Homenaje a Joaquín Sabina

 
Debate largo y abierto al infinito es si los cantautores hacen poesía o simplemente se limitan a acomodar palabras que suenen más o menos bien y expresen sentimientos amorosos. Desde los trovadores medievales a la fecha la discusión se mantiene sin señales de resolverse. Sir ir más lejos, hace unos meses en una Feria del Libro en Sevilla, dos empinados profesores de Letras se sacaron chispas discutiendo si las canciones de Joaquín Sabina merecían considerarse poesía. Uno de los profesores estaba muy peor muy  fastidiado porque un libro de sonetos de Joaquín figuraba al lado de Aleixandre, García Lorca, Alberti, Hernández y Neruda. Habrase visto  tamaña insolencia

En lo personal postulo que Joaquín Sabina es un poeta y en algunos momentos un gran poeta. No empezó a escribir poemas para cantar, sino que se relacionó con la poesía desde su infancia y en su adolescencia en Ubeda y sus primeros años juveniles en Granada se codeó mano a mano con los poetas de su tiempo,

En esos años leyó a Manrique, Quevedo y Góngora y se deleitó con Pablo Neruda y César Vallejo. No, no fue un improvisado. Como tampoco lo fueron George Brassens, Bob Dylan, Violeta Parra, Leonard Cohen, José Alfredo Jiménez y nuestros paisanos Atahualpa Yupanqui, Homero Manzi, Discéepolo, Homero Expósito y el negro Celedonio Flores.

La canción popular es un caso serio. Muchas veces casi a punto de despeñarse en el precipicio de la sensiblería y lo cursi, en el caso de los cantautores mencionados logra transitar al filo de la navaja con la frente alta y el corazón tierno.  Y cuando esa poesía es buena es como para que en las academias empiecen a preocuparse.  Guthrie, un cantautor yanqui, le dijo una vez a un diputado: déjame escribir mis canciones y vos mientras tanto redactá todas las leyes que quieras y vamos a ver quien tiene más influencia. Se lo dijo un poco en joda un poco en serio, pero se lo dijo. En su monumental biografía sobre Panco Villa, el historiador Friedrich Katz sostiene que fueron las canciones populares, las baladas y corridos  tarareados y cantados en los campamentos, al lado del fogón, en las fiestas populares o en la soledad de las noches de luna con la sombra de las colinas como únicos testigos, los que sostuvieron el mito de Villa durante décadas, hasta que el estado se dignó a reconocerlo oficialmente medio siglo después de su muerte.

Sabina pertenece al linaje de los grandes cantautores heredero de Villón y Quevedo. Y y par de Cohen y Dylan. Sus recursos poéticos son amplios y los emplea con talento. Endecasílabos, aliteraciones, retruécanos y otras habilidades verbales están presentes en  las letras de  sus canciones. En el arte de enumerar -ese arte del cual Borges fue el gran maestro, es excelente. “Más de cien palabras” o “Así estoy yo sin ti”, lo confirman.  También lo es jugando con las palabras: “Y morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.  Ritmo, repeticiones, juegos con la letra M y cambios de tiempos con la palabra “muerte”. Impecable.

En Sabina hay una obra, un punto de vista, la construcción de un personaje reconocible. Todos los grandes cantautores lo logran. Y Sabina mejor que nadie. Después está su estilo. Sabina tiene el encanto y la  gracia del atorrante, del vago simpático que seduce mujeres casadas y solteras y se gana el odio de todas las suegras y las señoras respetables. Desenfadado, burlón, sinvergüenza, sin embargo no es un lumpen insensible ni un Isidorito Cañones. En sus canciones hay derrotas, tristezas, nostalgias por el paso del tiempo, miedo a la vejez y a la muerte y. No es un ganador. Por el contrario, su personaje está más cerca del perdedor, el perdedor que vive intensamente, se juega en todo y con todas y soporta sin quejarse las cicatrices, el modesto precio a pagar por tanto riesgo. “Si es para hacerme daño, sé lo que me conviene; he defraudado a todos, empezando por mí”.  

Van pues las citas de algunas de sus canciones. Léanlas con la música rondando en el aire, pero si  esta no llega, léanlas lo mismo porque poseen música propia.      

 

 

 

 

 

De tanto ser felices se me olvidó quererte; yo quería un tesoro, vos querías un botín-

 

El amor como un rito en torno al fuego; el insomnio, la dicha, las colillas; el arduo aprendizaje del respeto; las heridas que ya ni Dios nos quita.

 

Yo no quiero un amor civilizado, con recibos y escenas del sofá; yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar.

 

Que el corazón no se pase de moda, que los otoños te doren la piel, que cada noche sea noche de bodas, que no se ponga la luna de miel.

  

Iba cada domingo a tu puesto del Rastros a comprarte, monigotes de migas de pan, caballitos de lata; con agüita del mar andaluz quise yo enamorarte, pero tú no tenías otro amor que el del Río de la Plata.

