Rimbaud

Arthur Rimbaud vivió apenas 37 años, pero a los efectos de la literatura murió a los 19 años porque a esa edad, el poeta que había peleado en las barricadas de Paris durante las jornadas de la Comuna y había fundado la mejor poesía de su tiempo, abandonó todo y se dedicó a viajar por el mundo, a traficar armas y esclavos, a ganarse la vida como soldado mercenario, a visitar todos los burdeles que se le cruzaban por el camino. Murió en Marsella víctima del cáncer y la sífilis que empezaron su faena cobrándole una pierna. Está enterrado en un cementerio católico porque antes de morir decidió reconciliarse con la Santa Madre Iglesia. La última de sus irreverencias. Fue decididamente el arquetipo del poeta maldito. A la imagen clásica de la poesía seducida por cielos azules él reivindicó la oscuridad, los abismos, la búsqueda del infinito; a la ponderación de la virtud opuso el desafío del vicio y el pecado. Escribió entonces: La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido no en una lejanaterra incógnita, sino en el corazón mismo de la inmediato. Vivió sus pocos años en sintonía con lo que escribió: atravesando largas temporadas en el infierno, corriendo sin pausa detrás de sus iluminaciones. Se dio todos los gustos y pagó el precio. Conoció la buena vida y pasó meses enteros durmiendo bajos los puentes de París o en los calabozos de Bruselas, Londres o Roma. Fue amigo y algo más que amigo de Paul Verlaine con quien viajó por diferentes ciudades en una saga de escándalos en los que no escasearon el alcohol, las drogas y los tiroteos. Víctor Hugo captó en el acto su genio y lo calificó como «nuestro pequeño Shakespeare”; Baudelaire lo consideró su maestro. Dadaístas, surrealistas, hipies, rebeldes y marginales de todos los tiempos y las estaciones, los iracundos de todas las edades, los contestatarios de todas las ilusiones le han levantado un altar en el que desfilan sin pausa para rendirle honores. En las barricadas del Mayo francés de 1968 los estudiantes reclamaban por un romance definitivo entre Marx y Rimbaud. Más allá de esos detalles, su poesía,  que puede escandalizar por buenas y malas razones, es por sobre todas las cosas, muy buena, genial podría decirse si es que esa palabra está permitida. Raro estos franceses. Fundaron la poesía moderna con dos exponentes: Rimbaud el maldito, el marginal, el rebelde y Mallarmé, el convencional, el burgués apoltronado. Raro e interesante, porque esa “curiosidad” deja en claro que la mejor poesía admite las más diversas conductas personales.

Pero volvamos a Rimbaud. Estos escritos es uno de los primeros que se conoce de él.

El sol era todavía caliente; no obstante apenas aclaraba la tierra; al igual que una antorcha colocada ante las bóvedas gigantescas no les ilumina más que con una débil claridad, así el sol, antorcha terrestre, se extingue dejando escapar de su cuerpo de fuego una última y débil claridad, dejando no obstante ver todavía las hojas verdes de los árboles, las pequeñas flores que se apagan y la cima gigantesca de los pinos, los álamos y las encinas seculares. Una brisa fresca agitaba las hojas de los arboles con un zumbido más o menos semejante al ruido de las aguas plateadas del riachuelo que corría a mis pies. Los helechos curvaban su frente verde ante el viento. Me dormí después de beber el agua del riachuelo

¿Que me importa a mí que Alejandro haya sido célebre? Qué me importa….¿Quién sabe si los latinos han existido? A lo mejor es una lengua inventada; y aún cuando hayan existido, que me dejen ser rentista y se guarden su lengua para ellos ¿Que mal les he hecho yo para que me impongan ese suplicio? 

Interesante los recursos verbales, el manejo del lenguaje, las imágenes, el ritmo. Interesante sobre todo porque este texto lo escribió en 1862, cuando tenía apenas ocho años.

UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO

En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos. Una noche senté a la belleza en mis rodillas y al encontré amarga y la injurié…LLamé a los verdugos para que, al parecer, pudiese morder la culata de sus fusiles. He invocado los desastres para ahogarme con el vino y la sangre. La desgracia ha sido mi Dios. Me he tendido en el cieno, me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas chanzas a la locura. Y la primavera me trajo la sonrisa horripilante del idiota…Entretanto soy un maldito, siento horror de la patria. Lo mejor, es soñar muy borracho sobre la arena

Me gustaban las pinturas idiotas, los portales, los portales, los decorados, las telas de los saltimbanquis, las muestras, las estampas populares, la literatura pasada de moda, el latín de iglesia, los libros eróticos sin ortografía, las novelas de nuestros abuelos, los cuentos de hadas, los pequeños libros para niños, las viejas óperas, los estribillos tontos, los ritmos ingenuos.

¡Inventé el color de las vocales! A negra, E blanca; I roja; O azul, U verde. Regulé la forma y el movimiento de cada consonante y, con ritmos instintivos. presumí de inventar un verbo poético accesible, un día u otro, a todos los sentidos. me acostumbré a la simple alucinación: veía muy claramente una mezquita donde había una fábrica, un grupo de tamboriles formado por ángeles, calesas por los caminos del cielo, un salón en el fondo de un lago…

ILUMINACIONES

En una bohardilla donde estuve encerrado a los doce años, conocí el mundo e ilustré la comedia humana. En una bodega aprendí la historia. En alguna velada nocturna en una ciudad del Norte encontré todas las mujeres de los antiguos pintores. En un viejo pasaje de París, me enseñaron las ciencias clásicas. En una magnífica morada rodeada por el Oriente enero he realizado mi inmensa obra y ha transcurrido mi ilustre retiro. He braceado mi sangre. Mi deber está cumplido. Ni siquiera hay que pensar en ello. Soy realmente la ultratumba. Y nada de encargos.    

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