Néstor Gabetta y el Trío+Tango

¿Sos hermano de Néstor? Creo que sí. Una anécdota de aquellos años. A fines de 1974 la policía allanó mi casa, en realidad un bulín de estudiantes bautizado con el nombre de Leningrado. Pudimos escaparnos por los techos y después los amigos nos escondieron por un tiempo en una casa de campo, cerca de Rincón y no muy lejos del río. Allí estuvimos cerca de dos semanas. Con mi amigo, conversábamos, leíamos novelitas menores (no había otra cosa) y nos aburríamos juntos. Y nos aburrimos hasta que encontramos una colección de discos del dueño de casa -creo que era del Readers Digest, pero no estoy seguro- y allí fue cuando descubrí al Trío+Tango. De aquellas jornadas campestres en Rincón, recuerdo el canto de algunos pájaros a la mañana, los lejanos ladridos de los perros, el olor de los naranjos, algunas noches de tormenta, la incertidumbre de que en cualquier momento caía la cana, la dieta de sopas, picadillos y sardinas, el agua como exclusiva bebida. Y en esa penumbra, la felicidad de los tangos cantados por tu hermano.  Curiosa labor proselitista la suya. A mi amigo no le gustaba el tango, pero a partir de ese momento y en ese clima de fugitivos, se hizo tanguero. En la memoria evoco la voz de Néstor cantando «Viejo ciego», «Los mareados», «Nieblas del Riachuelo», «A Homero Maizi», «Tú»….mientras escuchábamos en un viejo tocadiscos, con la arboleda del patio y el perfume de los eucaliptos como paisaje de fondo, pensaba si este señor Gabetta sabrá que en una casa perdida en el monte y no muy lejos del río, dos subversivos perseguidos por la policía disfrutaban de un momento de felicidad escuchando sus tangos. Nunca olvidaré ese inmenso sentimiento de nostalgia y saudade que nos dominó un sábado a la noche de luna y silencio. Pensaba que mis amigos a esa hora estaban tomando cerveza en los bares de bulevar o preparándose para ir a alguna peña o boliche, o encontrándse con su mina, mientras nosotros seguíamos escondidos y solos como unos perros. Y sin embargo, esa noche precisamente, la voz de tu hermano nos acompañó y nos hizo sentir que a pesar de todo seguíamos vivos. «Fueron años de cercos y glicinas, de la vida en orsay, del tiempo loco…»

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