La guerra civil española en Argentina

Es notable el impacto que la guerra civil española tuvo en Argentina. Una comunidad española numerosa en estas tierras tal vez explique en parte esta realidad, pero lo cierto es que tanto en el plano político como cultural y social, la guerra civil con sus vicisitudes y dramas cotidianos estuvo presente en la Argentina a través de diarios, revista, folletos y una amplia y extendida actividad solidaria, al punto que Argentina fue considerado uno de los países que más recursos entregó a España.

La solidaridad incluyó, como no podía ser de otra manera, un debate interno áspero e intenso. Si bien mayoritariamente las adhesiones fueron a la causa republicana, también hubo adhesiones significativas a los denominados “Nacionales”. Respecto de la solidaridad republicana tampoco faltaron las disidencias internas entre comunistas, anarquistas y socialistas, aunque estas no adquirieron el grado de beligerancia que sí hubo en España.

No bien llegó a la Argentina la noticia del levantamiento armado de Franco contra la República, comenzó la movilización solidaria a través de centros y comités de ayuda creados en las principales ciudades del país. La movilización incluyó revistas, folletos y diarios. Aunque la manifestación más efectiva de solidaridad se expresó a través del envío de milicianos argentinos decididos a pelear con las armas en la mano a favor de la causa republicana. Se los conoció con el nombre de brigadistas, es decir, miembros de las Brigadas Internacionales, una iniciativa promovida apenas iniciada la guerra por la Comintern comunista con la aprobación de Moscú y el aporte organizativo de los comunistas franceses.

Las Brigadas Internacionales constituyen un capítulo especial de la guerra civil española porque llegaron a sumar más de sesenta mil hombres -las cifras no son coincidentes- provenientes de alrededor de cincuenta países. Argentina aportó unos setecientos u ochocientos militantes, en su mayoría hombres, pero también hubo mujeres, algunas de las cuales se destacaron en los frentes de guerra como por ejemplo, Mika Feldman de Etchebéhère, nacida en Moisés Ville y la única mujer en la guerra civil que dirigió un batallón de combate.

El principal reclutador de brigadistas en la Argentina -y en el mundo- fue el Partido Comunista. Pero no fue menor el aporte de anarquistas y socialistas. La inscripción, voluntaria, y las exigencias eran básicas: estar a favor de la república y ser antifascista. Entre los brigadistas hubo intelectuales, trabajadores, militantes políticos, mujeres y un número interesante de judíos, muchos de quienes luego, en España, se sumarán a la Unidad Botwin.

Brigadistas argentinos pelearon en Madrid y en las batallas de Albacete, Teruel, Brunete, Jarama, Guadalajara y, sobre todo, en el Ebro, donde la república quemó los últimos cartuchos ofensivos con la esperanza de dar vuelta una guerra que ya para 1938 parecía perdida.

También brigadistas argentinos desfilaron con sus compañeros de armas aquella jornada triste y gloriosa del 28 de octubre de 1938. Más de doscientas mil personas salieron a la calle para decirles adiós. En el palco estaban Lluis Companys, Manuel Azaña y Juan Negrín. Estos hombres y mujeres habían venido desde todos los rincones del mundo. Venían a pelear y a morir por una causa que identificaban con la causa de la humanidad. Creían muy en serio en una sociedad más libre y más justa. Y eran antifascistas convencidos. Muchos de sus amigos habían muerto en las trincheras y los frentes de batalla, a algunos le cerraron los ojos o le cavaron su tumba.

Pablo Neruda los recuerda en un poema: “…Entonces os he visto. Y mis ojos están ahora llenos de orgullo, porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla. Silenciosos y firmes como campanas antes del alba. Llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos. Venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños, llenos de dulzura quemada y de fusiles a defender la ciudad española en que la libertad acorralada puedo caer y morir mordida por las bestias”.

Esa tarde de octubre de 1938 los brigadistas regresaban a sus países como consecuencia de un dudoso acuerdo político exigido por la Sociedad de Naciones y el Comité de No Intervención. Muchos de ellos se despedían con lágrimas en los ojos. Ellos mismos, duros como eran, no podían evitar emocionarse.

Dolores Ibarrauri, la Pasionaria, los despidió con palabras que aun hoy emocionan. “Vinisteis a nosotros como hermanos nuestros y en los días más duros de nuestras guerra… Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando, cuando el recuerdo de esos días dolorosos y sangrientos se esfumen en un presente de libertad, cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por todos los españoles, hablad a vuestros hijos, hablad de estos hombres, de estas mujeres de las brigadas internacionales… Podéis marchar orgullosos. Vosotros sois la historia. Vosotros sois leyenda… caballeros de la libertad del mundo. ¡Buen camino!”.

Entre los argentinos merecen destacarse los nombres de Juan José Real, dirigente comunista; Ramón Belanguer García que combatirá al lado de Buenaventura Durruti; Juan Gastón Gilly, Simón Tur, Alfredo Borello, Loy Klepach, Boris Mochkowsky, el tío Boris, que se desempeñó de oficial en el Quinto Regimiento y era conocido como “Ortiz”. Trabajadores algunos, intelectuales otros, antifascistas todos. Tampoco faltaban las ovejas negras de familias ricas, como es el caso de Carlos Kern Aleman, primo de Juan y Roberto Aleman.

Podemos discutir la ideología de estos hombres u objetar su identificación con Stalin o el comunismo. Lo que resulta difícil criticar es su capacidad de entrega, su pasión desbordada, la convicción de que estaban haciendo lo justo, lo que correspondía, la certeza de que para ser hombres plenos debían luchar para detener el fascismo en España y en el mundo.

La historia no se escribe de todos modos con un solo trazo y con tinta de un solo color. También están los pasajes oscuros, las líneas torcidas, los errores y las suciedades. No todos los brigadistas pensaban lo mismo y esas diferencias se hicieron presentes de la peor manera en los campos de batalla, sobre todo en Barcelona, como muy bien lo escribe George Orwell.

Junto con los ideales y el coraje convivía el sectarismo, el dogmatismo criminal, los operativos inescrupulosos. No todos los brigadistas murieron por las balas de Franco. Lamentablemente. No pocos cayeron ejecutados por los comisarios políticos del comunismo. Victorio Codovilla, el burócrata del PC argentino se jactó de realizar el trabajo sucio acatando las órdenes de Moscú. No fue el único y a decir verdad no solo los comunistas cometían tropelías en el bando republicano. Anarquistas y troskistas no se quedaban atrás, nada más que su influencia política y militar era menor. Hay que decir también que no todos los brigadistas eran muchachos puros e idealistas. También hubo aventureros irresponsables y cultores del heroísmo y la muerte. A modo de conclusión parcial, no es desacertado postular, entre otras cosas, que la República perdió la guerra civil por los errores y torpezas cometidas por quienes defendían la República aunque de republicanos tenían poco y nada.

Entonces, ¿hay que reivindicar o condenar a estos brigadistas? Lo siento por mí y por todos si la realidad es más complicada de lo que nos gustaría. Supongo que más que juzgar hay que tratar de entender el clima de época, las ideas e imaginarios presentes y las opciones políticas disponibles. En tiempo presente y en situaciones dramáticas es probable que a la hora de elegir no haya mucho margen para la duda, pero a la hora de indagar el pasado se impone la reflexión y todas las dudas son válidas.

Estoy convencido que los hombres que marcharon a España lo hicieron movilizados por lo que creían eran los mejores ideales de su tiempo. Que a la hora del balance histórico esos ideales no hayan sido ni tan puros ni tan justos como se creía, no impide reconocer lo que allí hubo de valioso para la condición humana y también lo que hubo de injusto e indigno.

La guerra civil española dividió a la opinión pública argentina, una división que se inició en el interior de la comunidad española pero que se extendió a intelectuales y políticos argentinos. Cuando Franco se levantó en armas en julio de 1936, el presidente de la nación era Agustín Justo; y cuando la República se rindió definitivamente en abril de 1939, el presidente era Roberto Ortiz. Ambos mandatarios mantuvieron, lo que se dice, una actitud neutral, aunque en el interior de la Concordancia también hubo serias diferencias entre sus corrientes liberales simpatizantes con la causa republicana y algunos núcleos conservadores inclinados hacia el franquismo.

Más de 300.000 españoles vivían entonces en Buenos Aires. Muchos fueron republicanos, pero no fueron pocos los franquistas. Los republicanos organizaron brigadas internacionales, pero también lo hicieron los falangistas criollos. Muchas mujeres se solidarizaron con la República, pero también hubo numerosas manifestaciones femeninas de solidaridad con Franco.

Desde ya, los periódicos de izquierda apoyaron a la República desde sus inicios y luego de concluida la guerra. Claridad, la editorial dirigida por Antonio Zamora, fue uno de los ejemplos paradigmáticos de la defensa republicana desde un registro de izquierda. Por su parte, la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo y el popular diario Crítica de Natalio Botana apoyaron a la República desde posiciones que nada tenían que ver con la izquierda y el comunismo.

Los actos públicos fueron amplios y masivos. En el Luna Park y el Coliseo se convocaron a multitudes. También los radicales organizaron actos de solidaridad con la República en Córdoba. Lisandro de la Torre, Arturo Frondizi, Alfredo Palacios, fueron los políticos más destacados en esta actividad solidaria. Entre las mujeres cabe destacar a Elvira Rawson de Dellepiane, Bertha Singerman, Alicia Moreau de Justo, Victoria Ocampo, Norah Borges, Delfina Varela de Ghioldi.

“Vida Femenina” y “La Nueva España” fueron revistas editadas por españoles residentes en Argentina y que simpatizaron con la República. Lo mismo ocurrió con “España Republicana”, una revista fundada en 1918, que continuará hasta 1964. Desde la otra barricada la Agrupación Monárquica Española editará un boletín con críticas furibundas a los rojos y sus compinches locales. La revista estará auspiciada por doña María Pía de Borbón.

A poco de iniciada la guerra, la revista Sur impulsó una solicitada de apoyo a la República, solicitada que contará con las firmas de 34 escritores. Allí están, entre otros, su directora Victoria Ocampo, Jorge Luis Borges, Eduardo Mallea, Leónidas Barletta, Alejandro Korn, César Tiempo, Alfonsina Storni, María Rosa Oliver, Aníbal Ponce, Conrado Nalé Roxlo, Samuel Eichelbaum y Alberto Gerchunoff.

Como consecuencia de ese posicionamiento los escritores de orientación nacionalista que escribían en Sur se retiraron de la revista. Leonardo Castellani, Julio Irazusta, Ignacio Anzoátegui, Leopoldo Marechal, Ernesto Palacio y Ramón Doll son algunos de los nombres destacados. Por su parte, Forja, con la aprobación de Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, se declara neutral porque consideraron que para el interés nacional la lucha principal era contra el imperialismo inglés, una verdadera paradoja, porque los nacionalistas criollos en este punto van a coincidir con la muy odiada y dominadora Inglaterra.

En la misma línea, y como para corroborar estas sugestivas afinidades, Carlos Ibarguren, presidente del Pen Club Buenos Aires, elevó una nota al embajador español en Argentina, Enrique Díaz Canedo, reclamando la libertad de José Antonio Primo de Rivera.

Otra referencia a tener en cuenta es la revista católica Criterio, dirigida por monseñor Gustavo Franceschi. Criterio simpatizaba con el franquismo, una simpatía que no excluía algunas polémicas internas, sobre todo cuando en esos años arribó a Buenos Aires el filósofo católico Jacques Maritain, quien no ocultó sus críticas al régimen franquista y particularmente el concepto de “guerra santa” defendido más que por Franceschi, por Julio Meinvielle.

