De tío Héctor a tío Alberto

I

Algunas consideraciones sobre el caso José Alperovich. En primer lugar, la prudencia, la delicada mesura, los arrobadores titubeos de las feministas kirchneristas para referirse al senador que fue denunciado por su propia sobrina de violador y acosador. ¿Para las feministas K habría violadores malos y violadores buenos? Pregunta pertinente para una fuerza política que, como lo demostró con el caso Milani, existirían violadores de derechos humanos malos y violadores de derechos humanos buenos. O como cuando, a través del apoyo a Nicolás Maduro, dejan abierta la hipótesis de que existirían déspotas buenos y déspotas malos.

II

Es probable que jurídicamente no se sepa con certeza si Alperovich es inocente o culpable, tarea que deberán determinar los jueces. Como periodista, me limito a observar que si bien las dudas existen, tengo los años suficientes como para advertir que inocente o no, se defiende con los recursos de los culpables. Admitamos que se trata de un político en decadencia, que en las recientes elecciones tucumanas fue derrotado por paliza por su ex socio Manzur, pero vencido o no, se trata de un senador en actividad que gobernó la provincia de Tucumán durante tres períodos y su señora esposa fue una de las senadoras preferidas de Cristina.

III

Como mi afición a la historia es muy fuerte, me resultaría interesante preguntar si los defensores de los derechos de la mujer y las severas y justas críticas al machismo en sus variantes de violador, acosador o abuso de poder, saben que alguna vez hubo un presidente de la nación que sedujo, valiéndose de sus posiciones de poder, a una menor de 14 años, abusó de ella, la arrastró a vivir a su casa y para ello sobornó a sus padres con una casa y otros chirimbolos, soborno que por supuesto no pagó con plata de su propio bolsillo sino con recursos públicos. Comparado con ese presidente amante de menores de 14 años y del cual supongo que no es necesario decir su nombre porque todos saben muy bien de quién estoy hablando, Juan Darthes es un casto y pudoroso monje de clausura.

IV

No sé dónde leí el comentario de un analista político lamentándose que a la hora de diseñar el nuevo gobierno, la presencia de Cristina es muy superior a lo esperado. Semejante asombro a mí no me alcanza. Siempre sostuve que el poder real lo ejercería ella y que a tío Alberto -le guste o no- se le asigna un lugar muy parecido al de Cámpora, lugar objetivo de poder que no se corrige invocando diferencias personales subjetivas. Puede que tío Alberto no sea tío Cámpora y Cristina no sea Perón, pero las relaciones objetivas de poder de uno y otro son muy parecidas.

V

Por lo pronto, tío Alberto se reportó en la casa de ella para discutir (¿discutir o acatar?) las decisiones a tomar. Que un presidente se someta de manera tan descarada a otro poder, es una realidad que no conocíamos desde los tiempos de Cámpora. Los K en estas cuestiones son muy previsibles: cuando no se reúnen en la Recoleta, se reúnen en Puerto Madero; exquisiteces de la causa nacional y popular. En la mencionada reunión, solo estuvieron presentes Máximo y Wado de Pedro. Ni Massa, ni Felipe Solá, ni los gobernadores peronistas fueron consultados y, tal como se presentan las cosas, me temo que tampoco serán consultados en el futuro.

VI

En homenaje a la verdad, habría que decir que algunos gobernadores han sido consultados y, más aún, favorecidos. Me refiero al compañero Gildo Insfrán de Formosa y al “correligionario” Zamora de Santiago del Estero, es decir los gobernadores más feudales y retrógrados del país. Lo seguro es que el poder de Cristina en la gestión es cada vez más evidente y el rol de Fernández sometido a ella también es evidente. En principio, los símbolos cada vez más pertenecen al kirchnerismo duro. La maniobra de simbología se completa con la posible decisión de otorgarle a Cristina la facultad de tomarle el juramento a tío Alberto. Esto quiere decir, simbólicamente, que no hay alternancia, que un peronista legitima a otro peronista. Y, sobre todo, queda claro que la Señora con este gesto completa el ciclo iniciado en 2015 cuando se negó a entregar los atributos del poder al presidente electoral Mauricio Macri. Recordemos, en homenaje a la memoria, que esta Señora es la misma que en su momento se tomó la licencia de que los atributos del poder los entregara su propia hija, que para entonces gozaba de buena salud y no parecía ser una niña indefensa e inocente.

