¿La victoria da derechos?

 

 

La victoria electoral de octubre le otorgó a Cambiemos su mayoría de edad política. Ahora los problemas de legitimidad no los tiene Macri, los tiene Cristina. Cristina y el peronismo, en la medida en que ella sigue siendo la dirigente más representativa de esa fuerza política. Tan representativa, que su liderazgo, en tanto se mantenga, le asegura al peronismo futuras e irreparables derrotas.

Cambiemos aprobó con buenas calificaciones su prueba decisiva. Los peronistas lógicamente apostaban su derrota para que su cumpliera “la maldición De la Rúa”. Y no eran pocos los no peronistas que –hombres de poca fe- suponían una derrota segura de Macri y el inevitable retorno de los muchachos de la “Marchita”. No fue así. Ganó Cambiemos. Y si las elecciones hubieran sido presidenciales hubiera ganado en primera vuelta.

¿Da derechos la victoria? Las efemérides escolares responden que no, pero el realismo político sostiene que sí. Ningún político lo va a admitir, por supuesto, pero todos sabemos –y los políticos en primer lugar- que la victoria otorga derechos como la derrota otorga perjuicios. Y el que no crea en esto último, que le pregunte a De la Rúa cómo le fue cuando perdió en las elecciones legislativas intermedias. O averigüen cómo le fue Alfonsín en 1987.

La victoria da derechos. O da poder. Todo en su límite por supuesto, pero en estas repúblicas por lo menos, la victoria modifica el humor de la sociedad y le permite a gobernantes tomar iniciativas que en otro contexto no las hubieran tomado. Estará bien o estará mal, pero si Cambiemos no hubiera ganado es muy difícil que De Vido o Boudou estuvieran entre rejas. Y hubiera sido impensable suponer que el asesinato de Nisman se investigue a pesar de los bloqueos de funcionarios judiciales, servicios de inteligencia, operadores kirchneristas y reconocidos judeofóbicos. Y, por ultimo, sin ese respaldo social, el presidente no hubiera tenido margen para convocar a gobernadores y anunciar un plan de reformas que solo es posible plantearlo respaldado con una victoria electoral.

¿Está mal? No lo sé, pero es así. Salvo que alguien crea que un resultado electoral es neutro, un dato técnico, un relevamiento estadístico. La victoria da derechos, `pero estos derechos no están escritos en un cuerpo legal, en un código, pero están escritos con letra indeleble en el cuerpo social y la dinámica política que en todos los casos es dinámica de poder y lógica de poder.

Una pregunta a hacerse es si esta victoria electoral responde a un humor pasajero, a un factor de coyuntura o es el inicio de una nueva hegemonía política, de una coalición política y social de mediano y largo alcance. Yo puedo responder a esta pregunta con una afirmación o una negación, pero está claro que serán los hechos los que darán la respuesta tentativa a este interrogante. No está escrito en ningún libro de este mundo, ni del otro, que Cambiemos sea una coyuntura o una realidad que ha venido a quedarse. Lo que digo es que atendiendo a sus anclajes sociales, a su representación entre sectores altos, medios y pobres, no es descabellado o temerario suponer que dispone de condiciones favorables para consolidar una nueva hegemonía política y social.

Aunque los opositores bramen contra el neoliberalismo y otras imputaciones, lo que los hechos están demostrando es que Cambiemos no solo no responde exactamente a la imputación neoliberal, sino que hasta puede postularse que si incluso lo fuera, esa identidad política no esta reñida con la posibilidad de dar respuestas a los desafíos del crecimiento económico y la pobreza.

Aunque a Sergio Massa no le guste. Cambiemos se las ha ingeniado para ocupar el centro del poder. Tarde, Massa descubre que su supuesta avenida del centro no solo existía sino que estaba ocupada por Macri.  ¿Pero no es que Cambiemos es de derecha? Si estas categorías aún dicen algo, admitiría que efectivamente Cambiemos se constituye en sus inicios con una gravitación importante de lo que clásicamente se considera la derecha, una derecha democrática, reformista, pero derecha al fin.

Al respecto hay que decir que históricamente e incluso políticamente no solo no tiene nada de malo ser de derecha –tampoco lo tiene ser de izquierda- sino que, como enseña la experiencia histórica, muchos países han accedido a la modernidad y la prosperidad desde estrategias de derecha. P

Pero en el caso que nos ocupa, el dato fuerte de Cambiemos no es tanto ese supuesto origen de derecha como su capacidad para instalarse en el centro y desde allí expresar una estrategia nacional de poder. Dicen los entendido en box, que ganar el centro del ring es importante. Si esto es así en el box, en política ocupar el centro no es importante, es decisivo porque a las naciones se las gobiernan desde ese lugar y el talento, la sabiduría o la encendida política exigen posicionarse en ese centro, algo que hasta el momento Cambiemos lo viene haciendo de manera notable.

Aunque sea políticamente incorrecto continuaré insistiendo en mis calificaciones binarias. Si hay victoria es porque hay derrota; si hay ganadores es porque hay perdedores. Esto quiere decir que ganó Cambiemos y perdió el peronismo. Si la victoria no es neutral la derrota tampoco lo es. Y esto el peronismo lo sabe. Y si no la sabe, lo está aprendiendo.

En principio está aprendiendo o por lo menos sospechando que con el kirchnerismo no van a ningún lado. Que el Frente para la Victoria ha degradado en un Frente para la Derrota y para el exitismo mayoritario de la tradición peronista la derrota no es deseable por nadie. Peronista derrotado, queda para sembrar rabanitos o cuidar los nietos. O para molestar.

El problema es que Cristina no gana afuera pero gana adentro. Es decir, no le gana a Macri, pero es la peronista más votada. Supongo que ese poder se ira disgregando. Unidad Ciudadana no dio el primer paso en estas elecciones, dio el último. De aquí en más se irá debilitando, pero no sabemos quién liderará al peronismo. El bastón de mariscal puede estar en la mochila del más modesto soldado, como le gustaba decir a Napoleón, pero hasta la fecha acerca de ese bastón nadie tiene noticia en el campamento o en la toldería peronista.

Supongo que en algún momento el peronismo empezará a darnos signos de recuperación. Es lo probable. Y desde el punto de vista republicano, lo deseable. La pregunta por el millón es cuánto tiempo le llevará cumplir con ese cometido. También en este caso se hace difícil dar un pronóstico. Que el peronismo recupere capacidad competitiva depende en primer lugar de los peronistas, pero también depende de Cambiemos.

Las relaciones de poder se despliegan a través de interacciones, conflictos, aciertos y errores. Si Cambiemos logra constituir una nueva hegemonía es probable que por unos años el peronismo peregrine por el llano con todas las ingratitudes que conlleva esa travesía por el desierto. Sin cargos, sin recursos, sin las comodidades que disfrutaron durante todos estos años, sin poder en definitiva.

Cambiemos tiene posibilidades históricas y políticas para constituir una nueva hegemonía, pero en esta navegación por aguas borrascosas siempre existe la posibilidad de que el capitán del barco choque la nave, que un iceberg lo sorprenda en la oscuridad o que los dioses le lancen sus rayos y centellas. Que los dirigentes de Cambiemos no olviden, por lo tanto, aquella evaluación del peronismo acerca de que ellos llegan al gobierno no porque son muy buenos sino porque sus  opositores son muy malos. De los dirigentes de Cambiemos depende que este maleficio o esa esperanza populista no se cumpla.

 

 

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