«Cada cual tiene sus penas y nosotros las tenemos»

I

Se dice que el gobierno de Alberto Fernández intentará parecerse al primer gobierno de Néstor Kirchner, una referencia a un gobierno que en los primeros meses de gestión tomó una serie de medidas que concitaron el apoyo de un amplio sector de la opinión pública mientras se esforzaba por transmitir una imagen serena de autoridad, autoridad que la crisis de 2001 había reducido a su mínima expresión. Digamos que Fernández practicaría lo que se llama “un kirchnerismo correcto”, sin amenazas a los disidentes, sin persecuciones a periodistas y medios de comunicación, sin patotas en la calle intimidando a la gente, sin cadenas nacionales diarias reclamando ir por todo. Maravilloso. Un kirchnerismo más parecido a Néstor que a Cristina. Ojalá sea cierto. Pero de todos modos no somos pocos los que tenemos derecho a sospechar que hablar de un Néstor bueno y una Cristina mala, es una fantasía tropical con fiebre incluida, especulaciones que de todos modos no son aconsejables incursionar con demasiado entusiasmo porque dentro de un mes todas estas tribulaciones comenzarán a disiparse.

II

Conviene reflexionar sobre ese dato geográfico de un mapa pintado de amarillo en el centro y de azul a su alrededor, pero en particular conviene reflexionar lo que significa que en la provincia de Mendoza, San Luis, Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos haya ganado Macri, victoria que podría incluir ciudades de provincia de Buenos Aires como La Plata, Bahía Blanca o Mar del Plata. Según dónde se esté situado políticamente a ese voto se lo califica de republicano cuando despierta simpatías o “gorila” cuando suscita odios o recelos. Se dice que se trata del voto de los ricos, un voto de clase, el voto de las sociedades satisfechas, el voto de los beneficiados por la renta agropecuaria o el voto, en el caso de Buenos Aires, de la ciudad que mira a Europa y está de espalda a la realidad del ser nacional como le gustaría decir a un fascista como el padre Ezcurra o a un nacional y popular como Pino Solanas. Supongo que no hay una sola explicación para descifrar ese voto y también supongo que no todos los que votaron por Macri lo hicieron por las mismas razones. Pero hecha esta salvedad, señalo que ese voto urbano, ese voto de la pampa húmeda, ese voto de las ciudades modernas del país, más que explicarlo por razones geográficas o de clase, habría que explicarlo a partir de ser un voto nacido como consecuencia de determinadas relaciones sociales. Dicho con otras palabras: el voto amarillo -así estaba pintado en el mapa- se diferencia del voto del eje La Matanza – Riachuelo, porque el protagonista dispone de un imaginario, de una concepción diferente respecto del antagonismo social y que se expresa en el antagonismo entre libertad o necesidad o entre autonomía o sumisión.

III

No sé si Verónica Magario alguna vez fue a Tucumán -supongo que sí, aunque sospecho que siempre lo hizo en avión y en avión privado para más dato, por lo que perdió la oportunidad de conocer el Tucumán profundo y mayoritario, el Tucumán que no sale en las calcamonías turísticas o en los afiches políticos estilo “Vote a Manzur”- pero suponiendo que esta semana Verónica conoció la ciudad de Tucumán y dispuso de un tiempito como para recorrerla, y en particular lo que se conoce como el “gran Tucumán”, seguramente habrá prestado atención a esta ciudad donde la pobreza supera generosamente el cincuenta por ciento de la población, donde el agua potable, las cloacas, el alumbrado público, el gas y las calles de tierra devenidas en pantanos infectos, son el paisaje monótono y despiadado que se impone incluso al turista más distraído. Si Verónica se tomó el trabajo de conversar con algunos vecinos, es muy probable que le hayan comentado sobre la inseguridad y las falencias inhumanas del sistema escolar. Es muy probable que en esa caminata imaginaria algún asesor le haya informado que la provincia de Tucumán fue y es gobernada por el peronismo desde la noche de los tiempos, aunque eso no impide que su actual gobernador, Juan Manzur, proclame que el gobierno de Macri representa hambre y la pobreza. Luego de su breve excursión por los arrabales tucumanos, incluidos sus rancheríos y villas miserias, luego de certificar que el sistema político electoral es lo más parecido a un estercolero o a un prostíbulo, es muy, pero muy probable, que la dulce Verónica, mientras se mira como al descuido en el espejito para ver si todo está en orden, haya exclamado con indisimulado júbilo: “Estamos como en casa, el pueblo nunca se equivoca, igualito a mi querida La Matanza… viva Perón y viva la patria”.

