El Che Guevara, los libros y las palabras

                           
 
En su relato «Reunión», publicado en el libro «Todos los fuegos el fuego», Julio Cortázar rinde algo así como un homenaje al Che Guevara. Escrito en primera persona y publicado un año antes de la muerte del guerrillero, el texto se inicia con la cita de un texto de Jack London que es a su vez una mención que el Che hace en su libro escrito en 1961 «Pasajes de la guerra revolucionaria». Dice el Che y luego recupera Cortázar:    
 
Recordé un viejo cuento de Jack London, donde el protagonista, apoyado en un tronco de árbol, se dispone a acabar con dignidad su vida.
 
La mención alude a un cuento de London,»Hacer un fuego», pero lo que importa en este caso es la relación del Che con la literatura y en particular con la lectura. Fotos que nos llegan desde diferentes fuentes lo muestran leyendo o escribiendo. Una de ellas, en un árbol, solo, ensimismado en el libro, apartado del grupo. 
En la carta dirigida a su madre informando de su marcha a Bolivia menciona al Quijote; y hay otra carta en la que cita a Baudelaire. Es verdad, la relación del Che con los libros fue intensa. Más allá de sus aciertos o sus errores, importa explorar esta relación no para justificarlo sino para entender un aspecto más de la vida de un personaje que para bien o para mal se constituyó en un formidable mito político de la segunda mitad del siglo veinte.
En Bolivia, acorralado por el ejército y las fuerzas de seguridad, en andrajos y asmático persiste en retener el morral en el que están sus libros y su diario, un despropósito práctico para quien debe movilizarse con agilidad y con el menor peso posible.
Pero el acontecimiento más representativo de esta biografía literaria del Che o de su relación con los libros y la escritura, se expresa en el último momento de su vida. Herido, amarrado, sucio, con el sabor amargo de la derrota, conversa con Julia Cortés, la maestra de la escuela de La Higuera, a la que le permitieron acercase al aula para darle un plato de comida. Entrevistada muchos años después Julia Cortés dice, «Todo era hermoso en él: su cara, sus rasgos, su forma de mirar, sus ojos…». Así son los héroes en la tradición griega: hermosos, de origen patricio, mueren jóvenes y defienden lo que se considera la causa más noble de su tiempo. 
En la escuela hay una pizarra y unos textos escritos con tiza. El Che le señala a la maestra casi con una sonrisa que en la frase «…se leer», falta un acento y que la palabra ángulo también está sin acento.  Julia Cortés le alcanza a decir que Angulo con mayúscula no lleva acento. El Che sonríe y calla. Momento singular, extraordinario, casi poético: al borde de la muerte, mientras en La Paz y Washington se debate febrilmente qué hacer con el Che; mientras la CIA, la KGB y los servicios secretos de Bolivia intrigan y conspiran, mientras los diarios adelantan con sus notas lo que -al decir de monseñor Cámara- será el inicio del mito más fuerte desde los tiempos del Rey Blanco, el Che discute con una maestra los acentos de dos palabras. 
Hay un poema que la poeta mexicana Thelma Nava dedica al Che sin poder disimular los sentimientos que Guevara le inspira y lamentando no haber sido la maestra que discutió con él pocos minutos antes de su muerte unas elementales reglas gramaticales  
 
 
Será porque hoy tu fotografía junto a mí
es una lámpara de fuego
y ha venido un poeta de España que persigue tus pasos 
por la calle de Nápoles de la ciudad de México.
Será porque duermes entre peces de tierra 
y no hay una paloma sobre tu pecho
y tu espalda se ha quedado en silencio.
Porque estás un poco más cerca de nosotros
y una rosa de estaño aparece desnuda entre tus manos.
Será porque no tengo tu mancuernilla derecha
ni fui la maestra que habló contigo
a la que corregiste los acentos
en la pequeña escuela de Camiri.
Yo sólo soy una mujer que tiembla cuando dice tu nombre.
 
 
Hermoso poema, más allá de cualquier consideración política. Interesante por otra parte que el último gesto del guerrillero haya estado relacionado con las palabras, con el lenguaje. En realidad, siempre lo estuvo. Sus diarios así lo demuestran. También sus poemas. No, no era un buen poeta, pero era un hombre para quien la poesía tenía importancia. El poema citado a continuación el Che lo escribió en México en 1954. Entonces trabajaba de enfermero en un hospital y conoció la agonía de la Vieja María. Si hubiera logrado tomar distancia del sentimiento de dolor o indignación que le provocaba esa mujer, el poema hubiera mejorado, pero supongo que el Che no esperaba el Premio Nobel de Literatura y quería expresarse. Un par de años antes de hallar en la guerrilla el campo preferido de su expresión.   
 
 
VIEJA MARÍA
Vieja María, vas a morir. 
Quiero hablarte en serio: 
Tu vida fue un rosario de agonías completo. 
No hubo un hombre amado, ni salud, ni dinero, 
apenas el hambre para ser compartida. 
Quiero hablar de tu esperanza, 
de tres distintas esperanzas 
que tu hija fabricó sin saber cómo. 
Toma esta mano que parece de niño 
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo, 
refriega tus callos duros y los nudillos puros 
en la suave vergüenza de mi mano de médico. 
Escucha, abuela proletaria: 
cree en el hombre que llega, 
cree en el futuro que nunca verás. 
No reces al dios inclemente 
que toda una vida mintió tu esperanza 
ni pidas clemencia a la muerte 
para ver crecer a sus caricias pardas. 
Los cielos son sordos y en ti manda el oscuro, 
sobre todo tendrás una roja venganza. 
Lo juro por la exacta dimensión de mis ideas. 
Tus nietos vivirán la aurora, 
muere en paz, vieja luchadora. 
Vas a morir vieja María; 
treinta proyectos de mortaja 
dirán adiós con la mirada 
el día de éstos que te vayas. 
Vas a morir vieja María, 
quedarán mudas las paredes de la sala 
cuando la muerte se conjugue con el asma 
y copulen su amor en tu garganta. 
Esas tres caricias construidas de bronce, 
la única luz que alivia tu noche; 
esos tres nietos vestidos de hambre 
añorarán los nudos de los dedos viejos 
donde siempre encontraban alguna sonrisa. 
Eso era todo, vieja María. 
Tu vida fue un rosario de flacas agonías, 
no hubo un hombre amado, salud, alegría, 
apenas el hambre para ser compartida. 
Tu vida fue triste vieja María. 
Cuando el anuncio de descanso eterno 
enturbia el dolor en tus pupilas, 
cuando tus manos de perpetua fregona 
absorben la última caricia, 
piensas en ellos… y lloras, 
pobre vieja María. 
No, no lo hagas, 
no ores al dios indolente 
que toda una vida mintió tu esperanza 
ni pidas clemencia a la muerte. 
Tu vida fue horriblemente vestida de hambre, 
acaba vestida de hambre. 
Pero quiero anunciarte 
en voz baja y viril de las esperanzas, 
la más roja y viril de las esperanzas, 
quiero jurarlo por la exacta 
dimensión de mis ideales. 
Toma esta mano que parece de niño 
entre las tuyas pulidas por el jabón amarillo, 
refriega los callos duros y los nudillos puros 
en la suave vergüenza de mis manos de médico. 
Descansa en paz, Vieja María, 
descansa en paz, Vieja luchadora, 
tus nietos todos vivirán la aurora, 
LO JURO.

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