Lo más aconsejable para combatir el frío en una mesa de café es habilitar una de esas discusiones de hacha y tiza. Para eso hace falta saber argumentar, creer en lo que se dice y tener sangre en las venas. También hace falta un tema que nos inspire. Si todos estos factores coinciden, entonces el frío está derrotado.
—No sé qué va a pasar con De Vido -comenta Abel, mientras mira en la pantalla del televisor las informaciones que hablan de una sesión en el Congreso en la que el oficialismo va a solicitar su destitución como diputado.
—Yo no sé qué va a pasar -dice Marcial- pero sí sé lo que debería pasar si somos un país decente.
—¿Y se puede saber qué es lo vos considerás que debe pasar? -pregunta José con un toque de ironía.
—Dos cosas deberían pasar -responde Marcial en el acto- destituirlo y meterlo en cana.
—¡Qué fácil que es para vos! -exclama José- sobre todo cuando lo que quieren es juntar votos.
—De Vido debería estar en cana desde hace meses o años porque es un delincuente serial a tiempo completo.
—Pruebas, pruebas, y presunción de inocencia -insiste José- ¿o debo recordarles a ustedes los derechos de una democracia liberal?
—Esa democracia liberal que ustedes desprecian pero que se acuerdan de ella cada vez que están cerca de la cárcel -refuta Marcial.
—Yo creo -digo- que los procedimientos legales se están respetando al pie de la letra. Es más, lo que se reprocha no es la velocidad sino la lentitud, la exasperante lentitud porque en Brasil y Perú, para mencionar dos países cercanos, por la mitad de estas causas estos personajes, incluida la Señora y sus colaboradores, estarían entre rejas hace rato.
—Envidio tu seguridad y tu temple justiciero -exclama José- yo por el contrario creo que existe una persecución contra los compañeros, una persecución no muy diferente a la que practicaron los gorilas en 1955 contra el peronismo.
—¡Otra vez la pelota al patio! -exclama Abel- las pruebas contra Ella y sus compinches son abrumadoras, pero los peronistas siguen victimizándose. Y victimizándose gratis, porque en realidad siguen todos libres, libres a pesar de que tienen más causas abiertas que pelos tengo yo en la cabeza.
—Para ser justos -dice Marcial- los que deberíamos quejarnos contra la Justicia somos nosotros, que vemos cómo a pesar de todas las pruebas que hay no se deciden a meter presos a estos delincuentes.
—Bueno, no hay que exagerar -digo- en estos días metieron en cana al contador de la Señora, el señor Manzanares.
—Apellido con aroma a manzana -dice Abel.
—O a Manzano -corrige Marcial- esa joyita perdida que sólo el peronismo es capaz de fabricar
—Lo de Manzanares está bien, pero yo no entiendo qué esperan para meterla en cana a Ella que es la jefa de la banda -dice Abel.
—Yo creo que no está en cana porque tiene poder. Al contrario de lo que dicen y proclaman victimizándose los peronistas, es el poder económico, social y político que tienen lo que los salva de la cárcel. Por la mitad o menos de la mitad que hiciera Juan Pérez, estaría en cana hace rato -digo.
—El propio Moro no aconsejó la cárcel para Lula por razones de prudencia, esa fue la palabra que usó: prudencia -acota Marcial.
—Que yo sepa “prudencia” no es ninguna figura jurídica -dice Abel.
—No es jurídica pero es política -digo- un juez responsable no puede desconocer las consecuencias sociales de un fallo. Meterlo preso a Lula o meterla presa a Ella sería victimizarlos, transformarlos en bandera de lucha, hacerlos héroes, que es lo que quieren.
—Perdoname Remo, pero yo siempre creí que teníamos una Justicia independiente y que los fallos no pueden condicionarse a situaciones políticas, es decir, que si se sabe que tal persona robó va en cana sin atender el cargo que tiene.
—Creíste mal -responde Marcial.
—No sé si creyó mal -digo- pero en la Argentina, y en cualquier parte del mundo, las diferencias de roles y estatus existen aunque no se digan. Y esas diferencias gravitan de manera silenciosa pero eficaz. Cristina no va presa porque tiene poder, porque es diferente, por ejemplo, a Milagros Sala, que sí esta presa por menos de la mitad de lo que hizo Ella.
—O sea -responde Abel- que tenemos que resignarnos a que los poderosos roban y no pagan.
—No sé si resignarnos, pero sí admitir que así son las cosas. Por lo pronto, con los poderosos del peronismo hoy pasa eso.
—Hablen todo lo que quieran -dice José- pero en octubre llega la hora de la verdad. Allí se sabrá qué piensa el pueblo de este gobierno de millonarios que lo está hambreando.
—No jodamos José, acá la única millonaria en tiempo récord es tu Jefa.
—Macri es pobre, claro.
—Macri no es pobre y nunca fue pobre porque nació en el seno de un hogar de ricos; pero la hija del colectivero hoy tiene más plata que él y no puede justificar esos ingresos.
—Ya llegará el momento de contar los votos -responde Marcial- pero lo de ese pueblo hambreado del que habla José me sorprende, porque hace un año y medio había el mismo número de pobres, y un país al borde del estallido y entonces José no decía nada.
—Peronista es un tipo -dice Abel- que cuando están en la oposición y hay un 30 por ciento de desocupados pone el grito en el cielo, pero cuando es gobierno y existen los mismos pobres mira para el otro lado o cambia las cifras.
—Cuando no justifica esa pobreza y la celebra -agrega Marcial- porque los peronistas necesitan de los pobres para existir, motivo por el cual todos sus esfuerzos están orientados a que los pobres nunca dejen de ser pobres.
—Es injusto que nos digan esto a nosotros que históricamente le hemos dado dignidad a los trabajadores.
—¿Dignidad? -exclama Marcial- dignidad tratándolos de grasitas, obligándolos a llevar el luto, exigiéndoles actos de servilismo y obsecuencia todos los días. Yo te admito que mejoraron los sueldos y ganaron algunos derechos, pero a cambio de someterse al liderazgo mágico del Jefe, transformarse en un alcahuete y obsecuente, no tiene nada que ver con la dignidad, porque la única dignidad exigente, la única dignidad “digna” es la que nace de la libertad, ese valor que ustedes los peronistas rechazan como Drácula rechaza la luz .
—Nunca nos vamos a poner de acuerdo.
—De eso estoy seguro.
—Nunca nos vamos a poner de acuerdo porque no hay libertad si la gente no tiene para comer.
—Una linda frase que en la Argentina carece de significado porque la gente come, aunque el precio que cobra el peronismo por ese derecho es que los beneficiarios se sumen al rebaño.
—No comparto -concluye José.