 

El naufragio de tantas certidumbres, el derrumbe de dioses y de mitos.

 

Cuando te haya olvidado aún te echaré de menos y alzaré la penúltima copa a tu salud; me obligaste a elegir entre tú y el veneno, yo tiré una moneda al aire, y salió cruz.

 

Luego, de vuelta a casa, enciendo un cigarrillo, ordeno mis papeles; resuelvo un crucigrama, me enfado con las sombras que pueblan los pasillos y me abrazo a la ausencia que dejas en mi cama.

  

En mi casa no hay nada prohibido, pero no vayas a enamorarte, con el alba tendrás que marcharte para no volver, olvidando que me has conocido, que una vez estuviste en  mi cama, hay caprichos de amor que una dama no debe tener.

 

Veinte años de mitos mal curados, dibujando Dieguitos y Mafaldas; veinte vidas hubiera yo tardado, en contar los lunares de tu espalda.

  

No debiera contarlo y sin embargo, cuando pido la llave de un motel y a la media noche encargo un buen champagne francés y cena con velitas para dos, siempre es con otra, mi amor, nunca contigo.

 

Y regresé, a la maldición del cajón sin su ropa, a la perdición de los bares de copas, a las cenicientas de saldos y esquinas.

 

Las cosas que me dices cuando callas, los pájaros que anidan en tus manos, el hueco de tu cuerpo entre las sábanas, el tiempo que pasamos insultándonos; el miedo a la vejez los almanaques, los taxis que corrían despavoridos, la dignidad perdida en cualquier parte, el violinista loco, los abrigos; las lunas que he besado yo en tus ojos, el denso olor a semen desbordado, la historia que se mofa de nosotros, las bragas que olvidaste en el armario.

 

Viajero que regresas a esa ciudad del norte, donde una dulce niebla empapa la razón; donde llegan los barcos cargados de preguntas a muelles laboriosos como mi corazón.

 

Extraño como un pato en el Manzanares, torpe como un suicida sin vocación, absurdo como un belga por Soleares, vacío como una isla sin Robinson; oscuro como un túnel sin tren expreso, negro como los ángeles de Machín, febril como la carta de amor de un preso…así estoy yo sin ti.

  

Yo le quería decir que el azar se parece al deseo; que un beso es solo asalto y la cama es un ring de boxeo; que las caricias que mojan y la sangre amotinan, se marchitan cuando las toca la sucia rutina. Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera; contarle que el universo era más ancho que sus caderas; le dibujaba un mundo real no color de rosa; pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.

 

Mi Annie Hall, mi Gioconda, mi Wendy las damas primeras; mi Cantinflas, mi Bola de Nieve, mis Tres Mosqueteros; mi Tin Tin, mi yo-yo, mi azulejo, mi siete de copas, el zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa.

 

Cuando de ella y de mí queden solo estos versos, los hoteles que un día quisimos compartir, los coches aparcados sobre nuestros recuerdos, la glorieta de Atocha donde la conocí.

 

Este hacerse mayor sin delicadezas, esta espalda mojada de moscatel; este valle de fábrica de tristeza; esta espuma de certeza, esta colmena sin miel.

 

Si es para hacerme daño, sé lo que me conviene, he defraudado a todos empezando por mí; ni soy ni un libro abierto, ni quien tú te imaginas, lloro con las más cursis películas de amor.

 

Yo no buscaba amores mercenarios, ni ella era la venus de Buñuel, pero el tequila de los solitarios sabe mejor contigo mademoiselle. Y dos rondas más tarde la besaba y tres besos después me convenció y en un mueble por hora que alquilaba, ahorita les diré lo que pasó. Tantas cosas me dio que no me daban, tantas caricias casi de verdad, que a mí se me olvidó que trabajaba y ella no se acordó de trabajar.

 

Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido; una vez me contó un amigo común que la vio donde habita el olvido.

 

Puedo ponerme humilde y decir, que no soy el mejor, que me falta valor para atarte a mi cama; puedo ponerme digno y decir, tomá mi dirección cuando te hartes de amores baratos.

 

Los muchachos de la 12 más violentos, cuando la junan en la Bombonera, le piden a la virgen de los vientos, que le levante a Paula la pollera.

 

Al llegar al portal nos buscamos, como dos estudiantes en celo, un piso antes del séptimo cielo se abrió el ascensor; nos sirvió para el último gramo, el cristal de tu foto de boda, no faltó ni el desfile de moda de ropa interior.

 

Dueña de un corazón tan cinco estrellas, que hasta el hijo de un Dios una vez que la vio se fue con ella, y nunca le cobró la Magdalena.

 

A ti que te lo montas, de niña tonta en medio de una orgía; a ti que me has ganado con un naipe marcado la partida; a ti que aún no sabes los besos que te caben en la boca; a ti que has comprendido que a veces el olvido se equivoca; a ti que has preferido vivir como si nada fuera eterno; a ti que has compartido conmigo una almohada en el infierno.

 

Esta sala de espera sin esperanza, estas pilas de un timbre que se secó, este helado de fresa de la venganza, esta empresa de mudanza con los muebles del amor.

 

He llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan, he crecido en La Habana, he sido un paria en París, México me atormenta, Buenos Aires me mata, pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid.

 

Aunque la noche delire como un pájaro en llamas; aunque no dé la nota la Puerta de Alcalá, aunque la maja desnuda cobre quince en la cama, aunque la maja vestida no se deje besar.

 

Allí donde se cruzan los caminos; donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo, pongamos que hablo de Madrid…el sol es una estufa de butano, la vida un metro a punto de partir, hay una jeringuilla en el lavabo, pongamos que hablo de Madrid.

 

Y como además sale gratis soñar y no creo en la reencarnación, con un poco de imaginación partiré de viaje enseguida a vivir otras vidas, a probarme otros nombres, a colarme en el traje y al piel de todos los hombres que nunca seré.

 

Lo malo no es que huyera con mi cartera y mi ordenador , peor es que se fuera robándome, además, el corazón.

 

Ya no cierro los bares ni hago tantos excesos, cada vez son mas tristes mis canciones de amor.

 

Como si la arena cantara en el desierto los cantos de sirena del Mar Muerto; como si para crecer sobraran las escaleras; como si escribiera un ciego un libro abierto.

 

Los clientes del bar uno a uno se fueron marchando; tú saliste a cerrar, yo me dije “Cuidado chaval te estás enamorando”. Luego todo pasó de repente, tu dedo en mi espalda, dibujó un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda. Caminito al hostal nos besamos en cada farola; era un pueblo con mar, yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola.

 

Donde los jeques blanquean los cheques del petrodólar y marean a don Quijote con un lingote de Pepsi Cola. 

 

Ese adiós no maquila un hasta luego, este nunca no esconde un ojalá, estas cenizas no juegan con el fuego, este ciego no mira para atrás.

Las mejores promesas son aquellas que no hay que cumplir.

  

Nietos de toreros disfrazados de ciclistas, ediles socialistas, putones verbeneros, peluqueros de esos que se llaman estilistas, musculitos, posturitas, cronistas carroñeros, divorciadas calentonas con pelo a lo Madonna, trotamundos fantasmas, soplones de la pasma, pintorcillos vanguardistas, genios del diseño, camellos que te pasan papelinas contra el sueño, marcadores de paquetes en la cola del retrete, escritores que no escriben, vividores que no viven, jefes de pacotillas, directores que no ruedan…estaban todos, todos menos tú…

 

Como otras parejas tuvimos historias de celos; historias de gritos y besos, de azúcar y sal; un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo y yo, la verdad, nunca he sido un amante ideal. 

 

Cuando era más joven, viajé en sucios trenes que iban hacia el norte; y dormí con chicas que lo hacían con hombres por primera vez; comía salchichas y olvidaba luego pagar el importe; cuando era más joven me he visto esposado delante de un juez.

  

Mi habitación con su cartel de toros; el llanto en las esquinas del olvido; las cenizas que quedan, los despojos; el hijo que jamás hemos tenido; el tiempo del dolor, los agujeros; el gato que maullaba en el tejado; el pasado ladrando como un perro; el exilio, la dicha, los retratos; la lluvia, el desamparo, los discursos; los papeles que nunca nos unieron; la redención que busco entre tus muslos… 

 

NI tu bordas pañuelos ni yo rompo contratos; ni yo mato por celos, ni tú quieres por mí; antes de que me quieras como se quiere a un gato, me largo con cualquiera que se parezca a vos.     

Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia. Hay mujeres que nunca reciben postales de amor. Hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados. Hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no. Hay mujeres que bailan desnudas en cárceles de oro. Hay mujeres que ni cuando mienten dicen la verdad.

  

Tenemos urgencias, amores que matan; tenemos silencios, tabaco, razones; tenemos Venecia, tenemos Manhattan; tenemos cenizas de revoluciones. Tenemos un as escondido en la manga, tenemos nostalgias, piedad, insolencia; monjas de Fellini, curas de Berlanga; veneno, resaca, perfume violencia. Tenemos naufragios soñados en playas de islotes sin nombre, ni ley ni rutina; tenemos heridas, tenemos medallas, laureles de gloria, coronas de espina; tenemos proyectos que se marchitaron, crímenes perfectos que no cometimos, retratos de novias que nos olvidaron y un alma en oferta que nunca vendimos.     

 

Nos tocaba crecer y  crecimos, vaya si crecimos; cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos; pero todo se acaba y es hora de decirte ciao; me ha citado la luna en Corrientes, esquina Callao.

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