Julio Troxler y la burla del destino

Julio Troxler fue asesinado por las Tres A el 20 de septiembre de 1974. Por lo que se pudo reconstruir del crimen, Troxler fue secuestrado por los sicarios en las inmediaciones de la Facultad de Derecho de la UBA, donde se desempeñaba como profesor en el Instituto de Estudios Criminalísticos.

En un Peugeot 404 oscuro fue trasladado al barrio de Barracas. El auto se detuvo en el Pasaje Coronel Rico al 700 entre las esquinas de Suárez y Vieytes. Golpeado y maniatado, le ordenaron caminar por ese callejón flanqueado por el paredón del Ferrocarril Roca. Troxler intentó correr unos metros, pero fue abatido por los disparos de un fusil automático, aunque hay quienes aseguran que fue una ametralladora. Herido de muerte, los asesinos bajaron del auto, se acercaron y le dieron cuatro tiros de gracia.

A los 51 años, moría cocinado a balazos en un callejón de un barrio de Buenos Aires uno de los mitos de la resistencia peronista, el sobreviviente de los fusilamientos de 1956 promovidos por militares y policías de la Revolución Libertadora en los basurales de León Suárez y el inspirador de ese excelente “reportaje” literario de Rodolfo Walsh, “Operación Masacre”.

Con Troxler, la historia se complació en urdir una de sus siniestras tramas. El militante peronista que no pudo ser abatido por los verdugos de la Revolución Libertadora, fue ultimado por los sicarios del régimen peronista que asoló al país entre 1973 y 1976. Quien pudo eludir las balas de los represores de 1955, no pudo escapar a la ejecución planificada por las más altas cúpulas del poder peronista en 1974.

Las Tres A de López Rega

El comunicado de las Tres A dando a conocer el crimen es trágico, irónico y siniestro. Según los sicarios pagados por López Rega, Troxler recibía su merecido por bolche y antiargentino. Como se podrá apreciar, el lenguaje es el típico de la derecha peronista: bolche y antiargentino. El nacionalismo y el anticomunismo de corte fascista y criminal de la mano. Osinde, Brito Lima, Norma Kennedy, los escribas del diario El Caudillo financiado por el Ministerio de Bienestar Social, se expresaban en los mismos términos.

En el comunicado de las Tres A se mencionan al pasar los logros obtenidos: Ortega Peña, Atilio López, Curutchet, Varas… y Troxler. Pero hay más, advierten con regocijo. Y permitiéndose una ironía, los criminales señalan que el próximo muerto, pero no el último, será Sandler. La amenaza queda en puntos suspensivos y se cierra con tres signos de interrogación.

Sandler, Héctor Sandler fue un diputado nacional de Udelpa, el partido fundado por Pedro Eugenio Aramburu. Asombroso. La lista de víctimas de las Tres A estaba integrada por un militante de la resistencia peronista y un político del partido constituido alrededor de los ideales de la Revolución Libertadora.

Comandos civiles se los bautizó a los grupos armados organizados en 1955 para ajustar cuentas con el régimen peronista. Durante años, los comandos civiles fueron la bete noire del peronismo, la encarnación de sus enemigos reales. Sin embargo, a la vuelta del camino, serán otros comandos civiles los que se dediquen a asesinar sindicalistas peronistas con una ferocidad que hubieran dejado perplejos a los viejos comandos civiles de 1955.

¿Es incorrecto responsabilizar al peronismo de la muerte de Troxler? Es incorrecto si a la imputación no se le suman algunas consideraciones, pero en principio está claro que Troxler, como Atilio López y Ortega Peña fueron asesinados por orden de funcionarios y políticos del gobierno peronista presidido en su momento por el propio Perón y luego por su esposa Isabel Martínez. Según Eva Troxler, el asesinato de su tío se planificó en la Quinta de Olivos. “Su muerte se decidió en una reunión de gabinete”, declaró textualmente la sobrina de Julio.

En la placa que recuerda la memoria de Troxler se dice expresamente que fue una víctima del terrorismo de Estado. Esto ocurría en 1974 a algo más de dos meses de la muerte de Perón; pero crímenes parecidos habían ocurrido en vida de Perón pues, como todo el mundo lo sabe, las Tres A se organizaron con su consentimiento. ¿O alguien duda de que a ese repugnante brujo y psicópata que fue López Rega jamás se hubiera atrevido a montar esa maquinaria de muerte sin el consentimiento de su jefe y patrón?

