Pronóstico y poder

I

Murió Isabel Sarli, la Coca Sarli. La entrevisté en 1988 en el bar de San Jerónimo y bulevar. Había llegado a Santa Fe para participar en un festival de cine y esa tardecita estaba tomando un café con una amiga. Le propuse la entrevista, aceptó, pero puso como condición que no le sacaran fotos porque no estaba “producida” Acepté, pero lo que no tuve presente es que el que no estaba decidido a aceptar el pacto era el fotógrafo. Conversamos y después nos fuimos caminando hasta la sala de cine a unas cuatro o cinco cuadras del bar. El fotógrafo nos siguió como un felino y cuando estábamos en el hall del cine sacó un par de fotos. No recuerdo qué estábamos conversando, pero en el acto percibió que la estaban fotografiando. Fue apenas un gesto y un reproche. Traté de arreglar las cosas como pude y todo terminó bien, pero me llamaron la atención sus reflejos. Para esa época debe de haber andado por los 55 años; seguía siendo una hermosa mujer, pero ya era más una leyenda que una actriz.

Mentiría si dijera que el cine de Armando Bo alguna vez me gustó. Nada personal contra ella, pero sus películas siempre me parecieron, en el más suave de los casos, olvidables. No se trata de moralina por desnudos que nunca me escandalizaron y mucho menos me excitaron, sino de estética y cine. En el cine hay un lenguaje, hay un ángulo de cámara, planos, travellings, luz, escenas, interpretaciones, guiones. En cada una de esas asignaturas el cine de Armando Bo sacaba notas muy bajas. Y no es un problema de culos y tetas. Fellini la dirigió a Anita Ekberg en “La dolce vita”, Bertolucci a María Schneider en “El último tango en París”, Buñuel a Catherine Deneuve en “Belle de Jour” y con los culos y las tetas hicieron otra cosa, es decir, hicieron cine.

II

Hay personas que suponen que los analistas políticos disponen de un don especial o un saber exclusivo que les permite adivinar el futuro y, sobre todo, el futuro político electoral. ¿Quién gana las elecciones?, suele ser la pregunta habitual que cuando a mí me la hacen respondo diciendo que trato de entender la política, pero no soy ni Horangel ni Mandrake el Mago. Y en efecto, hace falta contar con facultades especiales para adivinar quién será el nuevo presidente a partir de 2020. El que dice lo contrario miente o reemplaza el saber por un acto de fe. El análisis político puede establecer ciertas tendencias, ciertas orientaciones, pero cuando las elecciones están reñidas lo que hay que decir es eso: que están reñidas, que las diferencias son mínimas y que la única verdad se conocerá después de que se cuenten los votos. No todo es oscuridad. Por supuesto hay situaciones que se imponen sin demasiados matices. Que Cristina va a sacar más votos que Espert y que Macri le ganará a Gómez Centurión o a Del Caño es casi una evidencia. Pero cuando se dice que Macri -o Cristina- ganará por tres puntos, el que así habla está macaneando, como también macanean quienes tienen la audacia de pronosticar sin que se les mueva un pelo, ya no el resultado de las Paso o de las elecciones de octubre, sino los resultados del ballotage. Decir eso o decir qué número saldrá en la lotería de Navidad, es más o menos lo mismo. El que tenga ganas de creer que crea, pero yo diría que es mucho más razonable que andar haciéndose ilusiones acerca de resultados improbables, esforzarse por conocer a los familiares o a los vecinos por votar al candidato o al proyecto que considere más conveniente.

