Jueves 14 de enero 2021

A ciertas frases consideradas trascedentes o profundas se las suele denominar aforismos, proverbios, adagios, cuando no sentencias, moralejas o refranes. Me resulta muy difícil ceder a la tentación de encuadrar en estas categorías los pensamientos elaborados por algunos políticos del oficialismo en los últimos días, aunque, admito, me aqueja la duda de no saber con exactitud si estoy reseñando frases trascedentes, chismes desenfadados o simplemente pulsiones verbales. La calificación institucional de los creadores de estas consignas convierte a estas frases en dignas de comentario, aunque esos comentarios se ven aquejados por previsibles tribulaciones ya que atendiendo a los contenidos no queda claro si pertenecen al género de la comedia, la tragedia o el grotesco. Y mucho menos si se trata de frases que anticipan aquellos textos históricos que las futuras generaciones consultarán para disponer de una idea aproximada de las peripecias que vivieron sus abuelos y bisabuelos.
La diputada nacional Fernanda Vallejos sentencia que los argentinos padecemos la maldición de exportar alimentos. En la línea de Buster Keaton, la legisladora, que ya nos admiró con su versatilidad en el caso Vicentin o reclamando que el estado se haga cargo de todas las empresas, pronunció su apotegma sin una sonrisa, motivo por el cual a los resignados oyentes no nos termina de quedar en claro si ponderar su exquisito sentido del humor o, en un tono académicamente más riguroso, proclamó a viva voz aquello que siempre pensaban y que intentan practicar con porfiada insistencia desde los tiempos del IAPI a la fecha.
En un tono más aguerrido, fiel a su estilo y a su temple nutrido en las danzas y contradanzas “refalosas” de la Mazorca, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, el mismo que hace apenas unos meses reclamó al gobierno nacional que deje de jugar a la moderación, recomendó en clave clínica la aplicación de “un shock de justicia social”. Dejo librado a la imaginación o la sensibilidad de los lectores dilucidar los alcances y los objetivos terapéuticos de un shock tal como lo entiende o imagina el señor Mariotto, quien a esta altura del partido ha degradado al señor Guillermo Moreno a un tímido y ruboroso republicano de centroderecha.
Lejos de la timidez y el rubor se instala la señora Graciana Peñafort, quien con impecable rigurosidad jurídica y confirmando el principio de que en sus manos y en sus labios el Derecho es una ciencia rigurosa y un arte inspirador y elegante, sugirió con tono delicado sin omitir acompasados registros musicales que los fiscales y jueces del tribunal de Casación de Comodoro Py, eran “una manga de hijos de puta”. Como mis conocimientos jurídicos son algo deficientes, cada vez que las dudas o los tribulaciones me acosan recurro a los consejos de mis maestros en el tema. La pregunta que les haría en estos casos sería la siguiente . “¿En qué categoría normativa, de acuerdo a qué jurisprudencia o atendiendo a qué fuentes o aunque más no sea a qué citas acuñadas y latentes en el cálido y maternal regazo de la historia se encuadra, se articula o se contextualiza este indudable aporte profesional brindado por la doctora Peñafort al saber jurídico. En la misma línea quisiera conocer las virtudes del flamante tribunal de sentencias arbitrarias, pergeñado por juristas de fuste de la talla de Leopoldo Moreau y Aníbal Morsa Fernández, tribunal que estaría inspirado en los ideales imparciales y generosos del doctor Beraldi, altivo y temerario abogado defensor de la Viuda del Calafate.
Para concluir con mis tribulaciones y estremecimientos, anoto en mi diario de campaña la frase de ese arquetipo de jefe de estado, humanista y piadoso, que se llama Vladimir Putin: “La vacuna rusa es la mejor vacuna del mundo”. He aquí un hombre que no tiene inhibiciones para decir lo que piensa. Algo parecido ladró el señor Ronald Trump, cuando, sin que el más mínimo rubor tiñera sus encendidas mejillas, les recordó a los norteamericanos y al mundo que la suya fue la mejor presidencia de la historia. A ese animus universalista e infalible se incorporó con sus modestos alcances nuestro ministro, Santiago Cafiero, quien no le tembló la voz ni le vibraron las aletas de la nariz para decir que la Argentina es el país que más gente ha vacunado en el mundo. Para concluir, con estas atrevidas secuencias de sagas verbales, cómo omitir al señor Ricardo Alfonsín, quien en un gesto de coraje cívico y piedad republicana no vaciló en reclamar sanciones electorales a quienes critican la vacuna rusa. Pregunta al embajador Alfonsín: ¿Es necesario, es urgente, es exigible que para demostrar el agradecimiento por la designación de un cargo de embajador por parte de los promotores y los herederos de quienes entre otras bellezas le descerrajaron a su padre treces paros generales, salir a defender con el ponderado valor de un gaucho matrero a la vacuna rusa?
Juan Fernando del Pazo, Fabián Otarán y 76 personas más
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