Frío polar, dice el informativo meteorológico. Tal vez sea algo exagerado, pero que hace frío; hace frío, no como en Siberia seguramente, pero sí suficiente como para que un santafesino de buena ley se abrigue y se queje. En el bar abundan el café caliente, las tostadas, y de vez en cuando alguien menciona una buena grapa. En la pantalla del televisor se juega un partido de fútbol en una Rusia que para los argentinos está cada vez más lejana y más sumida en el olvido. No es para menos. No nos fue bien y nadie tiene ganas de acordarse de los malos momentos. Como al pasar, Marcial menciona el tema del aborto.
-En la Cámara de Senadores no va a salir -anticipa.
-Dios te oiga -dice el cura Ramón.
-Dios oye cada cosas… -comenta José.
-Si mi memoria histórica no me falla -digo- a mediados de los años treinta la Cámara de Diputados trató el tema del divorcio, y sin embargo luego pasaron casi cincuenta años para que finalmente se aprobara, porque la Cámara de Senadores suele ser el cementerio de los proyectos políticos avanzados.
-No estoy tan de acuerdo -dice el cura Ramón- Senadores siempre fue pensado como el espacio de la reflexión, el lugar ocupado por hombres mayores que no se dejan entusiasmar por las modas del momento.
-Se dejan entusiasmar, si es que alguna vez se entusiasmaron por algo, por las modas añejas del pasado.
-Se diga lo que se diga, las cartas se reparten de vuelta -dice Marcial- y me parece que esta vez el juego va a favorecer a los opositores al aborto.
-¿Por qué estás tan seguro?
-Por lo que veo y escucho. Y por lo que veo con los indecisos que son los que finalmente vuelcan la cosa para un lado o para el otro. En Diputados, a los indecisos no les quedaba otra alternativa que apostar por A o por B, ahora tienen la posibilidad de un tercer voto, el voto que plantea correcciones al proyecto original, motivo por el cual una de las posibilidades es que ese proyecto regrese a Diputados donde puede dormir el eterno sueño de los justos.
-Hablando de Senadores -pregunto- ¿escucharon las opiniones de Gabriela Michetti, oponiéndose no solo al proyecto de legalización de la interrupción del embarazo votado en Diputados, sino también a la norma establecida por el Código Penal hace casi cien años, es decir, que la mujer violada puede interrumpir su embarazo?
-Esa chica… -dice Marcial- desde que llegó a la vicepresidencia de la Nación no dejó de ir para atrás.
-Yo digo que Michetti tiene todo el derecho a decir lo que piensa y decirlo con toda la voz que tiene -dice el cura Ramón.
-Lo de entregar un hijo en adopción, cura -dice José- me parece, con todo respeto, un acto de un cinismo y una crueldad increíble.
-No sé por qué te oponés a que una mujer entregue a un hijo en adopción.
-No me opongo a que lo haga, me opongo a que la obliguen a entregar el hijo en adopción o a que la única alternativa al embarazo no deseado sea la adopción.
-Yo -digo- le voy a recordar a Gabriela Michetti lo que alguna vez escribieron dos conocidos y prestigiosos sociólogos norteamericanos: Dubner y Levitt.
-¿Y se puede saber qué dijeron esos muchachos?
-Muchas cosas dijeron, pero para hacerla corta te lo sintetizo en lo siguiente: en Nueva York y en cinco ciudades de EE.UU. se demostró que los embarazos no deseados que dieron lugar a nacimientos de niños, multiplicaron geométricamente las tasas delictivas; mientras que las tasas delictivas empezaron a caer cuando se aprobó la legalización del aborto.
-Te darás cuenta que a semejante brulote lo debés justificar con mejores argumentos.
-En todo caso quienes lo intentan justificar no soy yo sino los mencionados sociólogos que se manejan con cifras contundentes. La primera consideración que registran estos profesionales es que toda madre sabe muy bien por qué quiere o no quiere tener un hijo; la segunda consideración señala que el hijo no deseado y entregado en adopción tiene grandes posibilidades de ser un delincuente.
-Esa es una injusticia y una falta de respeto a los niños adoptivos -exclama el cura Ramón- es más, diría que se trata de una conclusión discriminatoria y hasta racista contra los pobres y contra los pobres chicos que fueron dados en adopción.
-Lo que usted quiera padre -respondo- pero los números no dejan lugar al engaño. El descenso significativo de la altas tasas de mortalidad en los años noventa se debe a varios motivos, pero lo que ellos afirman después de analizarlos uno por uno, es que a partir de la legalización del aborto gracias al fallo Roe-Warren, veinte años después la tasa de criminalidad cayó. Y lo que se verificó es que cayó porque esas mujeres, de situación afectiva vulnerable, de situación social irregular, ahora interrumpían sus embarazos y no entregaban a esos chicos no queridos en adopción o los dejaban en manos de tíos o abuelos que poco y nada querían saber con esos niños.
-Todo eso hay que probarlo -responde el cura- ¿por qué un tío o un abuelo no van a querer a un chico que es su sobrino o su nieto?
-En la franja social que Levitt y Dubner trabajan, se comprueba empíricamente que esos chicos recibieron una pésima educación, fueron abandonados, no se sintieron queridos, por lo que se crearon condiciones para que muchos de ellos, tal vez no todos, se vuelquen al delito.
-Lo que yo pienso -dice Marcial- es que cualquier decisión que se tome en este tema tiene consecuencias sociales y políticas. No sé dónde leí, que en Rumania el dictador Ceausescu decidió en su momento prohibir el aborto no por cristiano sino porque quería multiplicar la población. Efectivamente, la población creció pero también creció la anomia, la violencia y el resentimiento. Y los observadores estiman que este hecho explica en parte el derrumbe de la dictadura y la ejecución del dictador y su esposa, único país comunista donde hubo un desenlace de ese tipo.
-En el caso que yo menciono -insisto- Levitt y Dubner prueban que la caída de los índices delictivos en Nueva York no proviene de la mejoría de la situación económica, la lucha contra la droga, el control de armas o la presencia de más policías en la calle, sino del hecho tal vez sórdido pero contundente de que la habilitación del aborto disminuyó de manera sensible el nacimiento de niños criados en condiciones sociales y afectivas favorables al delito. Lo que se probó en Nueva York también se probó en cinco ciudades más y existe toda una bibliografía especializada que así lo confirma.
-A esa bibliografía especializada me gustara verla -dice el cura Ramón- ustedes son muy ligeros para las especialidades y las excelencias de las que después nos enteramos que son globos en el aire.
-El libro de Levitt y Dubner se vendió como pan caliente y recibió una excelente crítica.
-A mí me importa tres pitos -dice el cura- que el libro se haya vendido como pan caliente y más cuando el tema es la vida y la muerte y, mucho más aún, cuando sospecho que se trata de un libro que discrimina.
-No discrimina digo- dice la verdad: a mayores nacimientos de hijos no deseados mayor delincuencia… yo lo siento por usted, pero los números no mienten.
-Los números no mienten porque la verdad y la mentira no tienen que ver con los números.
-Ahora no me diga que está en contra de las matemáticas.
-Estoy en contra de las manipulaciones y las trampas, pero sobre todo estoy en contra de la insensibilidad y la impiedad de presuntos científicos sociales que de científicos tienen poco y de sociales nada y que se dedican a tratar a las personas como si fueran animales.
-No comparto -respondo.