«Yo sé que es mentira todo lo que estás diciendo»

I

Titular de reforma judicial lo que es una grosera maniobra para asegurar la impunidad de Cristina, y de paso acomodar jueces amigos, es lo que se dice, una abusiva licencia del lenguaje. Invocar las reconocidas fallas del actual sistema judicial como pretexto para una reforma, es una típica maniobra de tahúres políticos. Proclamar que la gente reclama la reforma judicial porque exige justicia, mientras callan que la única justicia que les importa es salvarla a su jefa, es suponer, para decirlo de una manera educada, que somos tontos. Pretender convencernos de que el Consejo Asesor integrado, entre otros, por los defensores de Cristina, Cristóbal López y Ricardo Echegaray, es una comisión inocente y no vinculante, es una picardía que la advertirían hasta las monjitas de clausura. Promover una reforma judicial en plena pandemia con impúdicos objetivos inconfesables me recuerdan, no sé por qué, una película que vi hace mucho tiempo en la que el principal protagonista aprovecha el velorio de su suegra con sus consabidas escenas de desconsuelo, desconcierto y dolor, para seducir en la cocina a la cuñada, esposa de quien dice ser su mejor amigo. Extenderse en explicaciones alrededor de que no les interesa ampliar el número de los miembros de la Corte, es una grosera mentira, aunque a su favor podría decirse que si a los compañeros los integrantes de la Corte les asegurasen la impunidad a Cristina, no tendrían mayores problemas con el número, y es más, si los dejamos librados a su propia iniciativa no tendrían reparos jurídicos y mucho menos éticos en proponer como presidente de la Corte a Norberto Oyarbide, juez leal si los hay, o algún equivalente siempre disponible en las escabrosas cavernas, no precisamente platónicas, de Justicia Legítima.

 

II

Admito que debe ser muy incómoda la tarea de los defensores de Cristina para presentarla como una gobernante honesta y austera. Para abogados tramoyeros y tramposos hubiera resultado mucho más fácil eximir jurídicamente a Al Capone de sus crímenes que liberar a Cristina de sus actos de corrupción. De todos modos, convengamos que la situación de Cristina es incómoda para el peronismo, incómoda para la oposición e incómoda para todos los argentinos. No es para estallar de alegría saber que un presidente de la nación es la titular del saqueo más importante de nuestra historia. ¿Qué hacer? Los opositores aspiran a que la justicia la alcance, pero por razones que todos conocemos el objetivo no se puede cumplir; el peronismo quiere liberarla de culpa y cargo, pero tampoco puede hacerlo porque las huellas de los delitos son como las huellas de los dinosaurios o los mamuts: grandes y profundas. ¿Qué hacer? ¿Hasta cuándo vamos a seguir girando en la misma calesita? Una solución posible (desde ya estoy personalmente en desacuerdo, pero para el caso mi opinión no importa demasiado, o no importa nada) es el indulto. Así como lo leen. Indultarla, a ella, y si se puede, a sus parientes y compinches. Tal como se presentan los hechos, sospecho que no nos merecemos otra cosa. Es más, sospecho que sería el mal menor. Entre destrozar el sistema judicial para dejarla libre de culpa y cargo o simplemente indultarla, prefiero en términos prácticos el indulto que después de todo es una atribución legal del presidente. Claro que después deberá hacerse cargo de su decisión. Pero en estos temas convengamos que el peronismo tiene la piel curtida y no le entran balas. Si Menem en su momento lo hizo, Alberto también podría hacerlo. ¿Y Cristina estará de acuerdo? Dicen que no. Pero esta buena Señora también es amiga de cambiar de opiniones, sobre todo porque ella ya sintió a la altura del cuello el aliento carcelario, por lo que o sería descabellado pensar que después de balbucear alguna protesta, la abogada exitosa decidera acogerse a los beneficios del indulto y a la certeza de que la historia ya la absolvió.

