De la huelga general al general Huelga

—El paro fue un éxito -exclama José- el pueblo salió a la calle para decirle “basta” a este gobierno ajustador y vendido al FMI.

—¿Ya está? -pregunta Marcial- ¿ya te diste el gusto de decir lo que tenías ganas?

—Tengo más cosas para decir.

—Ahora me toca a mí -corta Marcial- miro estas huelgas y me llega a la memoria la frase de mi tío piamontés.

—¿Podés repetirla? -digo.

—“Al buen trabajador lo defiende el patrón, al mal trabajador lo defiende el sindicato”.

—Mierda que era gorila tu tío, casi más gorilas que su sobrino.

—Te largo otra de mi tío, así tenés un panorama completo: “Un hombre que se precia de tal no vive ni de la mujer ni del Estado”.

—Los pelos le salían hasta por los pies.

—Y, sin embargo, fundó la cooperativa en el pueblo, era solicitado para ser presidente de la cooperadora de la escuela y armó una fábrica que dio trabajo a más de cien personas y, me consta, todos esos trabajadores compraron su casa, tenían auto y mandaron a sus hijos a estudiar a la universidad de… con gorilas como ésos, sospecho que viviríamos en una Argentina mejor.

—Estábamos hablando del paro del martes -digo.

—Lo que hay que decir -insiste Marcial- es que el paro nos salió 30.000 millones de pesos, que dentro de dos días nadie se va a acordar de tu bendita jornada de lucha y que todo lo que se hizo fue para resolver la interna sindical, para decidir quién se queda con la “caja” y para que no vayan en cana los “compañeros” más comprometidos.

—Eso dicen los gorilas.

—También lo dice el sentido común, la justicia, lo que se ve en la calle -responde Marcial.

—Yo debo admitir -dice el cura Ramón- que hay motivos para estar insatisfechos con este gobierno… las cosas no andan bien, y para los pobres mucho menos…

—No me diga cura, que usted apoya el paro.

—Yo no estoy donde estoy para apoyar o repudiar huelgas.

—Compartirá conmigo -dice Marcial- que la huelga no arregla nada.

—Tal vez, pero yo no voy a abrir la boca en contra de los pobres… -dice el cura Ramón.

—No se tire en contra de los pobres -le digo- pero una palabra en contra de los sindicalistas multimillonarios que largan estas huelgas…

—Hay sindicalistas millonarios y hay sindicalistas que honran su cargo -responde el cura- es más, los millonarios que vos mencionás en general no quieren saber nada con el paro.

—Está cada vez más peronista, cura.

—Yo estoy con el Evangelio y el Evangelio está con los pobres… si en ese punto me encuentro con los peronistas… qué le voy a hacer… también me gustaría encontrarme con los radicales y lo socialistas.

—¿Y acaso no se encuentra?

—Sí, me encuentro, pero peronistas hay más…

—¿Adónde quiere llegar cura?

—A nada, a contarte lo que pasa en mi parroquia. Es verdad que en el barrio hay más peronistas, pero también es verdad que el cafiso, el ratero, el apretador, suelen ser peronistas.

—No se me ponga gorila, cura -advierte José.

—El gorila acá soy yo -exclama Marcial sonriendo- y realmente lo que ocurre me pone más gorila… es una vergüenza… reclaman el derecho de huelga y después aprietan a la gente que quiere ir a trabajar… derecho de huelga sí, pero libertad de trabajo no.

—Y no te voy a contar lo que dijo el energúmeno que habló en el acto -digo.

—¿Micheli?

—Ése… una vez se presentó a elecciones y sacó el 0,20 de los votos, pero el señor se da el lujo de hacerle planteos al gobierno.

—Planteos… linda palabra… planteos eran los que hacían los militares… a Frondizi por ejemplo lo volvieron loco hasta que lo derrocaron…

—No es lo mismo -dice José.