IV

Las posibles designaciones de Gustavo Béliz y Vilma Ibarra pueden interpretarse como una capitulación política de funcionarios ávidos de poder que se olvidaron todo lo que dijeron de Cristina durante años. La misma reflexión suscitan Sergio Massa y el propio Alberto Fernández, el mismo que en sus buenos tiempos no dudó en calificar de psicópata a la compañera Cristina. Pero la otra interpretación que se puede elaborar ante estas posibles designaciones, apuntaría a poner en evidencia que el denominado albertismo es un corriente cada vez más enfrentada al cristinismo. ¿Será así? Pronto lo vamos a saber. Paguen la entrada, tenga paciencia y esperan que la función va a empezar.

V

Sobre las barbaridades que expresa Hebe de Bonafini, barbaridades que incluyen racismo, impunidad, discriminación y apología a la violencia criminal, habría que preguntarse no tanto si ella está en sus cabales, sino hasta dónde sus palabras expresan en voz alta lo que un kirchnerista de pelo en pecho considera lo correcto pero prefiere callar por razones de prudencia. Por lo pronto, no escucho voces provenientes de los flamantes ganadores condenar a la mujer que dijo que el cuarenta por ciento de los argentinos que votaron por Macri constituyen un cáncer nacional. Imaginemos qué hubiera pasado si, por ejemplo, alguna figura pública del macrismo se habría expresado en términos parecidos, cosa que no ocurrirá por la sencilla razón de que, como dijera Maria Eugenia Vidal, “somos diferentes”.

VI

La victoria de Alberto Fernández es legítima porque obtuvo el 48 por ciento de los votos y, según la Constitución nacional, obteniendo un punto más del 45 por ciento de los votos ya es presidente, aunque la ventaja sea por un céntimo. Perfecto y ni una palabra más en términos de legalidad. Ahora bien, en términos históricos y políticos puede haber lugar para algunas consideraciones que permitan ampliar la perspectiva e incluso establecer los límites históricos de algunas disposiciones constitucionales. En primer lugar, no deja de llamar la atención que mientras Fernández se proclama presidente con el 48 por ciento de los votos, en la ciudad de Buenos Aires y en el vecino Uruguay, un presidente que no llega al cincuenta por ciento de los votos va al balotaje, disposición constitucional de origen francés que podría haberse denominado “cincuentaje”, porque el verdadero balotaje es precisamente establecer como mayoría el cincuenta más uno del total de los votos.

VII

En la Argentina el balotaje verdadero rigió en las elecciones del 11 de marzo de 1973 que consagraron a Héctor Cámpora presidente de la Nación, consagración que despertó algunas dudas porque en realidad Cámpora obtuvo algo más del 49 por ciento de los votos pero no llegó a 50, pero como el segundo, Ricardo Balbín, estaba a más de 25 puntos de diferencia, se admitió de mutuo acuerdo que Cámpora asuma una presidencia que, todos sabemos, duró menos de cuatro meses porque fue eyectado del poder después del baño de sangre que los peronistas se infligieron entre ellos en Ezeiza.

VIII

El actual sistema electoral que establece el 45 por ciento se discutió en la constituyente celebrada en nuestra ciudad en 1994. El radicalismo y sus aliados propusieron la solución francesa del cincuenta por ciento, pero el peronismo a través de la iniciativa de Corach propuso el cuarenta por ciento, porque con cierta cuota de realismo los peronistas saben que en una polarización del cincuenta por ciento existen muchas posibilidades de que pierdan. Finalmente se acordó salomónicamente en un 45 por ciento con la opción de diez puntos de diferencia, mientras a los radicales lo conformaron con el tercer senador y el apoyo a algunas declaraciones internacionales sobre derechos humanos, declaraciones que lo peronistas firmaron sin leer porque lo que les importaba era el poder en la Argentina y no los derechos humanos en Costa Rica.

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