 

III

El caudillo, el patrón, o el capanga de José C. Paz, compañero Mario Ishii, fue atacado por una ráfaga de sinceramiento y declaró, refiriéndose a los narcos de su territorio, “Yo tengo que cubrirlos cuando venden falopas en las ambulancias”. Convengamos que Pablo Escobar o el Chapo Guzmán no se hubieran animado a tanto Y Lucky Luciano o Michel Corleone hubieran considerado algo excesivo y algo insensible valerse de las ambulancias en medio de una pandemia para hacer negocios con la “falopa”. Ishii dijo lo que dijo, después, para tranquilizar algunas conciencias culposas, recurrió a la típica maniobra del caso, es decir, echarle la culpa a los periodistas porque lo sacaron de contexto cumpliendo evidentes órdenes de Magnetto. En cualquier lugar del mundo, en Berlín, en París, en algún caserío de Uganda o Angola, un intendente que declara en esos términos, el costo más liviano que paga es la renuncia y la apretura de un proceso. Un capanga del Conurbano profundo está liberado de esas incomodidades. Ishii seguirá paseándose ufano por las calles de José C. Paz, con su poncho federal y sus aires de capo yakuza.

 

IV

Sergio Berni asegura que Mario Ishii, intendente de José C. Paz, es “un hombre de honor”. Un padrino siciliano no lo hubiera dicho con tanta precisión. Las palabras de Ishii me recordaron las declaraciones del compañero Guillermo Moreno sugestivamente comprensivas de la labor de los chorros. O a las opiniones de Juan Grabois sobre su decisión de salir de caño si la vida le deparaba un destino de pobreza. ¿Simpatías por el hampa o afán de cuidar los votos? Sinceramente no lo sé. Más patética resulta la carta de Víctor Hugo Morales a su hija, víctima de un robo. En uno de los párrafos, el padre le dice a la hija que no odie al ladrón porque si ese ladrón podría disponer de los privilegios de los que ella disfruta, seguramente no sería ladrón. Maravilloso. Por ese camino, arribar a la conclusión de que los ladrones y asesinos son víctimas del sistema capitalista, hay apenas una barrera invisible de diferencia. También podría interpretarse que todos los pobres son ladrones, con lo que ya estaríamos instalados en los bordes de la discriminación, pero eso sí, de izquierda. Lo único real de todos estos desvaríos es que efectivamente, la hija de Víctor Hugo Morales disfruta de la condición de disponer de un padre millonario. Y ya que estamos en tema, una preguntita para el señor presidente de la nación: ¿Cuándo califica al gobierno de Macri como una pandemia, se hace cargo de que está imputando a un gobierno y a sus funcionarios de lo mismo que Hitler imputaba a los judíos? ¿Licencia del lenguaje del señor presidente o les anuncia un destino parecido? Como la palabra del presidente está lo que se dice muy devaluada, creo más en la primera posibilidad que en la segunda.

 

V

La droga en el Conurbano es la industria más próspera, la que brinda más empleo y produce más ganancias. Para júbilo populista, es también un negocio que reclama acumulación y reparto. En el camino quedan unos cuantos muertos y unos cuantos adolescentes con el cerebro destrozado, pero ya se sabe que en esta vida nada se puede obtener sin pagar algunos costos. ¿Ishii es un emergente de una realidad social y económica que lo excede? Puede ser, pero es también un colaborador eficaz para que esa realidad perdure y se fortalezca. ¿Capo yakuza, puntero de los punteros, padrino mayor? No lo sé. La identidad profunda de Ishii, la única certeza acerca de su filiación, aquello que ni sus adversarios internos más enconados le podrían negar, es su condición de peronista. Por el peronismo es candidato, los peronistas lo votan, en el
peronismo está cómodo y feliz.

Noticia de: El Litoral (www.ellitoral.com) [Link:https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/252162-yo-se-que-es-mentira-todo-lo-que-estas-diciendo-cronica-politica-opinion.html]

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