Es verdad que después de la muerte de Perón los crímenes crecieron. Perón a diferencia de López Rega, además de crear las Tres A tenía otras responsabilidades y atendía a otras mediaciones, por lo que era algo más que esa bestia ávida de sangre que fue el Brujo, pero de allí a suponer que Perón desconocía lo que ocurría es, en el más suave de los casos, una torpe y sospechosa ingenuidad. Es que aunque nos guste o no, el terrorismo de Estado en la Argentina se inició con el peronismo y bajo los auspicios de su jefe, como lo testimonian sus declaraciones, las órdenes dadas a sus subalternos y las opiniones de algunos de sus colaboradores cercanos.

Julio Troxler es probable que haya muerto evocando las escenas de los basurales de León Suárez, pero sabiendo que esta vez no tenía escapatoria. Y no la tuvo. Quedó tendido en la calle bajo la luz impiadosa del sol. Las Tres A no perdonaban y tenían muy buena puntería.

Peronista, más allá de Perón

Era peronista, no era tonto, pero creía sinceramente en el peronismo y suponía que esa causa era superior incluso al propio Perón. Había nacido en la localidad bonaerense de Florida en 1922. A los 18 años egresó de la Escuela de Policía Juan Vucetich. En 1955 fue dado de baja con el grado de oficial inspector. Participó en el levantamiento armado dirigido por los generales Juan José Valle y Raúl Tanco. Luego de sobrevivir a las balas de León Suárez se exilió en Bolivia. Para 1959, Troxler es junto con John William Cooke uno de los principales colaboradores de Perón. Son éstos los años del inicio de la resistencia peronista, esa lucha librada para combatir a los gobiernos militares y civiles considerados gorilas y alentar el retorno de Perón. Troxler en más de una oportunidad fue detenido y en una ocasión fue sometido a los rigores de la picana eléctrica.

Cuando en 1973, Perón y el peronismo regresan al poder, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, lo designa subjefe de Policía. Dura menos de tres meses en el cargo. Para enero de 1974 y aprovechando la provocación montada por el ERP de asaltar un cuartel militar en la provincia, Perón ordena la renuncia de Bidegain y se hace cargo del gobierno el sindicalista Victorio Calabró, un clásico exponente en aquellos años de la denominada derecha sindical.

Troxler sobrevivió económicamente gracias a un empleo que sus compañeros le consiguieron en la Facultad de Derecho de la UBA. Ya para entonces el peronismo en el que él creía estaba derrotado para siempre. Sin embargo, fue fiel a sus certezas hasta el último día.

Con Troxler se puede estar o no de acuerdo. Políticamente yo no lo estoy. Pero no se puede desconocer su entereza moral, su coraje político y su decencia personal. Fue un hombre íntegro y de una sola pieza. Si se equivocó, a sus errores los pagó con su propia vida. Era optimista, creía en sus ideas y se jugaba el cuero cada vez que la ocasión lo exigía.

¿Socialista, marxista, castrista? No lo sé. Yo diría que fue peronista. Que sinceramente creyó que el peronismo era un movimiento de liberación a favor de los más postergados. ¿Un peronista asesinado por peronistas? Así fue, lamentablemente o trágicamente. Es que lo notable del peronismo, su singularidad histórica era su capacidad para incluir en su interior a verdugos y víctimas, a asesinos y asesinados, a torturados y torturadores.

Se sabe que en todos los partidos de masas existen tendencias internas, posiciones afines a la derecha o la izquierda, sectores más conservadores y sectores más radicales; pero sólo en el peronismo estas diferencias adquirieron el carácter de verdadera guerra civil.

Aquellos tiempos hoy nos parecen lejanos. En la actualidad un Troxler o un López Rega serían impensables. Las diferencias internas en el peronismo ya no se resuelven con sangre. De todos modos, no estoy seguro de que en los repliegues de los mitos fundacionales del peronismo aún aniden y palpiten algunas de estas tensiones.

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