VII

Cuando se analizan las relaciones entre tío Alberto y Cristina, más de un analista parte del supuesto de que son diferentes. O que tío Alberto sería representativo de una variante política más dialoguista, más racional. Yo no estoy tan seguro de que sea así. Por el contrario, sospecho que tío Alberto más que diferente a Cristina es funcional a ella. Tengamos presente que todo proyecto de poder, hasta el más duro, dispone de un “rostro amable”. Hasta Hitler disponía de diplomáticos y funcionarios encantadores que actuaban cuando el Fhürer lo consideraba necesario. Puede que también haya algunas diferencias entre funcionarios cristinistas y funcionarios albertistas, pero lo que parece estar fuera de discusión es que el poder real lo ejercerá Cristina.

VIII

En estos juegos del poder, es muy probable que Cristina asuma el rol de reina madre, dejándole al presidente lidiar con los rigores cotidianos del poder. Como ya lo dijera en esta columna, Cristina considerará que todo lo que este gobierno haga bien, será gracias a su influencia bienhechora; y todo lo que le salga mal, será responsabilidad exclusiva de tío Alberto. También es probable que el ministerio de economía finalmente quede en manos de Alberto. Nada inocente por parte de ella. El kirchnerismo no tiene respuestas a la actual crisis económica y social, (creo que nadie las tiene) por lo que Cristina dejará que los costos de esa tarea “inevitablemente antipopular” quede en manos del presidente. En lo que no habrá ni dudas ni vacilaciones es en el objetivo de asegurarle la impunidad a ella y a toda la runfla de ladrones con la que constituyó la cleptocracia que azotó al país durante doce años. ¿Habrá posibilidad de una nueva cleptocracia? No lo sé. En estos temas, con el kirchnerismo nunca es prudente afirmar que el criminal nunca regrese al lugar del crimen. Más aún, si tío Alberto asegura impunidad a los anteriores pecadores.

IX

Felipe Solá -pero no solo él- reconocieron orgullosos que el papa Francisco es algo así como su referente político e ideológico. Notable acto de sinceramiento con el compañero residente en la aguerrida unidad básica romana de Santa Marta, versión dos de la mítica Puerta de Hierro madrileña. Leía estas noticias de devoción clerical y recordaba que ya en el siglo XIX los monarcas absolutos se cuidaban muy bien de no quedar demasiados pegados al Papa. Estos escrúpulos no los tienen los actuales seguidores del Primer Trabajador, pero ya sabemos que en estos temas, como en otros, el peronismo siempre nos demuestra que es capaz de superarse a sí mismo.

X

En 1970, 1971 y 1972, cada vez que se acercaban las fiestas de fin de año, los militantes salíamos de noche a las calles, provistos de tizones envueltos en papel de diario, a pintar en las paredes de la ciudad la consigna “Navidad sin presos políticos”. Entonces los presos políticos eran reales, prisioneros de la dictadura militar que había asaltado las instituciones en 1966. De aquellos años recuerdo las pintadas callejeras, el reparto de volantes en las facultades y en las calles céntricas, o los recitales musicales en los que participaba, entre otras, Mercedes Sosa. También tengo presente las colectas hechas para juntar fondos destinados a financiar los viajes de los familiares de los presos a los diferentes penales donde estaban detenidos. ¿Qué tienen que ver aquellas jornadas y la consigna “Navidad sin presos políticos”, con la recua de malandras que hoy pretenden protegerse bajo esa noble consigna? ¿Qué tienen que ver, por ejemplo, dirigentes sindicales de la estatura de Agustín Tosco o Raimundo Ongaro, con personajes como Amado Boudou o Julio de Vido?

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