Capítulo aparte merece el diario “Crítica” y la decisión de su director Natalio Botana de apoyar a la República en toda la línea. Durante los tres años de la guerra el diario publicará editoriales, crónicas y columnas en las que defenderá la causa republicana. “El norte de España ya es una colonia ítalo-alemana”, es el título de una editorial. “La República será aplastada por culpa de la neutralidad de las potencias democráticas”, escribió en 1939.

La FUA, la central estudiantil argentina, será solidaria con la causa republicana. Gracias a las gestiones de Botana, el joven Guillermo Delgado será designado representante estudiantil ante el gobierno de la República. Botana será uno de los impulsores de la suscripción popular a favor de la Cruz Roja Española. La actividad se coordinará con el apoyo de la embajada española y, muy en particular, de la esposa del embajador Díaz Canedo, la señora Teresa Manteca Ortiz. También será activa la participación de la embajada española cuando se haga cargo de ella el dirigente conservador, católico y republicano, Ángel Ossorio y Gallardo.

En los primeros meses de 1939, llegará a Buenos Aires el dirigente socialista Indalecio Prieto. “Crítica” publicará la noticia en primera plana. Concluida la guerra con los resultados conocidos, Botana desplegará una intensa actividad para recibir en Argentina a los exiliados republicanos. Su solidaridad se extenderá a la organización de colectas. Fiel a su estilo, en noviembre de 1939 y con motivo de la victoria obtenida en el Hipódromo de Palermo de su caballo Romántico en el clásico Carlos Pellegrini -victoria que le significó la suma de 50.000 pesos- Botana no vacilará en donar esa plata a la causa, donación que además se promocionará en las páginas del diario con los comentarios humorísticos del caso, en particular acerca de Romántico calificado de pingo de pura sangre republicana.

Botana auspiciará la Comisión Argentina para Niños Españoles, una institución solidaria cuyo objetivo será proteger a los hijos de los republicanos. En esta comisión estarán presentes Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios, José Peco, Carlos Saavedra Lamas y Mariano Castex. Por su parte, el poeta Enrique Banchs, presidente de la Sade, reclamará a través de una carta pública que Buenos Aires refugie a los escritores españoles antifranquistas.

En noviembre de 1939 llegó al puerto de Buenos Aires el vapor Massilia. Allí venían 147 exiliados españoles cuyo destino será Chile, Paraguay, Brasil y Bolivia. Botana se hizo presente en el puerto y discutió con el capitán del barco. Don Natalio en el puerto organizó uno de sus habituales escándalos contra el capitán que no sabía qué hacer con un personaje del cual le habían informado que era uno de los hombres más influyentes de Buenos Aires. En cierto momento, el capitán le dijo que no le va a permitir subir al barco y que los exiliados se irán a otro país. Según se cuenta, Botana respiró hondo y sonrió, mientras su habano parecía apuntar el pecho del atribulado capitán. Luego le dijo : “No sólo voy a subir al barco, sino que además los 147 exiliados van a bajar conmigo”. Y efectivamente así se hizo. Todos los exiliados descendieron y en tierra firme Botana le entregó a cada uno de ellos un sobre con el dinero suficiente como para vivir dignamente durante los dos primeros meses.

Como capítulo de cierre, corresponde recordar que el presidente de la Nación, Roberto Ortiz, emitió un decreto permitiendo a los exiliados quedarse en la Argentina. Según se dijo después, Ortiz pagaba con este gesto el apoyo de Botana a la asonada militar del 6 de septiembre de 1930, una imputación dudosa ya que para 1939 los realineamientos políticos eran otros y, por lo tanto, las amistades y los correspondientes favores habían variado.

 

 

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