III

Si no hay novedades de último momento, José Luis Espert será candidato a presidente. Está bien que así sea y no estuvo bien que desde el gobierno se hayan perpetrado maniobras para obstaculizar su candidatura. Que Alberto Asseff, aparezca de pronto como candidato a diputado nacional de Cambiemos, es una prueba de que las maniobras existieron, salvo que alguien crea que un personaje como Asseff fue iluminado de golpe por una sincera convicción política y ha decidido sumarse a la causa de Cambiemos asqueado moralmente por haber descubierto la complicidad de Espert con Cristina. Por otra parte, no deja de ser lamentable que Cambiemos haya “sacrificado” a políticos de valía para candidatear a un personaje como Asseff, un señor al que no dedicaré adjetivaciones políticas porque son innecesarias y redundantes, ya que todos lo conocen. En la misma sintonía no está de más recordarle a Espert que “el todo vale” no es el mejor recurso para defender ideas políticas. Él mejor que nadie debería saber quién es Asseff e incluso saber quiénes son algunos de sus flamantes socios colocados en las antípodas de su ideología. La otra enseñanza que Espert deberá asumir es que una cosa significa disponer de un saber que le permite ejercer la crítica a un gobierno o exponer con más o menos buenos argumentos una filosofía económica, y otra muy diferente es construir un proyecto político con voluntad de poder y todas las dificultades que el ejercicio del poder incluye.

IV

Por si había alguna duda, la reciente selección de candidatos demostró que al naipe del peronismo lo talla y lo reparte Cristina y en algunos casos sus colaboradores inmediatos. Alberto Fernández en este juego apenas es un mirón o, como llegó a decirse, una suerte de ministro sin cartera encargado de ciertas relaciones públicas pero de muy escasa influencia a la hora de decidir quién manda. Para aliviar la situación del Alberto y transmitir tranquilidad, se dice que nunca será un títere y que su personalidad está en las antípodas del servilismo de Cámpora. En lo personal, el argumento de ser cierto me provoca más alarma que tranquilidad. Un Alberto sumiso a Cristina sería una anomalía institucional, pero un Alberto insumiso sería una fuente de permanentes e impredecibles conflictos. En cualquiera de los casos, el destino que nos aguardaría sería lamentable, porque hay en esa fórmula una contradicción que no sé si será explosiva pero es inquietante. El Alberto asegura que si es presidente el que manda es él; Cristina no dice nada sobre ese tema porque no necesita decirlo o porque sencillamente hace… hace y deshace con la certeza de quien sabe que el poder es suyo y no necesita consultar ni explicar demasiado. Mi sensación es que más allá de picardías, maniobras y explicaciones psicológicas, lo que se avecina en caso de imponerse la fórmula Fernández – Fernández será un peronismo cargado de conflictos internos y con capacidad de trasladar esos conflictos a la propia estructura del Estado.

V

La denominada Alternativa Federal ha adelgazado peligrosamente, pero existe. Más que una Alternativa Federal, debería denominarse Alternativa Peronista en tanto a juzgar por los hechos y por los candidatos en particular, su peronización es más que evidente. Lo es la fórmula, lo son los principales candidatos y de alguna manera lo serán los votos, un dato no menor en la especulación electoral porque, tal como se presentan los hechos, esta Alternativa se nutrirá más de votos peronistas que de votos progresistas o independientes. Por lo pronto, Margarita Stolbizer, por ejemplo, quedó fuera de juego en materia de candidaturas. Ella dirá que eso no le importa pero los que seguimos la política sabemos que importa e importa mucho. Digamos que los sacrificados en esta alternativa han sido los progresistas, muchos de ellos muy incómodos en votar, por ejemplo, a un candidato como Urtubey o estar acompañados por Luis Barrionuevo. Digamos que la Alternativa Federal en estos momentos tiene poco de federal y poco de alternativa, pero habrá que ver cómo se desarrollan los hechos. En política, se sabe, las oportunidades no hay que dejarlas pasar y todo parece indicar que esa oportunidad la Alternativa la tuvo cuando sumaba a Massa, Schiaretti, Pichetto y a los socialistas. Lo que hay que preguntarse de todos modos, y más allá de responsabilidades personales, es si efectivamente esta alternativa alguna vez tuvo posibilidades de romper con la polarización real entre Macri y Cristina, una polarización, seguramente estimulada desde el poder, pero existente y real en el espacio social.

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