Kafka y Milena

 
Franz Kafka murió el 3 de julio de 1924 a los 41 años de edad, luego de trajinar durante casi una década con la tuberculosis. Solo un puñado de amigos y familiares fueron a despedirlo al cementerio y en el mundo literario muy pocos advirtieron que quien acababa de morir era un escritor extraordinario, tal vez una de las voces más perdurables del siglo veinte, esa voz que al decir de Borges jamás perderá actualidad porque sus indagaciones atiende a los grandes dilemas de la condición humana más allá de las cronologías. El padre -a la altura del personaje que Franz «inmortalizó» en su famosa carta- prohibió que haya participaciones necrológicas en los diarios, por lo que el único obituario que se conoció fue en un diario de Viena, firmado por Milena Jesenska, la mujer que amó y a la que conocemos por sus cartas que fueron publicadas años después. Hay un suerte de injusticia con Milena, porque la conocemos como la novia epistolar de Kafka, un dato que sin proponérselo oscurece la trayectoria intelectual y política de esta extraordinaria mujer que sobrevivió a Kafka veinte años, hasta su muerte en un campo de concentración de los nazis, adonde había ido a dar gracias a una de las tantas canalladas de los comunistas que la entregaron -era una presa de Stalin- en el marco de los acuerdos firmado por Molotov y von Ribbentropp. Íntima amiga y compañera de presidio de Margarita Buber-Neumann, conocemos de sus últimas horas gracias a su testimonio. «No me olvides; diles a los demás cómo era yo», fue el último pedido de esta mujer pionera del feminismo, librepensadora, socialista militante y mujer que sin ser judía y en un tiempo en el que la delación parecía ser la constante, tuvo el coraje civil de colocarse el brazalete con la estrella de David que los nazis le asignaban a los judíos para martirizarlos, y salir a la calle a reclamar contra el racismo y la barbarie. Milena nos habla de un Kafka un tanto diferente al de la imagen atormentada que conocemos, nos habla de un Kafka que practica un humor exquisito; un Kafka que seduce con sus ojos claros; un Kafka enamorado; un Kafka solidario, generoso, valiente. «Su literatura es asombrosa-escribe Milena- pero él es más asombroso». El afecto, el respeto intelectual y de alguna manera el amor que sintió por él, lo expresó en este obituario publicado en soledad.     
 
 
Anteayer murió en el sanatorio Kierling en las afueras de Klosterneuburg en Viena, el Dr. Franz Kafka, un escritor alemán que vivía en Praga. Pocos aquí lo conocían porque era un solitario, una persona sabia que tenía miedo de la vidaEra tímido, angustiado, sereno y bueno, pero escribió libros terribles y dolorosos. Vio el mundo lleno de demonios invisibles que aniquilaron y destrozaron a las personas indefensas. Era demasiado astuto, demasiado sabio para vivir, y demasiado débil para luchar contra la debilidad de las personas nobles y bellas que evitan la lucha no por temor a malentendidos, crueldad y mentiras espirituales, aunque saben de antemano que son impotentes y se someten a ella para avergonzar al ganador. Conocía a la gente como solo un hombre de gran sensibilidad nerviosa podría conocerla, alguien que está solo y que ve a una persona incluso a nivel de profecía a través de un solo punto en su rostro. Conocía el mundo de una manera inusual y profunda, él mismo era un mundo inusual y profundo. Escribió libros que se encuentran entre los más importantes de la literatura joven alemana. En ellos está contenida la lucha de la generación actual, aunque con palabras sesgadas. Son tan verdaderos, desnudos y dolorosos que funcionan de manera realista, incluso cuando se expresan a través del simbolismo. Están llenos de burla seca y del delicado asombro de una persona que había visto el mundo tan claramente que no podía soportarlo y tuvo que morir, de una persona que no quería retirarse y salvarse, como los demás en cualquier error intelectual subconsciente, incluso con en la mejor de las intencionesTodos sus libros describen la grisidad de los malentendidos secretos y la culpa involuntaria entre las personas. Era una persona y un artista de tan buena conciencia que también notó algo allí, donde otros que no eran tan sensibles se sentían seguros.

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