A Dios rogando y con el dólar dando

El padre Ramón está en la puerta del bar conversando, tal vez discutiendo con dos señores. Marcial conversa con Quito, el mozo, y trata de explicarle que la culpa de lo que está pasando no la tienen ni los ingleses ni los judíos. José toma café y lee los diarios o, mejor dicho, mira la tapa de los diarios. Yo, mientras tanto, sentado en posición de francotirador contemplo la comedia de la vida que esta mañana de mayo circula por la ciudad.

-Desde que lo metieron preso a Patti, Quito está insoportable -comenta Marcial.

-Decile que no está solo -le comento- en Mar del Plata una maestra ponderaba a Hitler y les aseguraba a los chicos que los judíos tuvieron la culpa del Holocausto.

-Sé de otra maestra -dice Marcial- que le enseña a los chicos que Macri es un demonio y que Cristina y Juana de Arco son dos santas… es verdad… Quito no está solo.

-No es exactamente lo mismo -observa José.

-Más o menos no es lo mismo -responde Marcial- una maestra que usa a los chicos para embanderarlos políticamente es una fascista… lo sepa o no…

-¿Y qué me cuentan de lo de Wiñatzki, el periodista golpeado por los chicos de la Cámpora?

-Yo lo único que te cuento -insiste José- es que es lo mismo le hicieron a Zannini y a Kicillof y nadie dijo nada. También se quedaron callados cuando dos mujeres lo insultaron a Verbitsky.

-¡Vos no habrás dicho nada! -respondo- A mí todo escrache me parece fascista lo haga quien lo haga. Fascista y cobarde.

-Yo pienso en general lo mismo -admite Marcial- pero con el caso de Verbitsky tengo mis dudas, no porque estas mujeres hayan estado brillantes, sino porque este señor que ahora se ligó un par de puteadas, es el mismo que organizó puteadas colectivas y en masa, alentando a la perrada para que insulte y lance escupitajos contra los periodistas que no piensan como él. Además, este señor debería explicar si tiene o no algo que ver con los servicios de inteligencia, porque a mí me llaman mucho, pero mucho, la atención sus relaciones con el comodoro Güiraldes y que en un tiempo en el que hacían desaparecer hasta a los indiferentes, como dijo un brillante general, él se paseaba lo más campante por Buenos Aires y no lo molestaban ni para pedirle el carnet de conductor.

-Yo no creo en esas visiones paranoicas de la política -digo.

-Te respondo con una frase que creo que la dijo Woody Allen: “El hecho de que no seas paranoico no quiere decir que no te estén vigilando”.

Mientras los amigos conversan, el cura Ramón se despide no con muy buenos modales de los dos señores que conversaban con él y se acerca a la mesa. Está fastidiado y no lo puede disimular. Quito le acerca su taza de mate cocido, que él agradece con una fugaz sonrisa.

-Estos tipos -exclama el padre Ramón levantando apenas la voz- se creen que porque uno es cura es pelotudo.

-¿Qué le pasó padre? -pregunto y le doy una leve palmada en el hombro.

-Me vienen a correr a mí por izquierda para que movilice a la gente de la parroquia.

-¿Y se puede saber quiénes son estos muchachos? -pregunta Marcial.

-Son jefes piqueteros o algo parecido -dice el cura.

-Los veo muy bien vestidos para piqueteros… -comento.

El cura sonríe, una sonrisa que le arruga la cara y le hace brillar los dientes; después me contesta remarcando cada una de las palabras:

-Yo no te dije que eran piqueteros, te dije que eran jefes piqueteros que no es lo mismo.

-Usted me va a perdonar, padre -dice José- pero si la situación social es insostenible, si la gente se muere de hambre, no podemos esperar llegar al cielo para obtener justicia… el mandato es luchar hoy.

-Yo lucho todos lo días -responde el cura- lo que pasa es que mi manera de luchar no es la tuya.

-¿Y se puede saber cuál es?

-Se puede saber, pero no es una fórmula y mucho menos la vas a leer en los diarios o ver en los programas de televisión; los cristianos no trabajamos para salir en los medios o para ganarme un cargo político o para tirar abajo un gobierno.

-Sin embargo -agrego- hay curas que sí hacen política, que sí contribuyen a desestabilizar gobiernos y que incluso a veces se candidatean para ser diputados o cosas parecidas.

-Allá ellos querido- responde el cura Ramón- yo no me hice cura para ser diputado… y los que así lo hicieron mira cómo les fue… ni buenos diputados ni buenos curas… tampoco me hice cura para andar lagrimeando en las calles o diciendo frases bonitas… el sentimentalismo, la cursilería, es el arma preferible del Diablo.

-Lo que usted quiera cura, pero hay bronca en la calle… -digo.

-Puede que haya bronca y puede que algunos tengan razón en estar enojados, pero mi tarea no es estimular el incendio…

-¿Apagarlo entonces?

-Tampoco apagarlo… lo mío, entre otras cosas, es convencer a los incendiarios que hay que hacer otra cosa, que por el camino de la violencia lo único que aseguran es la derrota.

-La gente prefiere morir con dignidad a vivir de rodillas.

-No me vengas hijo de Dios con ese cuento… a vos te vendría bien arrodillarte un poco más y aprender un poco más de la verdadera caridad y el verdadero amor…

-No me convence cura; al pueblo no lo va a convencer y mucho menos consolar con esas palabras.

-Yo no pretendo consolar al pueblo, que, dicho sea de paso, tampoco creo que tiene muchas ganas de dejarse consolar por vos, pero lo que sí te digo es que prefiero consolar a cada hombre en particular; hay mucho dolor en el mundo y en ese dolor tenemos que estar nosotros. El pueblo, como vos lo planteás, es una abstracción, y yo prefiero al hombre de carne y hueso que a tus abstracciones.

-El hombre ese tiene hambre.

-Sí, claro y tiene soledad y tiene tristeza… y el desafío es aprender a dar respuestas a cada una de esas necesidades. El Padrenuestro, que vos harías bien en rezar con más frecuencia, lo dice muy clarito: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”… fijate bien… dice para hoy… no lo está diciendo ni para mañana ni para pasado, está diciendo hoy, pero esa urgencia se resuelve transitando otros caminos y no pretendiendo incendiar el país.

-Usted sabe muy bien padre que a la violencia de arriba… -le digo.

-Sí claro que lo sé muy bien, pero de esa violencia de arriba también son responsables estos dos ñatos que hace un rato estaban conmigo y que viven como señoritos y hacen negocios con los pobres…

-No todos son así -digo.

-Es probable, pero los que me vinieron a apretar son así.

-O sea –dice José- que hay que esperar a que Dios nos resuelva los problemas.

-No me hagás decir lo que no dije -responde el padre Ramón- si Dios se hizo hombre es porque lo más importante para él es el hombre y, te repito una vez más: es más importante un hombre que sufre que todas las abstracciones.

-Y el cristianismo acaso, ¿no es también una abstracción?

-Para algunos seguramente, para mí no. Y para los verdaderos cristianos tampoco. La verdadera fe no es evasión, es anclaje sólido con la realidad y eso no es nada complaciente, porque donde Dios está presente está presente su enemigo, el mal… muchacho… el mal es la sombra de Dios. Y hay que lidiar con todo eso.

-Ninguna de sus palabras responde a los problemas del dólar anclado o libre, o la deuda externa o la los índices inflacionarios.

-Es probable, pero nada de lo que hagamos, incluso aunque lo hagamos bien, tendrá sentido, tendrá significado si no tenemos presente lo que les digo. Les guste o no, si Dios no existiera estaríamos más solos y, aunque no lo crean, es porque Dios existe que resulta posible elaborar respuestas posibles a realidades cada vez más problemáticas.

-Yo no necesito creer en Dios para dar esas respuestas.

-Que vos no creas en Dios no quiere decir que Dios dejó de creer en vos… además… para llegar a Dios no es necesario estar en una iglesia, porque como dijera un cura amigo, se puede llegar a Dios a través de muchos caminos… aunque vos no lo creas, Dios ama la diversidad.

-Diga lo que diga, Dios no es una realidad, usted no puede probar que Dios existe -digo.

-Y vos no podés probar que no exista… es que Dios no es una realidad… en eso tenés algo de razón… Dios es una idea, una idea que trata de aprehender una realidad a la que no tenemos acceso y por eso lo llamamos misterio.

-No comparto -concluye José.

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