desaforarlo y para ello se necesitan las dos terceras partes de los votos de las Cámaras.
—O sea que no va a ir en cana nunca -deduce Abel.
—No necesariamente debe ser así.
—¿Hay algún antecedente de diputado o senador al que hayan desaforado y condenado? -pregunta Marcial.
—Que yo sepa no, pero no estoy seguro.
—Perfecto, pero si no estás seguro es porque lo normal es que nunca sean juzgados y que en la puta vida vayan en cana. Pero sobran los casos de legisladores corruptos, por lo que se deduce que la figura de los fueros para lo único que sirve es para proteger malandras, transformando al Congreso en un aguantadero político -dice Abel.
—Lo de Menem, por ejemplo, no tiene nombre -se queja Abel-, está condenado en dos instancias y allí sigue, vivito y coleando. No sólo no va en cana sino que además puede seguir presentándose a candidato a senador para no ir en cana, porque está claro que la única pretensión de Menem para ser senador es no ir preso, ya que como legislador en todos estos años no ha presentado un proyecto.
—Los fueros tienen una razón histórica de ser -digo- es una garantía que el Estado de Derecho brinda a favor de legisladores que podrían ser perseguidos por el rey, el déspota de turno o algo parecido.
—Todo muy lindo pero no me convence -dice Marcial-, hoy no hay déspotas, tampoco hay reyes absolutos, porque si los hubiera los fueros tampoco servirían de nada, porque no los respetarían. Conclusión: están para proteger malandras. Un legislador decente no tiene por qué preocuparse por los fueros.
—Lo dice la Constitución.
—Está equivocada -responde Marcial- una Constitución es una ley importante, pero no es la Sagrada Escritura. La Constitución en este punto está equivocada o desactualizada, por lo que muy bien ese artículo podría modificarse y dejarse de joder con los fueros que no son más que una coartada.
—Yo voy a ir un poco más allá de Marcial -dice Abel-, la Constitución no sé si está equivocada, pero lo que sospecho es que los legisladores que la escribieron están muy interesados, por razones corporativas, en protegerse entre ellos. Lo del rey absoluto o el déspota es un verso traído del pasado. Hoy quieren los fueros para chorear tranquilos.
—No comparto -digo.
—Todo muy lindo y muy -atendible dice José-, pero lo cierto es que para el caso que nos ocupa los fueros existen y los procedimientos deben respetarse.
—Motivo por el cual un malandra como De Vido seguirá en libertad.
—Presunción de inocencia.
—Presunción de inocencia las pelotas -dice Abel-, el personaje tiene más causas que pelos en el mate. ¿Alguien con un mínimo de objetividad o de decencia personal puede negar que es un corrupto, el jefe de los corruptos o, para ser más preciso, el número dos, porque la número uno ya sabemos quién es?
—Cómo se nota que están en campaña electoral y quieren desviar la atención de la gente con estos temas menores.
—¿Temas menores? Se chorearon el país y vos considerás que son temas menores -exclama Marcial.
—Ustedes al país real, al país de los trabajadores, lo están matando de hambre y se valen del tema de la corrupción para disimular ese horror -responde José.
—Nadie se está muriendo de hambre en la Argentina -dice Abel- hay pobres y hay gente que la está pasando mal entre otras cosas porque ya la estaba pasando mal de antes o ¿me querés hacer creer que los pobres aparecieron en 2016?
—¿No es que ustedes iban a solucionar la pobreza? ¿No fue el presidente de la Nación el que proclamó la consigna “pobreza cero”?
—Lo cual fue un grandísimo error -digo-, uno de los tantos errores cometidos por este gobierno.
—Admitís, entonces, que este gobierno no es perfecto.
—Por supuesto que lo admito. Además me opongo a que haya un gobierno perfecto, porque el que dice eso seguro que está mintiendo. Yo no quiero gobiernos perfectos y gobiernos que digan que quieren la felicidad del pueblo, porque ya sé cómo se consigue esa “felicidad”.
—¿Y qué es lo que querés entonces?
—Gobiernos normales, gobiernos medidos, gobiernos mesurados, gobiernos que nos jodan la vida lo menos posible. Basta de presidentes que salen al balcón a prometer el oro y el moro. Quiero gobiernos normales y presidentes que sean tipos normales, no unos monstruos cargados de egolatría, de mesianismo.
—¿Y no creés que a Macri le caben la generales de la ley?
—Claro que le caben. No viene de un repollo. Viene de esta Argentina populista, cuyos gobernantes nos han hecho creer que lo que importan son los líderes, los conductores.
—¿Y entonces por qué lo apoyás?
—Lo apoyo más o menos, pero, es verdad, lo apoyo, y lo hago porque con sus debilidades y contradicciones es diferente al mesianismo peronista.
—Todo bien -dice José-, pero a la gente hay que arreglarles los problemas económicos, si no todo es bla bla.
—Claro que hay que arreglar los problemas económicos. Pero eso no se hace de la noche a la mañana. No lo hicieron ustedes, que sumaron más de veinte años en el poder…
—Tampoco lo hará Macri.
—Lo hará, como dice el General, en su medida y armoniosamente. Y si no lo hace Macri, debería hacerlo otro, pero lo que importa en todos los casos es que la sociedad y la clase dirigente apuesten por ser un país normal y no un país de locos.
—No comparto -concluye José.