Sarmiento

Afirmar que Domingo Faustino Sarmiento es el mejor escritor del siglo XIX y posiblemente -si le vamos a hacer caso a Piglia- ocupe un lugar destacado en el siglo XX, no es nada original ya que hasta sus adversarios más enconados -Abelardo Ramos, Jauretche, Sánchez Sorondo, entre otros- le reconocen esta condición. Habría que agregar al respecto, que esa «don» para la escritura no proviene del dominio  exclusivo de las leyes gramaticales sino -como lo postula Tulio Halperín- de una singular capacidad de percepción de lo real, una percepción tan exigente y en algunos casos avasallante, capaz incluso de obligarlo a contradecir sus propios puntos de vista políticos o ideológicos. 
La apertura del Facundo es extraordinaria por el ritmo épico, pero sobre todo porque en esos pocos renglones Sarmiento sintetiza algo que estará presente a lo largo de la historia argentina: la fascinada mirada del intelectual ante un liderazgo como el de Facundo Quiroga, liderazgo poseedor de un secreto que Sarmiento exige que el caudillo se lo revele, le entregue la clave que Facundo posee y le permite relacionarse con «el alma popular», ese misterio .esa oscuridad, ese espejismo que desvela a los intelectuales de todos los tiempos.       
 
 
¡Sombra terrible de Facundo! voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos  la vida secreta y las convulsiones internas que desgarran las entrañas de un noble pueblo! ¡Tú posees el secreto! ¡Revélanoslo!
 
Acto seguido, Sarmiento insiste en otro tema que constituye nuestra historia relativamente cercana: la esperanza del retorno, la certeza de la llegada del líder providencial, la intuición de su inmortalidad, la negativa a admitir su muerte, esa negativa que, por ejemplo, también mantuvieron los campesinos de Morelos, quienes esperaron sin resignaciones el retorno de Emiliano Zapata negándose a admitir que había sido asesinado; o los campesinos de Chihuahua con Pancho Villa, quienes medio siglo después de su muerte continuaban improvisándole corridos al «general» en las tumultuosas y pendencieras tabernas o en aquellas soledades de la sierra mitigada por la compañía de la guitarra y la botella de tequila.
 
 
Diez años después  de su trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos, al tomar diversos senderos en el desierto, decían: «¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá!
 
 
La capacidad o el talento de Sarmiento para anticiparse a los hechos, para presentir o intuir a través de la literatura crisis, conflictos o dilemas que persistirán en el futuro, es asombros. Cien años antes de que Hannah Arendt teorice acerca de «la banalidad del mal», Sarmiento nombra al pasar aquello que luego Arendt teorizará y elevará a categoría conceptual.   
 
 
Facundo, provinciano bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador que hace el mal sin pasión…  
 
 
 
 
Por último, los tangueros y entre otros mi amigo Kreimer, le deben a Sarmiento un tango, una tanguería o una milonga. En el último tramo del capitulo II del Facundo: «Originalidad y caracteres argentinos», Sarmiento divaga acerca de costumbres y hábitos y en cierto momento el genio lustra la lámpara y profetiza la llegada de aquellos que sin temor a exageraciones o ditirambos, sabemos que se llamará tango.   
 
Sabido es, por otra parte, que la guitarra es el instrumento popular de los españoles, y que es común en América. En Buenos Aires, sobre todo,  está todavía muy vivo el tipo popular español, el majo.Descúbresele en el compadrito de la ciudad y en el gaucho de la campaña. El jaleo español vive en el cielito: los dedos sirven de castañuela. Todos los movimientos del compadrito revelan al majo: el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero, hasta la manera de escupir por entre los dientes: todo es aún andaluz genuino.
Del centro de estas costumbres y gustos generales se levantan especialidades notables que un día embellecerán y darán un tinte original al drama y el romance nacional.   

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