¿El último malón?

—Después de la llamada jornada de lucha de la CGT, estoy convencido de que en octubre ganamos por paliza -se ufana Marcial que le acaba de hacer señas al mozo para que le traiga una taza de té con las galletitas de siempre.

—No entiendo lo que querés decir -contesta José, que ya disfruta de su cortado.

—Mirá cómo dejaron la ciudad -se queja Abel-, si hubieran llegado los bárbaros de Atila no habrían hecho tantos estropicios.

—Esto con perdón de los muchachos de Atila, mucho más civilizados y respetables que la indiada que ocupó la ciudad.

—Esa indiada a la que vos te referís con tanto desprecio -refuta José- es el pueblo en la calle.

—Si eso es el pueblo yo soy antipopular sin dudarlo -responde Marcial.

—Yo lo veo desde otro punto de vista -digo-, creo que lo que dice José es una falta de respeto a las ideas que tenemos de pueblo. Miren las fotos, ésa no es gente de trabajo, ésos no son luchadores sociales, son barrabravas, delincuentes, lúmpenes, canallas sociales… No confundamos al pueblo con los delincuentes.

—El pueblo de carne y hueso -defiende José- no es el que ustedes se imaginan sentados en un café.

—Café en el que vos también te sentás -responde Abel-, no te hagás el militante popular. Dejá esa tarea para tu amiga Cristina o el Morsa Fernández…

—Yo lo que digo -retorna Marcial- es que este acto sospecho que lo organizó Macri, porque después de lo sucedido en octubre gana de orejita parada.

—Yo miro esa foto de los energúmenos con las cruces de madera de los soldados de Malvinas; o los encapuchados con sus garrotes, y realmente pienso que los paga Macri -reflexiona Abel.

—Herminio Iglesias, comparado con estos salvajes, es un señorito inglés.

—Estos tipos son incomparables. Sólo nuestras mafias sindicales pueden inventar este vómito de los bajos fondos.

—Yo no adjetivaría tanto -digo-, pero sí me importa tener claro que en este país somos testigos de la disputa entre dos Argentinas: la que votó el domingo pasado y la que el martes salió a la calle. En esa disputa, yo no tengo dudas de en qué lugar debo estar.

—No te olvidés -recuerda Abel- de que para septiembre está prevista otra jornada de lucha.

—Ojalá no la levanten -exclama Marcial-; con ese paro programado ni falta que nos hace pagar una campaña electoral. Con los paros de Yasky y Baradel, Durán Barba se va a terminar quedando sin trabajo.

—Ustedes lo toman todo para la joda -reprocha José-, pero a la corta o a la larga la lucha del pueblo terminará por imponerse.

—De lo que estoy seguro -dice Marcial- es de que tal como van las cosas, en el mejor de los casos, será a la larga, a la muy larga.

—Yo no comparto -digo-; creo que los primeros perjudicados por lo que pasó ayer son los trabajadores; los trabajadores reales, la gente que se levanta todos los días para salir a laburar y a la que pelea el mango como puede… Esa gente es la que pierde con estos malones armados por burócratas sindicales millonarios y dirigentes “sociales” que se enriquecen en nombre de los pobres.

—Pregunto -dice Abel- ¿alguien se puso a pensar en la plata que perdimos los argentinos con esta jodita que se mandaron el martes? Y lo de “jodita” es una calificación liviana, porque en realidad esto que hacen no es para tomarlo en joda… sale demasiado caro, lo que se destroza y se ensucia es mucho como para creer que es un chiste.

La disputa por las obras sociales

—A mí lo que me encanta de todo esto -apunta Abel- es la decisión de Macri de quitarle el control de las obras sociales.

—No es tan así -digo-, pero les pegó un buen susto.

—Yo no sé por qué se alegran tanto de que les quiten las obras sociales a los trabajadores… ¿Qué quieren? ¿Trabajadores sin atención médica?

—No jugués con golpes bajos -digo-, en primer lugar a las obras sociales no las tienen los trabajadores, las tienen los burócratas para enriquecerse ellos y financiar sus actividades desestabilizadoras. En segundo lugar, tal como están administradas por esos “trabajadores”, los principales perjudicados vuelven a ser los trabajadores reales, cuya salud depende de estos facinerosos.

—Yo no metería a todos los dirigentes sindicales en la misma bolsa.

—Yo tampoco -respondo-, pero a veces me da la impresión de que son ellos los que se pelean para estar en la misma bolsa.

—Lo que recuerdo -dice Abel- es que las obras sociales podrían ser administradas de otra manera. Que no es una fatalidad que la tengan que manejar estos hijos de mala madre.

—Ya que estamos recordando -digo-, observo que a esta ganga, los sindicalistas la recibieron del gobierno de Onganía; el pago, la recompensa dada a los muchachos y compañeros por haber contribuido a derrocar a Illia.

—Yo no sé tanto de historia -admite Marcial-, lo que sé es que si Macri les quita a estos malandras el control de las obras sociales, estamos ante la medida más revolucionaria de los últimos cincuenta años… Ni el Che Guevara se hubiera animado a tanto…

—Llegó la hora de la pavada -murmura José en voz baja.

—Lo que no es pavada es la plata que el gobierno le da a estos otros mierdas que se califican como dirigentes de los movimientos sociales… Plata de los argentinos para que los Grabois, los Pérsico y toda esa runfla se dediquen a conspirar contra el gobierno.

—Querés dejar sin servicios a los pobres.

—No. A los que quiero dejar sin servicios es a los que lucran con ellos, que no es lo mismo.

—Yo lo que creo -dice Abel- es que los muchachos de la CGT se fueron en aprontes. En realidad, la movilización del martes fue declarada antes de las elecciones. La idea era una marcha revolucionaria luego del supuesto Cristinazo de las urnas… el problema es que les salió el tiro por la culata… no hubo Cristinazo, todo lo contrario, lo que hubo fue un Macrazo…

—No hubo Cristinazo, pero no se privaron de hacer su marchita -agrega Marcial.

—Es lo que mejor saben hacer.

—Pero es lo que peor les sale…

—Lo que no les está saliendo bien a los amigos kirchneristas es lo de Nisman -digo.

—¿Todavía siguen con ese tema? -se queja José.

—Y lo seguiremos hasta que se aclare o hasta que sepamos quiénes son los que asesinaron al fiscal.

—Insisto en que no está probado.

—Tampoco estaba probado que Al Capone era mafioso.

—No es lo mismo.

—Tenés razón, esto es un poco peor.

—Vos preguntás quiénes son los que lo mataron -repasa Marcial- y la respuesta es muy precisa: son los mismos que niegan que fue un suicidio. Todos, unos de manera directa, otros de manera indirecta, son responsables de este crimen.

—¿Vos negás terminantemente que se suicidó? -interpela José.

—Claro que lo niego. No hay suicidio, hay crimen y eso es evidente… Sólo la perversidad de un gobierno y la imbecilidad de sus acólitos pueden negar lo obvio.

—No comparto -concluye José.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *