—Ganamos en provincia de Buenos Aires -se ufana José- nos quisieron hacer fraude, operaciones mediáticas, pero finalmente el pueblo impuso su opinión.
—¿El pueblo? -pregunta Abel- hasta que alguien me demuestre lo contrario el pueblo es el pueblo argentino, salvo que vos creas que el único pueblo existente son los caballeros del Conurbano o, mejor dicho, los muchachos de la seccional tercera cuyo poder político y riqueza personal proviene del juego, el narco, la piratería del asfalto, La Salada y todas esas delicadezas propias de ustedes.
—No le den vueltas -replica José-; ganamos.
—Ganamos las pelotas -refuta Marcial-; en el orden nacional Cambiemos sacó muchos más votos que ustedes.
—Además -agrego- seamos sinceros, ganaron por treinta mil votos, una miseria si tenemos en cuenta el Cristinazo que proclamaban por anticipado.
—Se gana aunque sea por un voto -insiste José- eso me lo enseñaron ustedes.
—No eran ésas las expectativas de tus compañeros -dice Marcial- ustedes me recuerdan a ese equipo de fútbol que pensaba ganar por goleada, siete a cero, diez a cero y ya estaban festejando por anticipado, cuando finalmente terminaron definiendo el partido por penales… alambrando hasta el último momento.
—Y además -agrega Abel- el partido no terminó, el partido sigue en octubre y me parece que esta vez la que va a perder por goleada es tu jefa.
—Y de Santa Fe, ¿qué me cuentan? -pregunta José con tono ganador.
—Según el cristal con que se mire… lo que sé es que Cantard sacó más votos que Rossi.
—Pero el peronismo le ganó a Cambiemos.
—Por adelantado -exclama Marcial- juego ya un asado para toda la mesa, con vino del bueno, postre y cigarros habanos que en octubre ganamos de punta a punta.
—No festejés antes de tiempo.
—Festejar ya estoy festejando; porque aunque a José no le guste, el 13 de agosto le dimos una paliza histórica y en octubre los terminamos de liquidar.
—Dejen de festejar tanto y preocúpense para que aparezca Maldonado con vida -reprocha José.
Desaparecidos en democracia
—Me preocupo por Maldonado como en su momento me preocupé por López y como me sigo preocupando por Nisman -confieso.
—Tu gobierno más que buscar a un desaparecido lo que hace es proteger a la Gendarmería.
—La Gendarmería está siendo investigada -digo- y la están investigando como ustedes jamás lo hubieran hecho; ¿o me vas a hacer creer que con Milani hubieran investigado más?
—Milani no tiene nada que ver con esto -replica José al toque.
—Más o menos no tiene nada que ver.
—No jodan muchachos, hay un tipo desaparecido y el Estado debe rendir cuentas -exige José.
—El Estado debe investigar -admite Abel- y lo está haciendo y lo hace sin chuparse el dedo. No es necesario que venga la señora Carlotto o alguno de los amigos rentados que tiene en la materia, para recodarnos que en las fuerzas de seguridad hay bolsones más o menos importantes de corrupción.
—La primera que lo sabe -dice Marcial- es María Eugenia Vidal que está haciendo lo que en más de setenta años de gobiernos peronistas en provincia de Buenos Aires nunca hicieron.
—Todo lo que quieran, pero Maldonado no aparece -reitera José.
—Y ustedes tiene una ganas de que aparezca muerto…
—Eso corre por tu cuenta.
—Yo de lo que estoy seguro -digo- es que el gobierno nacional no dio la orden de desaparecer a Maldonado. Es más, hoy políticamente hablando el principal afectado por la desaparición de Maldonado es Macri.
—Es como me dijera mi amigo el vasco -dice Marcial-: “¿Qué interés puede tener el gobierno de Cambiemos en hacer desaparecer un cuatro de copas en plena campaña electoral?”.
—El compañero Maldonado es algo más que un cuatro de copas -refuta José.
—No me corrás con boludeces.
—No son boludeces, vos tenés una sensibilidad y yo tengo otra.
—Con tu sensibilidad no me voy a meter, pero tu jefa sí que tiene una sensibilidad exquisita. Me di cuenta con lo de Cromanón, o cuando chocó el tren en Once; también me di cuenta de su corazón de oro cuando lo suicidaron a Nisman.
—Y yo agregaría -digo- cuando matan a disidentes en Venezuela, cuando los matan como a perros… en la ocasión, los compañeros parece que se olvidan de los derechos humanos.
—Ustedes la complican, pero para mí está todo muy claro -informa José.
—¿Y se puede saber cuál es tu claridad?
—A Maldonado lo secuestró la Gendarmería y es muy probable que lo hayan matado; la represión en la Argentina sigue siendo ilegal.
—Preguntale a Milani -agrega Marcial.
—Yo no descarto esa posibilidad -digo- la de un acto represivo ilegal, pero de allí a decir que Macri es igual a Videla hay una larga distancia.
—Sobre todo -observa Marcial- cuando lo dicen ustedes los kirchneristas, los mismos que hasta la semana pasada lo tuvieron en la nómina de pago al compañero Etchecolatz.
—Vos perdoname José -aclara Abel- pero así como no se debe descartar lo de la Gendarmería, tampoco se deben descartar otras variantes.
—¿Por ejemplo?
—Qué se yo… que lo haya matado ese puestero, que esté escondido en algún lugar, que haya habido un ajuste de cuentas entre ellos…
—Todo lo que quieran, pero los testigos hablan de la Gendarmería.
—Los testigos… los testigos… -resopla Marcial- encapuchados, sin documentos… carne de prisión… con testigos como ésos no vamos a ninguna parte.
—Yo repito -digo- que no descarto, conociendo el paño, que a algún gendarme se le haya ido la mano y que después se protejan entre ellos… pero de todas las circunstancias lo que está claro, por lo menos para mí lo está, es que no hay por parte del gobierno nacional una política de desaparición forzada de personas como andan diciendo con absoluta mala leche e irresponsabilidad.
—Con lo que pasó en la Argentina no se puede tomar a la ligera la desaparición de una persona -observa José.
—Precisamente, atendiendo lo que nos pasó es que no se puede andar boludeando -dice Abel.
——Ustedes andan boludeando, como siempre, tratando de obtener bastardos beneficios políticos con una desgracia humana y una tragedia -respondo- no se puede tener tanta mala leche con el dolor de los otros e incluso con el dolor del país.
—Yo reitero -dice Marcial- que los muchachos no pueden disimular las ganas de que Maldonado aparezca sin vida, muerto. Son los mismos que dijeron que el suicidio de un pobre hombre de noventa y dos años era una deliberada política de genocidio contra los jubilados.
—Tranquilo Marcial, tranquilo -dice Abel- en octubre esta joda se termina… las sectas quedarán reducidas a sectas y con suerte y viento a favor los corruptos y falsarios irán a la cárcel, pero en todos los casos lo que me atrevería a decir es que por un tiempo, por una buena porción de tiempo, los argentinos no vamos a padecer una cleptocracia disfrazada de progresista.
—No comparto -concluye José.