—Más o menos no es lo mismo. En ambos casos la amenaza de fuerza y en ambos casos la pretensión de que el gobierno haga lo que ellos quieren.

—El país entero paró -dice José- y hasta el más porfiado debe admitir que la situación económica no da para más.

—Yo te puedo admitir -digo- que la situación económica es mala, pero de allí a marchar a una huelga general hay un largo trecho.

—¿Y qué hay que esperar, según vos, para ir a la huelga?

—Un golpe de Estado, una situación que amenaza nuestras libertades y nuestras vidas…

—La pobreza, la amenaza.

—No jodamos… alcanza y sobra con la inflación como para que, además, agreguen la inflación de la protesta… el país anda mal, pero de allí no se deduce que la solución sean las huelgas generales propiciadas por los mismos que desde hace décadas vienen desestabilizando a los gobiernos que no son de su signo.

—No deja de ser sintomático -insiste José- que mientras el pueblo está en la calle luchando por sus derechos, el presidente viaja a Estados Unidos para mendigar plata y ponerse de rodillas ante el FMI.

—Dios mío -exclama Marcial en voz baja.

—Yo puedo entender todo -dice el cura Ramón- pero lo que me cuesta entender es lo innecesario, la sobreactuación irresponsable o tilinga.

—¿A qué se refiere?

—¿Qué necesidad tiene el presidente de declarar desde Estados Unidos que debemos enamorarnos de la Lagarde?

—No se lo tome a pecho… es una metáfora -explica Marcial.

—Una pésima metáfora -responde el cura- y guarda que yo no tengo nada personal con esa mujer, pero realmente… para qué esa pulsión de decir cosas de las que después se arrepiente… ¿o nos vamos a olvidar cuando dijo, sin que nadie se lo pida, que lo peor ya había pasado, cuando dos meses después se puso en evidencia que lo peor no es que ya había pasado, sino que aún no había llegado?

—No creo que esos errores sean importantes -digo.

—No lo sé… no lo sé… -dice el cura- la credibilidad de un presidente en momentos de crisis o, perdón, de tormenta (se ríe), se sostiene con pequeñas verdades y pequeños detalles, pero en todos los casos el presidente debe ser creído. Y esa creencia, que de hecho constituye la legitimidad del poder, se sostiene, en más de un caso, en los detalles… si esos detalles no se respetan, estamos jorobados.

—Rece por la Argentina cura…

—No es lo mío muchachos, y deberías saberlo, los curas, los cristianos nos preocupamos por personas concretas de carne y hueso, el cristianismo es la religión de individuos no de colectivos.

—Yo siempre creí -dice José- que la voz del pueblo es la voz de Dios…

—Posiblemente -responde el cura Ramón-, pero ese pueblo no siempre coincide con el que inventan los políticos y los gremialistas.

—Y mucho menos -digo- cuando ese invento lo propician personajes que a esta altura del partido deberían estar en cana y no sueltos.

—¿Hasta cuándo van a seguir con esa cortina de humo? -exclama José.

—Hasta que vayan todos en cana… -responde Marcial- es lo mínimo que se puede pedir a quienes saquearon el país.

—Corrupción hubo en todos los gobiernos.

—¿Vos creés que es lo mismo el gobierno de Alfonsín que el de los Kirchner? ¿Vos creés que son todos iguales?

—Sí, todos son iguales, todos son inocentes -dice el cura Ramón.

—Yo lo que sé -dice José- es que lo que están haciendo ahora con Cristina lo hicieron con Perón en 1955… los gorilas en esto nunca se equivocan.

—No es verdad… -respondo- ni las arbitrariedades más chocantes de los “Libertadores” están a la altura de lo que ocurre ahora…. y esto es así por la sencilla razón de que lo que hicieron los Kirchner es inédito… nunca en la historia del país, y no sé si del mundo, se montó una maquinaria de saqueo como la organizada por los Kirchner.

—No comparto -concluye José.

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