Bécquer y la Rima XXXIV

La Rima XXXIV es uno de los poemas más conocidos de Gustavo Adolfo Bécquer, poeta nacido en Sevilla en 1836 y muerto en Madrid cuando apenas contaba 34 años. Sus famosos Rimas, (alrededor de 76 poemas) fueron publicadas después de su muerte y merecerán la posterior aprobación de García Lorca, Antonio Machado y Rubén Darío. Los críticos discuten si el poema 34 está dedicado a Julia Espin, la mujer de la que se enamoró en su juventud o a Casta Esteban Navarro, su esposa con la que se casó en 1861, la madre de sus tres hijos y la mujer que en los últimos años de su vida le fue infiel para escándalo de sus amigos y para escándalo de su poesía. La Rima 34 llama la atención porque no está inspirada en una mujer ideal en el mejor tono del romanticismo del cual Bécquer era un militante incondicional con tuberculosis incluida, sino la mujer real, con sus virtudes y defectos, Algunos críticos observaron que en la última estrofa califica a esta mujer de estúpida, argumento refutado luego porque no es Bécquer el que así la considera sino los «rumores de la calle».   
 
 
 
RIMA XXXIV
 
Cruza callada, y son sus movimientos 

silenciosa armonía:
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.

Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día;
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.

Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.

Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.

¿Qué es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.

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