Tal vez el hecho más llamativo de la convención celebrada por la UCR en Parque Norte lo haya expresado la abrumadora mayoría de convencionales a favor de la presencia del partido en la coalición Cambiemos. El dato merece mencionarse, porque esa mayoría no solo supera a la de Gualeguaychú, sino que contrasta con las diversas usinas de rumores que propagaban lo contrario, partiendo del supuesto que al gobierno nacional no le queda otra alternativa que prepararse a morir políticamente.
La convención de la UCR expresó lo contrario. Quienes así votaron son convencionales elegidos en comicios internos en todo el país. Ellos fueron quienes en Parque Norte argumentaron, debatieron y levantaron la mano para tomar una decisión que justificaron más con argumentos racionales que emocionales.
El dato merece destacarse, porque da cuenta de una voluntad política que destaca los aciertos y, sobre todo, actualiza una vez más que la antinomia real en la Argentina sigue siendo república o populismo, una antinomia a la que se podrá considerar deseable o indeseable, pero que el más elemental realismo político no puede desconocer, porque está en la calle, está en las conciencias y está en el centro de la contradicción política de la nación.
Las adhesiones a determinadas estrategias políticas en un partido republicano nunca son incondicionales, una “virtud” que suele adornar al folclore populista, pero que repugna al protagonista de un partido democrático y de una sociedad democrática: el ciudadano.
La reafirmación de la pertenencia de la UCR a Cambiemos, incluye temas a debatir con sus aliados. En primer lugar, un reclamo de mayor participación en la toma de decisiones.
Repasemos: Cambiemos ha sido una coalición electoral cuyos resultados en 2015 y 2017 eximen de mayores comentarios. También ha funcionado como una coalición parlamentaria, como hemos podido apreciarlo en los intensos debates que se dieron en estos años gracias a la existencia de un parlamento que dejó de ser una escribanía de la Casa de gobierno. Lo que hoy se reclama es que sea una coalición de gobierno, exigencia complicada, difícil, porque más allá de cualquier razonamiento, lo que no se puede desconocer es que se trata de un reclamo de poder que, más allá de su justicia, es siempre delicado porque, cuando de poder se trata, la cesión de espacios nunca es una concesión graciosa. Por el contrario, suele resolverse en el campo de las relaciones de fuerzas, que también están presentes en el interior de una coalición.
La otra petición de la UCR, es la de ampliar Cambiemos. Planteado en estos términos, nadie puede estar en desacuerdo. Pero dicho esto, luego hay que lidiar con los datos áridos y descarnados de lo cotidiano. ¿Convocar a Roberto Lavagna, Sergio Massa, Juan Carlos Schiaretti, Miguel Ángel Pichetto? Muy lindo, muy pluralista, salvo el pequeñísimo detalle que los convocados no tienen el menor interés en sumarse a una coalición oficialista a la que no le han ahorrado críticas y en más de un caso le han extendido un honorable certificado de defunción.
Se dirá que todo es posible en la Argentina, pero que todo sea posible no quiere decir que todo sea real. Por lo pronto, los peronistas convocados, no solo que han dado razones efectivas para ser opositores al gobierno, sino que cada uno de estos dirigentes saben que su fuente de legitimidad proviene del peronismo y que en las actuales condiciones su participación en la coalición “gorila” significaría su destierro del peronismo con la consabida y previsible lluvia de epítetos, entre los cuales el de “traidores” sería el más liviano.
Si Cambiemos es una fórmula política ganadora para los comicios de octubre, es algo que está por verse. Lo que queda claro es que más allá de los deseos, ese vaticinio es muy opinable. Y para la oposición peronista ni siquiera es opinable, porque están absolutamente convencidos de que el oficialismo responsable “del hambre y la miseria del pueblo”, será derrotado por “el pueblo peronista”. Equivocados o no, en este contexto ningún dirigente peronista con votos se “pasaría” al oficialismo.
La última petición de la UCR es la de poner en discusión la candidatura de Macri. Este parece el más irreal de los reclamos. En primer lugar, porque Macri ratificó su candidatura. En segundo lugar, porque María Eugenia Vidal aceptó esa decisión y hasta la fecha no ha dado la más mínima señal de salirse del libreto estratégico del Pro. Tal vez este reclamo fue una concesión a los afiliados más críticos, concesión que tiene pocas o ninguna posibilidad de realizarse. Y sus promotores lo saben. No hay Pro sin Macri y no hay Cambiemos sin Macri. Tema a debatir será si Cambiemos admite que la candidatura presidencial se decida en las PASO.
Ha trascendido que Macri se opondría a este trámite, una decisión que no estaría mal reconsiderar en tanto las PASO no solo existen para saldar democráticamente las diferencias internas, sino que su realización legitima a los ganadores. Y, sobre todo, cuando participan dos o más candidatos, suman más votos, un dato a tener en cuenta cuando ya se sabe que una de las consecuencias no queridas de las PASO es actuar como una suerte de primera vuelta, por lo que un espacio con un solo candidato estaría regalando porcentajes de votos que podrían llegar a ser decisivos a la hora de proyectarse hacia las elecciones de octubre. Final abierto, como se dice, pero no tanto.